"A Olivia", la relación entre Roald Dahl y Patricia Neal

"A Olivia", la relación entre Roald Dahl y Patricia Neal

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Querido Teo:

Unos títulos de créditos iniciales con clara estética añeja parece que nos van a llevar a una historia de glamour, lujo y humor chispeante pero ello se queda reservado únicamente para la fama que atesoran sus protagonistas, el escritor Roald Dahl y la actriz Patricia Neal. Una pareja tan talentosa como tormentosa que, a pesar de ser tan diferentes, lograban con su particular sentido del humor conectar y complementarse. "A Olivia" es una cinta de John Hy que ha llegado directamente a Movistar+ y que nos lleva a la tragedia que tuvieron que superar durante su matrimonio en un momento en el que la pena y el dolor amenazaba con dar el traste con sus vidas y sus carreras.

Hugh Bonneville, el patriarca de “Downton Abbey” (2010-2015) con una caracterización que chirría, y Keeley Hawes, la actriz de “Los Durrell” (2016-2019) y “Bodyguard” (2018) que sigue demostrando su enorme talento ante la cámara, interpretan a este matrimonio conociéndoles como tal tras un pequeño juego que Roald Dahl propone en la presentación ante niños de su cuento “James y el melocotón gigante”, sufriendo cierto estigma por el hecho de que sea infravalorado como autor por haberse especializado en historias infantiles. Ambos viven en una casa de campo con sus tres hijos, jugando y fantaseando a pesar de que no viven el mejor momento profesional de sus carreras.

El perfeccionista Roald Dahl no encuentra la inspiración que desea, recluyéndose en una cabaña aledaña sólo acompañado por la representación infantil de él mismo con el fin de conectar con ese niño que todavía vive en él, mientras que Patricia Neal se desespera ante la falta de trabajo en un Hollywood caprichoso que no le llama. Al menos tienen a los niños, especialmente la primogénita, Olivia, que a sus 7 años comparte ese espíritu por la fantasía de su padre convirtiéndose en aliada de sus juegos e historias. Todo hasta que la pérdida de la pequeña por un sarampión, derivado en encefalitis, hace que la tragedia inunde sus vidas.

Tras esta tragedia el dolor se cierne sobre la pareja, especialmente en él ante la complicidad que tenía con la pequeña siendo ella la que se erige como pilar de la familia para poder salir adelante y no hundirse en el pozo. Mientras el escritor se refugia en el alcohol y en pagar su frustración con su otra hija más pequeña, la cual sólo quiere el amor de un padre que ha prestado siempre más atención a la primogénita perdida.

Será entonces cuando Patricia Neal, ante la oferta que le hace el director Martin Ritt de formar parte del reparto de la película “Hud, el más salvaje entre mil” (1963), se lleve a Hollywood a su familia (tomándose un tiempo con Dahl) siendo una prueba para su relación y también la oportunidad de reconducir su dolor sacándolo fuera a través de lo que cada uno de ellos mejor sabe hacer. De ahí nacería “Charlie y la fábrica de chocolate”, uno de los grandes relatos infantiles de todos los tiempos y cima del prestigio de Roald Dahl, y también la reivindicación de Patricia Neal como actriz llevándose el Oscar por la película en la que se puso frente a frente de Paul Newman.

Roald Dahl se introdujo en el mundo de la aviación a finales de la década de los 30, experiencia que puso en jaque su vida con más de un aparatoso accidente, y su febril actividad se desató en 1942 escribiendo para semanarios y revistas de media tirada. Eso sí, no es muy conocido que, además de estar 30 años casado con Patricia Neal, fue el creador de las criaturas de “Los Gremlins” (1984) y contribuyó a crear una válvula intracraneal para paliar la hidrocefalia de su hijo.

En lo profesional sus relatos sirvieron para integrar capítulos de “Alfred Hitchcock presenta” en los 70 y fue guionista cinematográfico de películas que no adaptaban ninguna de sus historias. Fue el caso de “Sólo se vive dos veces” (1967), una de las cintas de James Bond de Sean Connery, y de “Chitty Chitty Bang Bang” (1968). Una historia tan apasionante como las de sus fantasías convertidas en película de las que nos han llegado dos de “Charlie y la fábrica de chocolate”, las animadas “James y el melocotón gigante” y “Fantástico Sr. Fox”, así como “Matilda” y “Mi amigo el gigante”.

Como reza la película Roald Dahl siempre dedicó sus obras a sus hijos pero no lo pudo hacer en vida de su hija Olivia enfocando toda su obra como imaginándose a un padre contándole una historia a sus hijos, precisamente lo que a él más le gustaba y le hacía sacar su lado más tierno frente a una personalidad introvertida y huraña que le hacía estar ensimismado en sus pensamientos y manías de manera circunspecta acompañado de su inseparable pipa y con el soporte (aunque no lo reconociera) de una mujer que le impidió caer en el abismo.

Patricia Neal se curtió primero en el teatro ganando un Tony antes de debutar en el cine con “John loves Mary” (1949) junto a Ronald Reagan. En todo caso lo que pronto demostró es que era una actriz que funcionaba mejor en el drama, especialmente en papeles en los que pudiera mostrar cierta clase ante su elegancia natural. En “El manantial” (1949) conoció a Gary Cooper, el cual sería uno de sus grandes amores como confesó en sus memorias quedando incluso embarazada de él (aunque no tuviera el bebé), y terminando la historia de amor ante el hecho de que Cooper, de profundas convicciones conservadoras, nunca se decidió a abandonar a su familia.

A pesar de que estuvieron casados durante 30 años y tuvieron cinco hijos Roald Dahl y Patricia Neal era un matrimonio que se retroalimentaba con su talento pero que también se destruía entre sí minándose la moral del uno y el otro hiriéndose mutuamente su ego. Neal y Dahl se separaron tras hacerse pública la infidelidad del escritor con una de las mejores amigas de Patricia. A la actriz la maldición del Oscar (ganado en 1964 y no pudiendo recogerlo al estar embarazada) derivó posteriormente en enfermedades y sinsabores.

En 1960 vio como uno de sus hijos sufría daños cerebrales a los cuatro meses tras quedar atrapado entre un taxi y un autobús. Sólo dos años después, y cuando contaba siete, moría su hija Olivia víctima del sarampión. No es de extrañar que todas esas tragedias vividas derivaran en su cuerpo en tres infartos cerebrales a mediados de los 60 que la dejaron incapacitada para hablar y caminar y que la mantuvieron tres semanas en coma. Tras una esforzada recuperación, Neal retornó a la pantalla y obtuvo otra candidatura al Oscar, esta vez en 1968, por su participación en "Una historia de tres extraños".

Roald Dahl y Patricia Neal lo tenían todo para ser considerados afortunados pero el destino se cebó con ellos en forma de tragedias personales y una sensación de insatisfacción que inundaba un matrimonio frágil, con momentos felices, pero también episodios de alto voltaje erosionante que les impedía volar libres sin hacerse daño. Ambos sí que se volcaron en los avances contra el sarampión que, de haber llegado a tiempo, podrían haber salvado a su hija. Roald Dahl murió en 1990 con 74 años mientras que Patricia Neal falleció en 2010 a los 84 años después de definirse como “la segunda Garbo” ante un declive que afectó a una carrera que podría haber dado mucho más de sí.

“A Olivia” es una historia convencional y rutinaria en su realización en el que el biopic sufre los clichés dando la impresión de que desaprovecha buena parte de la vida en común de estos artistas centrándose, sobre todo, en su forma de encarar el dolor para poder resurgir de sus cenizas y no hundirse ante el azote de una ola tan dura como la de perder a un hijo, mostrando también ese sentimiento de orfandad traducido en una hija mediana que siente como la ausencia de la hermana mayor eclipsa el amor que sus padres sienten a ella al regodearse todos en esa tragedia.

Un retrato bienintencionado y desolador que, si bien deja muchas cosas en el tintero, y sacrifica buena parte de la historia real de esos años siendo algo torpe en su desarrollo, sabe mostrar tanto la luz como la oscuridad, el éxtasis y el tormento durante una hora y media que al menos nos da a conocer y pone en valor a las personas y a los dramas que había detrás de dos figuras relevantes por sus trabajos que, sin duda, hubieran sido muy diferentes de no haber sufrido la experiencia de lo vivido como opción de ser depurada y, aunque sea en homenaje a la hija que se fue demasiado pronto, poder dar al mundo lo mejor de ellos.

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Nacho Gonzalo

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