"Arthur Rambo"

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La web oficial.

El argumento: ¿Quién es Karim D.? ¿El nuevo escritor, joven y comprometido, del que los medios nunca tienen suficiente? ¿O su alias, Arthur Rambo, autor de mensajes alimentados por el odio que se escribieron hace tiempo y que se extrajeron, un día, de los sitios web de las redes sociales?

Conviene ver: “Arthur Rambo” es el nuevo trabajo de Laurent Cantet, el cual sigue viviendo del crédito que le dio la Palma de Oro conseguida por “La clase” en 2008 pero bien es verdad que su filmografía, aunque irregular, deja trabajos interesantes. No lo es menos, en premisa, una cinta que nos presenta a Karim, un joven escritor de origen argelino que es referente para su comunidad con la que se ha criado en los suburbios y que, por otro lado, se convierte en el autor del momento dentro de la élite cultural parisina. Acaba de sacar un libro, el segundo, con un marcado carácter personal sobre la difícil vida de su madre en un tributo a sus orígenes y es tentado con nuevos contratos y la posibilidad de hacer una película, pero todo se trastoca en una noche en la que pasa de la gloria al ostracismo cuando se revele que está detrás de la cuenta de Twitter que da título a la cinta y desde la cual se han lanzado comentarios incendiarios durante los últimos cinco días en contra de los judíos, los homosexuales, los gordos y cualquier colectivo que se pusiera por delante así como lanzar pullas a Francia o referirse a la figura de Osama Bin Laden y a los traumáticos asesinatos de Charlie Hebdo.

Un retrato de las redes sociales a día de hoy y de cómo crean héroes y villanos en un abrir y cerrar de ojos hablando de temas tan interesantes como los límites de la libertad de expresión, el hecho de tener que separar o no la obra de la vida del autor y el cómo la existencia ha llegado a un punto en la que se parece vivir bajo el yugo de las redes sociales y su eterno cuestionamiento de todo queriendo por un lado fomentar espíritus transgresores, creativos y libres pero siempre que no crucen determinadas líneas y, por supuesto, sobrevolando el temido riesgo de la cultura de la cancelación que hace temblar a autores, artistas y empresas ante cualquier desliz que haga peligrar su pureza (y posible rentabilidad) frente al exterior lo que lleva a que la imagen que se tiene hacia el exterior sea una identidad de marca y también un objeto de negocio. Algo que muestra la película cuando la fama llega a que emerja la lava más incendiaria de Twitter que terminará despojando al protagonista de sus sueños de futuro, primero con la editorial y más tarde frente a amigos, colaboradores y familiares que le reprochan esa actitud incendiaria tan ajena a lo que es su verdadero pensamiento y con la que ha pretendido canalizar su rabia a través de una pose polémica. Buen trabajo de Rabah Nait Oufella en esa ambigüedad que lleva a que su personaje de por un lado lástima pero que también deba de tener que asumir las consecuencias de sus palabras, fragilidad frente a los acontecimientos y cierta pedantería sobre ser la voz crítica de una generación que combina bien el actor que ya fue uno de los alumnos con los que trabajó el director en "La clase" (2008).

“Arthur Rambo” es una película que tiene una primera media hora muy potente, aquella en la que no sólo vemos ese ambiente de fiestas y de postureo que se basan en la promoción para que los artistas estén en el candelero y en la que parece que se te comen con los ojos porque eres el hombre del momento y todo el mundo quiere entrevistarte o hacerse una foto contigo. Es lo que le ocurre a un protagonista que verá como de ser el rey de la noche pasa a ser un apestado por todo ese séquito que le rodeaba, el cual querrá pronto desentenderse de él y dejarlo caer ante todo lo que puede provocar (desde un punto de vista económico y de prestigio). Una muestra de la hipocresía de todos los que rodean que, siendo conscientes de la existencia de esos tuits o del espíritu transgresor de Karim, huyen cuando la anécdota jaleada entre amigos en la intimidad se convierte en escándalo viralizado en los medios. Un debate sobre que encierran esos tuits, si la verdadera personalidad de un autor del que se ha construido una imagen para hacerle triunfar o sí sólo es la exploración de los límites de la moral y la libertad de expresión que aborda el joven escritor jaleado por los “likes” y por el hecho de sentirse un referente escuchado y verse como una voz con capacidad para generar tendencia y confrontación aunque para esa notoriedad haya que vender el alma a la violencia, la agresividad, el populismo y el odio.

Una pena que a partir de ahí la cinta decaiga y se haga reiterativa en el deambular del protagonista mientras es, en parte, reprendido por amigos y familiares que no se explican cómo no ha podido evitar meterse en semejante jardín que marcará para el futuro la imagen que se tenga de él y de su carrera, siendo el caso de su novia, su madre, sus amigos y su hermano pequeño, el cual pretende generar un subtexto de drama social en la historia, debido al barrio marginal del que procede y en el que Karim ha sido siempre visto como un héroe, pasando de puntillas por ello (la Francia clasista que integra por postureo más que por convencimiento) y luciendo un vibrante arranque, con esos perturbadores mensajes sobreimpresos en la pantalla, que terminan siendo una idea mal ejecutada a pesar de que lo que pretenda retratar el director es como alguien que lo tiene todo puede ir quedando despojado de todos sus galones y estatus a golpe de tuit, un latigazo social que condena la rabia brotada e intento de transgredir que acaba jugando en contra a su propio autor que nunca fue consciente de las consecuencias de lo que supone ser esclavo de tus palabras en un mundo de grises, y diferente al de hace unas décadas en lo referente a lo que se considera ofensivo o no, en el que el espectador se mueve entre la empatía ante la súbita y demoledora caída a los infiernos de Karim y el rechazo por unas palabras bañadas de violencia que buscaban el debate y salir del letargo pero que suponen un precio muy caro por pagar durante unas horas que marcan el futuro de un autor mientras la Francia multicultural y los códigos de la sociedad burguesa occidental se miran frente al espejo de sus prejuicios, moralidad y postura frente a lo que se considera políticamente correcto en un mundo acelerado y cambiante en el que las redes sociales son medio, parte y juez como tribunal de una sociedad que crea tendencia, impone ley y marca castigo.

Conviene saber: A competición en el Festival de San Sebastián 2021.

La crítica le da un SEIS

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