El cine todavía no ha hecho justicia a Salvador Dalí a pesar de la fascinación que el pintor siempre tuvo por el medio de comunicación más potente y universal de todos los tiempos. Quizás algún día Al Pacino logre su sueño de encarnar al extravagante artista, uno de sus sueños interpretativos más acariciados, pero mientras veremos “Sin límites” que se estrena esta semana y en la que Robert Pattinson (popular por ser el vampiro Edward de “Crepúsculo”) interpreta al Dalí joven, al de la residencia de estudiantes que entró en contacto con Federico García Lorca y Luis Buñuel.
Dalí veía al cine como un sueño itinerante capaz de ofrecer nuevas posibilidades. Y no se equivocaba. Atraído por el cinematógrafo tras sus colaboraciones con Buñuel en “La edad de oro” y “Un perro andaluz”, Dalí consideraba como una señal del destino en que hubiera nacido el mismo año en que se inaugurara la primera sala de cine en su localidad natal, Figueras.
Y es que aunque su pintura y el cine eran un buen matrimonio nunca terminaron de consumar. La década de los 30 quedó como la de los meros intentos. Dalí tenía dos géneros preferidos: los melodramas épicos que provenían de Italia y, también, el abundante cine cómico. El artista veía en la comedia en general, y en las "bufonadas" de los hermanos Marx en particular, una forma de "subversión de la normalidad" que admiraba, expresada a través la "irracionalidad concreta" con la que el pintor comparaba su técnica surrealista. Y es que Dalí supo como nadie manejar las imágenes dobles. En “Recuerda” de Alfred Hitchcock se emparallonaba con los pianos suspendidos así como con la axila peluda que pasaba a convertirse en erizo de mar en “Un perro andaluz”.
Pero no fue con Hitchcock la única colaboración de Dalí con la industria USA. En 1946 Disney le encargó un cortometraje animado de seis minutos llamado “Destino” que tenía que estar basado en la canción homónima de Armando Domínguez siguiendo el estilo de musical de “Fantasía”. Dalí se salió de la pauta que Disney le había encomendado y que se basaba en una historia de amor donde un chico encuentra a una chica, con lo que el creador de Mickey Mouse dio por cancelado el proyecto quedando a una mera prueba de 30 segundos. En 2003 el nieto de Disney, Roy, decidió sacarlo adelante en base a los bocetos de Dalí y el resultado no pudo ser mejor consiguiendo una nominación al Oscar en 2004. El arte de Dalí finalmente había ganado saliéndose con la suya.
Si Dalí viviera en la actualidad seguramente sería fan de los Spielbergs de turno. Aquellos que son capaces de ofrecer cine que lleva a los espectadores en masa a las salas a pesar de la escasa intelectualidad de la oferta. El rito de lograr que la gente decidiera pasar la tarde en la oscuridad de una sala con la única luz del proyector era para Dalí todo un logro que había que alabar. Por eso, no era partidario de directores como Abel Gance o Fritz Lang, que según él eran demasiado operísticos, irreales y abstractos.
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