Cine en serie: "Carmen Curlers", la larga historia del pelo rizado

Cine en serie: "Carmen Curlers", la larga historia del pelo rizado

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Querido Teo:

Los daneses nos han "regalado" un fragmento más que interesante de su historia a través de una de las series más originales de los últimos meses: "Carmen Curlers". Con ese nombre se comercializaron unos rulos que se calentaban y reducían a unos pocos minutos el proceso de rizado del cabello que solía tener sentadas dos horas en las peluquerías a las que podían pagarlo. Pero con esos rulos rellenos de cera vienen los años 60, la avalancha musical llegada de Estados Unidos a través de Inglaterra, creadora de una nueva brecha generacional y cultural, similar a la de los "locos años 20", pero más duradera. La serie recoge bien el cambio que conduce a la formación de sindicatos, la revolución sexual de la píldora, incluso dedica buena parte de uno de sus capítulos más emocionantes a la represión homosexual.

El protagonista real de esta historia, una persona que renunció a su propia familia por ir tras su aventura empresarial durante casi una década, murió en Australia en Noviembre del año pasado, dejando entre muchas mujeres, que hoy están entre los 80 y los 90 años, el recuerdo de su primer trabajo en una fábrica con una de las primeras guarderías para trabajadores de Dinamarca.

La historia arranca en 1963, cuando un empresario que vende electrodomésticos, los primeros televisores entre ellos, compra la patente de un invento: unos rulos rellenos con cera que se calienta al enchufarlos. Junto a lavavajillas, lavadoras o pañales desechables, era una contribución para liberar a las amas de casa danesas en los años 60, permitiéndoles tener el tiempo libre que utilizaron para empezar a trabajar.

Carmen Curlers permitió a decenas de mujeres sin estudios ni formación académica, experimentar la alegría y los desafíos de ganar su propio dinero. La serie muestra los tropiezos, las equivocaciones, los aciertos y el entusiasmo que condujo una empresa de dos empleados en 1963, trabajando en un sótano, a un éxito mundial con una plantilla de 3.500 personas en 1969, produciendo en turnos las 24 horas, en una gran fábrica con helipuerto y su propia estación de bomberos.

Esta historia no existiría de no ser porque el pelo rizado se consideró más atractivo que el liso en la cultura mediterránea desde hace miles de años. Basta con examinar el cabello de muchas copias romanas de esculturas griegas, empezando por las representaciones de la mismísima diosa de la belleza: Afrodita/Venus; y si buscáis imágenes de Alejandro Magno, no hallaréis otra cosa que bustos con una peculiaridad: un rizo en el cabello. Estas imágenes no representan el rostro real de Alejandro, sino un ideal descrito por su biógrafo contemporáneo que reflejó la existencia de ese rizo como algo peculiar, casi como una señal divina.

En Roma rizarse el pelo llegó a ser tradicional entre las mujeres de clase alta, pero también entre los hombres que se sometían al "calamistrum", el primer rizador calentado que llegó incluso a definir los bustos del estoico Marco Aurelio. La fascinación por el pelo rizado no se ha detenido nunca desde entonces, llegando en nuestros días a dedicar el trabajo de seis ingenieros y artistas de Pixar durante más de 3 años, para lograr que los rizos de la princesa Mérida en su película "Brave (Indomable)" se movieran de manera natural.

El primer gran imperio occidental tras el romano, el español, llegó incluso a crear una nueva palabra para definir el pelo rizado: Chino. En México es donde más se llama "chinos" a las personas con el cabello rizado. Los españoles de clase alta comenzaron a apodar "chinas" a sus empleadas domésticas negras. Con el tiempo, los esclavos africanos conocidos como mulatos, hijos de españoles con negras, que aportaron los genes del pelo rizado, comenzaron a llegar a México y se empezaron a mezclar con los indígenas mexicanos y a los hijos nacidos de esta mezcla se les llamó "chinos", y por extensión al pelo rizado pasó a llamárselo "pelo chino".

La primera ondulación permanente fue un invento de los creadores de pelucas franceses en el siglo XVII, haciendo trenzas de cabellos muy finas que impregnaban con arcilla y se secaban al sol. En el siglo siguiente se crearon las "mariposas", los boucles papilotes, usando triángulos de papel. El invento del rizador moderno se atribuye al peluquero francés Marcel Grateau, conocido por sus contemporáneos con el sobrenombre de “El Rey”. Este revolucionario de la moda capilar de finales del siglo XIX y principios del XX patentó en 1882 las Ondas Marcel.

Aunque anteriormente ya existían aparatos que permitían modelar el pelo, el del reconocido peluquero mejoraba las pinzas, que podían regularse según el volumen del rizo que se deseaba conseguir. El secreto de esta técnica, conocida con el nombre de "marcelling", era mantener una temperatura estable en las pinzas mediante gas y, sobre todo, en la forma de las tenazas. La parte cóncava, debajo, y la parte convexa, en la cara superior, facilitaban la adhesión de la pinza al cabello y, como consecuencia, el invento mejoraba el marcado del rizo, pero seguían siendo necesarias varias horas de peluquería para conseguir un buen moldeado, que tampoco era demasiado duradero y obligaba a las mujeres a dormir con un elemento donde apoyar la cabeza que retrasaba el aplastamiento producido por la almohada o el cojín.

El precio de ese trabajo no podía estar al alcance de la mayoría y esto fue lo que cambió Carmen Curlers, como comprendió Mette Henno, la guionista de la serie: "Me fascina la historia real de Bybjerg, un hombre con un gran sueño, en el que invirtió mucho dinero, y del que todo el mundo creía que estaba un poco loco. Antes de Carmen Curlers, moldear rizos era un proceso trabajoso para los peluqueros, además de caro y, en ocasiones, hasta doloroso. Pero el rizador eléctrico lo cambió todo, consiguió rizar el pelo en menos de 10 minutos. Era fácil, rápido y barato".

Conseguir que una historia de rizos y calor resulte tan entretenida y atractiva es un mérito de los creadores de "Carmen Curlers" que hay que valorar.

Vídeo

Carlos López-Tapia

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