Conexión Oscar 2019: Festival de Toronto (V): "El blues de Beale Street", "Climax", "Vox lux" y "The old man & the gun"

Conexión Oscar 2019: Festival de Toronto (V): "El blues de Beale Street", "Climax", "Vox lux" y "The old man & the gun"

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Querido Teo:

Barry Jenkins ha tenido en el Festival de Toronto la presentación mundial de su nueva película tras el Oscar de “Moonlight”, “El blues de Beale Street”, mientras que también se han podido ver en la quinta jornada del certamen “Climax” de Gaspar Noé, “Vox lux” de Brady Corbet y “The old man & the gun” de David Lowery.

Mucha expectación había por poder ver lo nuevo del director que se hizo con el Oscar con “Moonlight”. Sin renunciar a su estilo, en “El blues de Beale Street” presenta una cinta más ambiciosa temáticamente, más clasicista y, quizás debido a ello, también más accesible aunque en verdad su intimismo y temática le lleva a ser una opción muy de nicho crítico más que de público, precisamente lo que le pasó con su anterior cinta, uno de los Oscar más inadvertidos por el gran público de los últimos años. En esta ocasión adapta el relato de James Baldwin publicado en 1974, y adaptado en solitario por el propio Jenkins, centrándose en dos jóvenes en el Harlem de contrastes de los 70 y marcado por el arraigo de población y cultura negra, no exenta de dificultades, en la que Clementine “Tish” Rivers y Alonzo “Fonny” Hunt, de 19 y 22 años, encuentran en su relación la vía de escape a la cruda realidad de aquellos años hasta que él es acusado de violación y tiene que someterse a la injusticia y al racismo de la sociedad. Poco después ella, y con él en prisión, descubre que está embarazada e inicia una lucha contrarreloj junto a su familia y su abogado por liberarlo antes que de de a luz.

"El blues de Beale Street" es una sonata jazzística, apoyada en una banda sonora que recuerda a la de Bernard Herrmann en “Taxi driver”, en el Harlem de los 70 impregnada de poética belleza y drama por las relaciones truncadas por el prejuicio. La película más accesible y redonda de Barry Jenkins y sostenida por la fuerza de superación de sus personajes y es que, a pesar de todo lo que padecen a su alrededor, todos ellos en su filmografía se agarran como pueden a cualquier atisbo de esperanza. Hay que destacar las estupendas revelaciones de Stephan James y KiKi Layne manteniendo con fuerza y verdad los habituales primeros planos del director en el limpio y doloroso rostro de los mismos, interpretando a estos Romeo y Julieta del Harlem que también sufren enfrentamiento (o más que ello roce) entre sus seres queridos en una de las secuencias más logradas de la cinta en el que se produce el encuentro de ambas familias políticas y que es puro teatro filmado digno de Tennessee Williams a través de catarsis emocionales con unos padres temerosos ante los peligros que puede tener la relación. La gran baza interpretativa de la cinta no es otra que Regina King como la madre de ella y que cumple todo el canon de nominada a actriz de reparto y es que, sin tirar de histerismo o llorar a moco tendido, en ningún momento le es necesario, aprovecha el tono del fresco familiar para sobresalir con miradas que denotan amor y sacrificio por los suyos, implicando incluso un viaje a Puerto Rico con el fin de intentar resolver la situación.

Apariciones como la de Diego Luna, Pedro Pascal o Dave Franco contribuyen a ese fresco multicultural añadiendo fuerza en los saltos temporales de la cinta y es que, al igual que “Moonlight”, en esta ocasión el paso del tiempo también tiene importancia aunque ahora sea más para, desde el presente que narra, echar la vista atrás a los inicios de la relación que sustenta el film. La cinta supone una propuesta cuidada y elegante, de fina sensibilidad e intimismo, hecho que no hay que confundir con frialdad, en la que poco a poco va calando de manera melancólica esta triste historia que te deja roto pero que también te empuja a concluir que siempre hay una buena razón para salir adelante y levantarse al día siguiente.

"Climax" es lo nuevo de Gaspar Noé después de la polémica “Love”, saliendo incluso con premio del Festival de Cannes 2018 donde se llevó el premio de la Quincena de Realizadores. A mediados de los años noventa, veinte jóvenes bailarines de danza urbana que se habían reunido para unas jornadas de tres días de ensayos en un internado en desuso situado en el corazón de un bosque, hacen su último baile común y luego festejan una última fiesta de celebración alrededor de una gran fuente de sangría. Pronto, la atmósfera se vuelve eléctrica y una extraña locura los atrapará toda la noche. Les parece obvio que han sido drogados, pero no saben por quién o por qué. "Climax" tiene todo el exceso y desenfreno psicotrópico que apasiona al personal director. A pesar de sus imágenes excesivas y barbitúricas, marca de la casa, el demoledor final nos lleva a que emerja una interesante reflexión sobre el hedonismo y la adicción de vivir al límite siendo una propuesta estimulante y rompedora digna de alabar y claramente genuina en una época en la que todo ya parece contado de todas las formas posibles.

"Vox lux" es el segundo largometraje de Brady Corbet, actor que dio el salto a la dirección con la estimable “The childhood of a leader”. En esta ocasión tenemos a una Natalie Portman dando vida a Celeste que, tras ser testigo de una matanza en su escuela en 1999, con claras alegorías a los hechos de Columbine, inicia poco después su camino hacia el estrellato musical desarrollando su exitosa carrera comercial (con esa tara siempre en su alma) pero rodeada de un cortijo formada por su manager (Jude Law), su hermana (Stacy Martin) y su hija siendo una víctima de un sistema que ha anulado su personalidad en pro del rédito discográfico siendo una peonza del mismo aunque ella se crea líder y empoderada. La banda sonora corre a cargo de Sia que tiene una especial importancia en la traca final de la película, 15 minutos de actuación en directo con su voz para dar alma artística al personaje de Portman que por carácter y estética bien podría ser una fusión entre Madonna y Lady Gaga. En "Vox lux" Natalie Portman no sale hasta los 60 minutos de película pero cuando lo hace lo lleva todo a su terreno con una interpretación de esas de carácter, beberse la vida y estar hasta los mismísimos de todo. Brady Corbet sigue apuntando cosas interesantes como director pero no remata en una cinta que no encuentra el tono a la hora de enlazar como ese hecho ha influido a la protagonista. Neon (que hizo campaña por “Yo, Tonya” el año pasado) se ha hecho en Toronto con la distribución en USA de la película a la espera de ver si competiría para la carrera de premios de este año o no pero, en todo caso, todo se centraría en una Natalie Portman que con su Celeste logra uno de los mejores papeles de su carrera junto a “Cisne negro” y “Jackie”, en este caso entre lo excesivo, lo endogámico, lo poderoso y lo tortuoso.

“The old man & the gun” de David Lowery se ha presentado (apoyado en las recientes declaraciones de Robert Redford sobre su retirada) como el último trabajo de Robert Redford y así se arroja en una cinta de marcado carácter testamentario y de homenaje para el actor de 82 años, utilizándose en algún momento imágenes de archivo de algunas de sus películas para sustentar la azarosa vida y adicción de los atracos en bancos de un personaje basado en la realidad, la de Forrest Tucker, un delincuente de guante blanco que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel o intentando escapar de ella. De hecho, logró fugarse en 18 ocasiones y cometió su último atraco en el año 2000 cuando tenía 80 años. Lowery se encarga también del guión adaptando el artículo de The New Yorker de 2003 escrito por David Grann y que demuestra cierta empatía por el personaje, que nunca dejó víctimas a su paso, más allá de sus continuos golpes temblando las sucursales del país. "The old man & the gun" es un entretenimiento ligero de lucimiento para Robert Redford en un proyecto dedicado a él y a su figura. Una de atracos de ladrón y el gato tan amable como poco perdurable, que por momentos quiere coger el tono de "Atrápame si puedes" por las calles de la usamérica profunda, que se ve bien una tarde de cine pero sin dejar transcendencia. No es un papel para ganar el Oscar pero sí para nominación tributo, quedando muy lejana la única cosechada por el actor, la de “El golpe” en 1974. Lo mejor de la película es ese particular trío de tropelías que forma Redford nada más y nada menos que con Danny Glover y Tom Waits así como la sensibilidad de su relación con Sissy Spacek. Casey Affleck es el detective que sigue los pasos a Redford, y casi coprotagonista, vuelve a estar más que notable. Un pequeño disfrute para celebrar la vida y carrera de uno de los grandes que, si bien no se retira con una película por la puerta grande, sí que lo hace con más que dignidad como tierno tributo a toda una figura.

Nacho Gonzalo

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