Cine en serie: "Atlantic crossing", tan buena ficción como mala Historia

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Querido Teo:

La historia que nos cuenta es poco conocida más allá de Noruega, y no lo será mucho mejor gracias a esta serie premiada por los Emmy de este año como la mejor serie internacional, por mucho que los interesados en su difusión la califiquen de "sólido drama histórico". La serie recrea Londres, Washington y Long Island en Noruega y en Praga. El argumento gira en torno al gobierno noruego en el exilio (en Londres) y la vida de refugiada de la princesa heredera Martha bajo el amparo de la Casa Blanca y de Franklin D. Roosevelt con quien se ha conjeturado que mantuvo un romance. Nadie sabe hasta donde llegó.

A diferencia de su suegro y su marido, la Princesa Martha de Noruega y sus hijos lograron escapar del nazismo y huir de la falsamente neutral Suecia. Se refugiaron en Estados Unidos gracias a una invitación de los Roosevelt. Así comienza el cruce del Atlántico. Martha se arriesgó por mares llenos de minas alemanas, del que la serie refleja un hecho cierto: el encuentro con un barco pesquero cuya tripulación la reconoce y la princesa alza al heredero Harald en sus brazos, para un saludo y despedida de su pueblo. Sabiendo que la ficción no suele contribuir a clarificar la Historia, y que no acostumbra a tomarse el trabajo de diferenciar, es una serie muy entretenida, inspirada en las relaciones entre los miembros de la casa real noruega, sobre todo en la princesa y el presidente americano.

Varios historiadores, tanto noruegos como suecos, han expresado críticas documentadas ante lo que sostienen que desprestigia gratuitamente a personas muy valoradas por la sociedad noruega como el rey Haakon y el rey Olaf, considerado, en una encuesta del 2009, como el noruego más sobresaliente del siglo XX. El prestigio de la monarquía noruega contrasta con el desprestigio de la inglesa o la española.

Es muy cierto que Martha era comensal habitual en la Casa Blanca, acompañaba a Roosevelt a pescar, que hablaba con él de problemas políticos y, algo que la serie no muestra, que cuando Roosevelt se reunió con Churchill para firmar la Carta del Atlántico Martha estaba presente, pero, en general, toda la parte de relaciones humanas conflictivas entre los personajes principales son deducidas a partir de rumores publicados en la prensa norteamericana, que sirven para añadir tensión romántica y atraer audiencia, cosa que ha conseguido con creces.

"Atlantic crossing" tampoco refleja adecuadamente el apoyo del gobierno británico a la causa noruega porque la sensación que transmite es la contraria a la realidad. Hasta el día de hoy, el gobierno noruego envía cada diciembre el gigantesco abeto de Trafalgar Square, como recordatorio de lo que le deben al gobierno inglés (el de este último año bastante pelado, por cierto). La gran epopeya noruega fue la batalla por el agua pesada que dilató los experimentos nucleares del Tercer Reich.

Kirk Douglas lo llevó a la pantalla en “Los héroes de Telemark” (1965), y hace poco se le dedicó toda una serie, pero no fue el único caso en que soldados ingleses junto a noruegos perdieron la vida luchando contra el nazismo, y la ficción lo ha recreado sin recurrir a ningún retoque histórico. John Steinbeck lo hizo en su libro "La Luna se ha puesto", la historia de una aldea noruega bajo la ocupación alemana y el dilema de colaborar con el enemigo o con la resistencia. De ese mismo tema trató "The edge of darkness", novela debut de Albert Woods. Ambos libros fueron llevados a la pantalla en 1943.

El rey Haakon y su hijo lamentan en la serie que el gobierno británico obligue a los aviadores noruegos a pelear en la RAF, pero no es cierto, los noruegos formaron su propio escuadrón, al igual que los aviadores franceses y polacos en el exilio. Hubo algún noruego que peleó en escuadrones de la RAF, como Roald Dahl, el autor de "Matilda" y de "Las brujas", porque había nacido en Gales. Mientras la mayoría concede el mérito de convencer al presidente Roosevelt para enfrentarse a los nazis alemanes a Churchill, la serie cuenta que en realidad fue la princesa Martha la que lo consiguió. Lo cierto es que no fue ninguno de los dos. Hasta que Japón no atacó Pearl Harbor tras sufrir el embargo petrolífero de Estados Unidos, no decidió entrar en la guerra.

Es poco frecuente y muy positivo, que Martha sea interpretada por una actriz con el físico adecuado, celulitis en brazos y arrugas alrededor de los labios, y un cuerpo que es el lógico en una mujer después de tener tres hijos. Los mayores elogios han sido para Kyle MacLachlan como Roosevelt, por reflejar la combinación de sofisticación patricia familiar y llaneza popular del presidente americano más valorado del siglo pasado.

Tampoco es cierto que Martha sufriese de pánico escénico ni que Eleanor Roosevelt la ayudara a superarlo, por mucho que sea un detalle que empatiza con la mayoría de los espectadores. Sí que es conocido que el adulterio de Roosevelt con Lucy Mercer, que estuvo con él hasta el final de su vida, casi le costó el matrimonio; también documentadas, aunque menos conocidas, son las amistades románticas que salpicaron su vida tras la poliomielitis que lo paralizó a los 31 años.

En su libro, "Los Roosevelt de Hyde Park", su hijo Elliot recuerda haber sorprendido a su padre y a otro de los personajes importantes de la serie, su ayudante personal Missy LeHand, en una actitud comprometedora. Elliot Roosevelt no supo nunca si lo que afectaba las piernas de su padre le impedía tener actividad sexual.

El retrato que hace la serie sobre Missy es el de una amante celosa y posesiva que quiere terminar con una rival y acaba sufriendo un infarto que la deja en cama hasta su muerte, ocurrida un año antes de la de su "amado" Franklin D. Roosevelt. No hay lugar para reflejar su aportación a la política estadounidense durante 20 años, llegando a tener el papel de Chief of Staff, aunque por su condición de mujer nunca se le dio el cargo. Roosevelt, hablando de su importancia en su vida política y personal, la llamaría “mi conciencia”. Otro hecho documentado es que cuando Missy trató de ponerse en contacto con Roosevelt, prácticamente para despedirse, éste rechazó atenderla.

Por parte noruega, además del rey Harald que entonces era una criatura, el único superviviente de la familia real, Erling Lorentzen, adolescente que se incorporó a la resistencia contra los nazis, hoy viudo de la princesa Ragnhild y muy respetado por los noruegos, ha expresado su disgusto públicamente. Al hoy anciano le escandalizan las libertades que se han tomado en un proyecto que califica de “grotesco” por tendencioso. El futuro rey Olaf aparece como incompetente a menudo, aunque en realidad era considerado por representantes de otros gobiernos como un muy buen estratega, además de que nunca fue alcohólico ni tampoco un padre ausente, aspectos que dramatizan y resuenan por cada capítulo, porque también son fáciles de identificar con el espectador.

En el 2017 se publicó "Hjemland (Tierra natal)", un libro de Tor Bomann-Larsen, que describe como tanto Martha como Olaf causaron muy buena impresión al presidente de los Estados Unidos y que, antes de la invasión nazi, Olaf hizo varios viajes clandestinos (sin Martha) a Washington para discutir rutas de acción en caso de que los alemanes llegasen a Noruega. En resumen, una serie bien hecha, bien interpretada, donde se pone la Historia a los pies del argumento. Algo habitual, legítimo, pero que es saludable criticar.

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Carlos López-Tapia

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