El cine en las estrellas: La soledad del cosmos (II)

El cine en las estrellas: La soledad del cosmos (II)

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Querido Teo:

Aunque habitantes de otros mundos han convivido desde siempre con el hombre en forma de figuras mitológicas y religiosas, no es hasta el desarrollo de la ciencia moderna y del establecimiento de la existencia de otros mundos además del planeta Tierra, que comienza a forjarse la idea de que estos puedan estar habitados. La llegada de las ideas darwinistas sobre el origen y adaptación de la vida al entorno que le rodea establecen definitivamente la imagen alienígena como un concepto a considerar desde un punto de vista científico.

En el ámbito cultural y popular de los últimos siglos, los extraterrestres cobran vida gracias a la obra del astrónomo, espiritista, y divulgador científico Camille Flammarion y su obra “La pluralidad de mundos habitados” (1862), una suerte de relato a caballo entre la obra de ciencia-ficción, la divulgación astronómica y la mística, donde describe alguno de las formas de vida completamente diferentes a las terrestres que habitan otros planetas.

Pero sin duda, la gran obra que introdujo definitivamente, y por la puerta grande, a los extraterrestres de lleno en el subconsciente colectivo fue la novela “La guerra de los mundos” (1898) de H.G. Wells. Una parábola sobre el colonialismo inglés y los peligros de imponer por la fuerza una cultura, todo ello tamizado por las teorías de adaptación al medio del reciente darwinismo (los alienígenas invasores y todopoderosos son finalmente derrotados por inocuas bacterias terrestres). Una obra cumbre de la literatura, llevada al cine en dos ocasiones (1953 y 2005), e influenciada por la observación astronómica de la superficie de Marte realizada por Giovanni Schiaparelli durante la oposición del planeta de 1877. El astrónomo italiano creyó adivinar a través de su telescopio un conjunto de estructuras lineales que llevaron a otros astrónomos de prestigio, como Percival Lowell, a identificarlos con canales artificiales creados por una civilización marciana.

Y aunque hoy sabemos que estos “canales” son estructuras geológicas naturales, la creencia de vida marciana se ha instalado con derecho propio en la historia del cine. Son innumerables las películas que tienen a los marcianos como protagonistas absolutos, algunas con títulos tan sugerentes como “Santa Claus conquista a los marcianos” (1964), y algunas tan magníficas como “Desafío total” (1990) o “Mars Attacks!” (1995). Las recientes “Planeta rojo” y “Misión a Marte” (2000) recogen con cierta fidelidad todos los aspectos actuales de la exploración espacial del planeta Marte, como la presencia de los Rovers o las gigantescas tormentas de polvo que en Marte adquieren escala planetaria. Pero para extravagante “Aelita: Reina de Marte” (1924), una película muda de nacionalidad rusa que relata el primer viaje espacial a Marte visto en cine, y donde los astronautas convencen a la Reina marciana Aelita para que lidere en el planeta rojo una ¡revolución proletaria!.

Pero a pesar de este esfuerzo colectivo y continuado por parte del séptimo arte, lo cierto es que los intentos por descubrir algún resto de vida orgánica en nuestro planeta vecino han sido hasta la fecha estériles. Aunque el descubrimiento de los extremófilos, un variado conjunto de especies capaces de vivir en condiciones extremas dentro de nuestro planeta, ha renovado las esperanzas de encontrar formas de vida simples (microorganismos) en condiciones análogas en otros lugares del Sistema Solar, entre ellos los ambientes ácidos del planeta rojo.

Curiosamente, en este sentido, a pesar de la infinita prole de extraterrestres cinematográficos existente, pocas son las películas que han imaginado el contacto con un ser foráneo procedente del espacio exterior que no tenga cierta forma humanoide, y menos aún que traten la posibilidad, mucho más real, del encuentro con un microorganismo extraterrestre, como una bacteria o similar. Tan solo las magníficas “La invasión de los ultracuerpos” (1956), y “La amenaza de Andrómeda” (1969). En la primera, unas esporas procedentes del espacio son capaces de clonarse en forma de seres humanos. En la segunda, una de las pocas películas que relatan todo un proceso científico de principio a fin, un virus espacial atrapado en un satélite artificial que impacta en la superficie terrestre pone en jaque a toda la humanidad.

Emilio J. García Gómez-Caro (Astrónomo)

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pito
pito
11 años atrás

Muy buen artículo, felicidades y espero que sigáis en esta línera, pero.....dónde está la primera parte....????
Digo yo que en caso de existir habría que poner un enlace por aquí....¿no?.

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