Historias víricas (VII): Mosca

Historias víricas (VII): Mosca

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Querido Teo:

A mediados del siglo XIX, la pequeña isla del Príncipe, situada frente a las costas de Guinea Ecuatorial (hoy es estado independiente junto a la isla vecina de Santo Tomé), era un enclave portugués cercano al corazón de África, y prosperaba gracias a Doña María, una dama noble cuyas tierras y palacios se extendían por toda la colonia. Doña María era una terrateniente emprendedora y preocupada por el desarrollo de "su isla". Mandó comprar vacas y toros de Gabón, para comenzar una actividad ganadera que mejoraría el bienestar de sus conciudadanos, y su propia fortuna y reputación, aunque probablemente no en ese orden.

A nadie se le hubiera pasado por la cabeza considerar nada extraordinario que las reses tuvieran algunas moscas de compañeras. La mosca tse-tsé, sólo se extendía entonces por el África oriental subsahariana, donde provocaba epidemias continuas de la enfermedad del sueño. Pero la buena idea de la ganadería, hizo necesario importar mano de obra de Angola. La tse-tsé, compañera del ganado, se cebó con los recién llegados, que quedaron contaminados por el parásito. A partir de entonces, en pocas semanas, hubo que sacrificar a todo el ganado mientras la gente moría a centenares. En 1907, sobrevivían 350 personas de una población de 5.000. Finalmente, la isla quedaría prácticamente desierta hasta su repoblación años más tarde.

Muchos reconoceréis la frase: "El doctor Livingstone... Supongo". Expresa la alta autoestima que poseen los británicos sobre su famosa flema, capacidad extraordinaria para mostrarse indiferente ante las mayores sorpresas, adversidades o proezas. Se adjudica al periodista y explorador Henry Morton Stanley, que en condiciones muy duras, tuvo que recorrer todo el África ecuatorial para cumplir con un encargo del director del diario New York Herald: localizar al profesor perdido. Se ha contado infinidad de veces el momento del encuentro de ambos, remarcando la "naturalidad" que expresaba semejante saludo, pero es mucho menos conocido y también mucho más letal un segundo encargo.

Se trataba de rescatar al explorador y médico alemán Eduard Schnitzer. Fue localizado por Stanley en el lago Alberto, entre Uganda y el Congo, donde estaba bloqueado por una insurrección. Stanley lo rescató. Fue celebrado como un nuevo éxito del gran explorador y reportero, lástima que durante su periplo, Stanley propagó la enfermedad del sueño que él mismo había contraído, provocando la muerte de cerca de 60.000 indígenas en las islas de Buvuna, de 200.000 en la orilla ugandesa del lago Victoria y de más de medio millón a lo largo del río Congo, dando por descontado que las cifras solo pueden ser aproximativas.

Carlos López-Tapia

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