Giulietta Masina, generadora de empatía

Giulietta Masina, generadora de empatía

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Querido primo Teo:

A lo largo de sus 125 años de historia el mundo del cine ha conocido a un buen ramillete de rostros pluscuamperfectos y dotados para la tragedia que se ganaban la adoración del público. Fueron los casos de Lillian Gish, Janet Gaynor, Greta Garbo, Ingrid Bergman o de las contemporáneas Kate Winslet y Marion Cotillard que más gozosas nos han resultado cuanto mayor es el pozo en el que son sumergidas. El público siempre ha sentido debilidad por el sufrimiento de la gente guapa y no tan impecablemente peinada como Lana Turner. El secreto del éxito de Giulietta Masina fue diferente, lo suyo no era la suma de fotogenia y talento sino su portentosa capacidad para generar la empatía del espectador. Era imposible que el público no quisiese que a Gelsomina y Cabiria les fuera bien en sus vidas. Por eso, y por su gran expresividad, fue considerada la Chaplin femenina. Su marido Federico Fellini la llamaba "lo sppipolo", refiriéndose a su figura menuda y su capacidad para inspirar ternura. Él supo explotar las cualidades de la actriz regalándole los mejores personajes femeninos de su filmografía y que representaban generalmente a la víctima de la brutalidad masculina. La Masina, actriz excepcional, musa y compañera de Federico Fellini hubiera cumplido hoy 100 años.

Nacida en San Giorgi di Piano (Emilia-Romaña) el 22 de Febrero de 1921, la Masina se crió en el seno de una familia que ya estaba vinculada al mundo del arte, su padre era violinista y sus tíos tenían conexión con el ambiente teatral así que no resultó extraño que mostrase interés por la interpretación, es más, no tardó en intuirse que tenía un talento único para la actuación. Sus padres aceptaron que se fuera a vivir con su tía a Roma para que pudiera formarse ya que dieron por hecho que en Bolonia no tendría opciones de labrarse un futuro. En la capital italiana estudió con las Ursulinas, tomó clases de voz, piano y danza y ya en la universidad, en donde se licenció en Literatura, formó parte de un grupo de teatro y realizó sus primeras incursiones como actriz. En ese momento Italia estaba siendo asolada por la Segunda Guerra Mundial y pese a ello pudo empezar su carrera profesional como intérprete en la radio y fue ahí cuando conoció a Federico Fellini, que trabajaba como guionista en el medio. Se casaron en el año 1943, en la casa de la tía de Giulietta, sin fastos porque la guerra estaba de fondo y lo más especial que hicieron fue ir a ver actuar a Alberto Sordi, que era amigo de la pareja. 

En 1946 debutó en el cine haciendo un pequeño papel en “Camarada” de Roberto Rossellini, cinta en la que Federico Fellini figuraba como uno de sus guionistas. Por “Sin piedad” (1948) de Alberto Lattuada ya dio muestras de su especialidad, las mujeres de buen corazón, y se hizo con el premio a la mejor actriz de reparto otorgado por el Sindicato italiano de periodistas cinematográficos. En "El jeque blanco" (1952), que supuso el debut en solitario de Federico Fellini tras dirigir junto a Alberto Lattuada "Luces de varieté" (1950) en donde intervenía Giulietta Masina, se presentó a Cabiria como una atolondrada prostituta que posteriormente se desarrolló en "Las noches de Cabiria" (1957).

Su salto a la popularidad y la demostración de todo su talento llegó con Gelsomina, la artista ambulante de “La strada” (1954), una mujer frágil y un tanto infantil que es explotada y maltratada por Zampanó, el hombre al que ama, encarnado por un embrutecido Anthony Quinn. “La strada” supuso un avance en el cine italiano de la posguerra, anclado entre las comedietas ligeras y el neorrealismo, y fue duramente criticada por la izquierda italiana por sus connotaciones cristianas al hablar de la conversión y la redención. Pese a todo “La strada” se hizo con el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa y también con el León de Plata del Festival de Venecia dejando en la cuneta a “Senso” de Luchino Visconti. La pitada que recibió el director cuando estaba agradeciendo el galardón fue tan humillante que Giulietta Masina se hundió. Fellini comentó que tras el estreno de la película comenzó a recibir centenares de cartas procedentes de todo el mundo de mujeres abandonadas cuyos maridos regresaron a ellas después de ver “La strada” y también de personas con cierto grado de discapacidad que gracias a la película comenzaron a recuperar su autoestima. 

Si lo vivido con “La strada” fue determinante para las carreras de Fellini y Masina, ya que fue la presentación internacional de su talento, lo conseguido con “Las noches de Cabiria” (1957) fue incluso superior. Ahí se desarrolló el personaje de Cabiria, visto en “El jeque blanco” (1952), una prostituta con un corazón más grande que ella que no quiere otra cosa que hallar el amor verdadero y cuya bondad le hace ser el blanco perfecto para vividores que la utilizan sin piedad. No solamente se ha considerado la interpretación más icónica de la carrera de Giulietta Masina sino que figura entre las más reverenciadas de la Historia, tal y como dijo la crítica norteamericana en su momento en lo ofrecido por Masina en "Las noches de Cabiria" hay más gracia y coraje que en muchas producciones que nos pueda ofrecer Hollywood. Se llevó los premios a la mejor actriz en los festivales de Cannes y San Sebastián, y también el otorgado por los críticos italianos. Fellini también se alzó con el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Neil Simon la llevó a los escenarios de Broadway con el musical “Sweet Charity” cuya adaptación cinematográfica dirigió Bob Fosse con Shirley MacLaine como protagonista con el título en España de "Noches en la ciudad" (1969).

La carrera de Masina consiguió desarrollarse al margen de la figura de su esposo siendo en todo momento consciente de que no le podía hacer sombra a alguien que tras los éxitos internacionales de “La strada”, “Las noches de Cabiria” y el bombazo que supuso el estreno de “La dolce vita” (1960) era uno de los directores más reverenciados del mundo. La Masina rodó a las órdenes de Claude Chabrol (“Landrú”), Eduardo de Filippo (“Fortunella”) y Julien Duvivier (“La gran vida”). El fracaso de la última de ellas hizo que Masina frenara su carrera para dedicarse a su vida personal. Regresó con “Giulietta de los espíritus” (1965), de nuevo dirigida por Fellini, una cinta que no dejaba de tener conexión con ella, una mujer que intentaba lidiar con la sombra de su marido y también con las infidelidades y que se apoya en una vecina que podría ser una chamana moderna del siglo XXI, una historia que inspiró a Woody Allen para rodar "Alice" (1990). Ganó su primer David di Donatello.

Debutó en el cine en inglés con “La loca de Chaillot” (1969) de Bryan Forbes, en donde coincidió con Katharine Hepburn, y su carrera cinematográfica prácticamente finalizó ahí. A partir del año 1966 trabajó en la radio, con un programa llamado "Cartas a Giulietta Masina" que cosechó un éxito enorme, algunas de las epístolas que recibía de la audiencia terminaron recopiladas en un libro. En la televisión participó en una serie de producciones, como “Eleonora” de Silverio Blasi y “Camilla” de Sandro Bolchi que también tuvieron una gran aceptación. 

Volvió de una manera triunfante a la gran pantalla con otro título de Federico Fellini, “Ginger y Fred” (1985), en donde junto a Marcello Mastroiani interpretó a una antigua pareja de baile que imitaban a Ginger Rogers y Fred Astaire y que se reúnen gracias a un programa de televisión muy de la era de Silvio Berlusconi. Una crítica tan directa al máximo estandarte de la industria televisiva que provocó que las películas de Fellini dejaran de emitirse en la factoría de Berlusconi. Masina volvió a ser premiada con un David di Donatello. La actriz se despidió del cine con la francesa “Hoy, quizá” (1991) de Jean-Louis Bertucelli. 

Su historia con Federico Fellini fue un flechazo, él afirmó que realmente nació cuando conoció a Giulietta Masina trabajando en una emisora de radio en donde él era un guionista de seriales y ella una actriz. Se volvieron inseparables y no tardaron más de un año en contraer matrimonio. A los pocos meses la pareja sufrió un duro golpe ya que Giulietta sufrió un aborto tras caer por una escalera. Un nuevo embarazo culminó con el nacimiento del primogénito al que llamaron Pier Federico pero el pequeño falleció a los once días víctima de una encefalitis. Giulietta y Federico sobrevivieron a la tragedia de perder a dos hijos y se volcaron en sus carreras porque se vieron incapaces de volver a pasar por ese trance. Antes de que Fellini le diese una vuelta al cine italiano de la posguerra con "La strada" era el marido de Giulietta Masina ya que su inicial faceta en la radio le llevó a convertirse en una de las voces más queridas de Italia gracias al éxito del serial "Terziglio" que era un soplo de aire fresco en el golpeado país transalpino. 

Quienes fueron testigos del nacimiento de su relación no apostaron por el futuro de la pareja porque tenían muy poco en común. Giulietta provenía de una familia burguesa, con una marcada formación católica y era un dechado de virtudes. Federico era lo más parecido a un buscavidas que comenzaba a asentarse en eso de la supervivencia gracias a un innegable talento. También mantuvo siempre una relación llena de altibajos con la religión, algo que quedó patente en muchas de sus obras. Giulietta era una fumadora empedernida, su característica voz cascada se debía a las varias cajetillas que se fumaba a diario, su marido no soportaba el tabaco y durmieron en habitaciones separadas desde el principio. Antes de conocer a Giulietta era un picaflor y durante su matrimonio no disimuló su interés por otras féminas. Tenían visiones diferentes en torno a la vida pero no sobre el arte, ambos estaban obsesionados con alcanzar la perfección y eran conscientes de que con el sacrificio podían sacar lo mejor de sí mismos. 

Federico Fellini no tardó en comprender que Giulietta Masina era su refugio. Físicamente no tenía nada que ver con las mujeres que le gustaban, Masina era lo opuesto a las señoras de generosas formas que tanto poblaron su obra y sus fantasías eróticas. Era muy menuda, frágil y con un rostro agradable pero de esos que no llaman poderosamente la atención. Pero había algo en ella que le cautivó, su disciplina y afán de superación. Cuando entró en contacto con el mundo de ella se deslumbró ante su pragmatismo y el orden que la rodeaba y comenzó a hallar la estabilidad, en ese momento Fellini iba de aquí para allá tratando de sobrevivir mientras la población italiana iba a la deriva. Su relación se basó en el profundo amor que sentían, que también tenía un marcado sentido paternal, en la admiración y en el respeto. Ambos tenían un concepto diferente de la fidelidad y Giulietta, aunque siempre se consideró celosa, supo ser tolerante con las aventuras de su marido, primero porque quería evitar cualquier escándalo y segundo porque sabía que sin ella Federico no podría sobrevivir. Giulietta no sólo era quien inspiraba al genio como artista sino el motor que mantenía con vida al hombre. 

La muerte de Fellini llegó el 31 de octubre de 1993, meses después de que recogiera el Oscar honorífico y de haberse sometido a un bypass en Zurich para mejorar el estado de su corazón pero que terminó derivando en problemas neurológicos que precipitaron su final. En ese momento Giulietta Masina ya sabía que estaba sentenciada por un cáncer de pulmón en un estado muy avanzado y trató de disimular su enfermedad para que Federico no sufriera. El adiós a Fellini supuso la última aparición pública de Giulietta Masina que cinco meses después, el 23 de marzo de 1994, fue devorada más por la pena que por la enfermedad. 

Mary Carmen Rodríguez

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