In Memoriam: Alain Tanner, una voz frente al conformismo

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Querido Teo:

La muerte del director suizo Alain Tanner a los 92 años pone en valor la filmografía de un nombre demasiado olvidado por las nuevas generaciones y que no necesitó de una carrera extensa para asentar su nombre. Siempre a contracorriente y crítico por el inmovilismo tanto de su país como del orden mundial dejó una serie de títulos entre los que destacan “La salamandra” (1971), “Jonás, que cumplirá los 25 en el año 2000” (1976), “Messidor” (1979) o “En la ciudad blanca” (1983).

Alain Tanner fue la réplica suiza de los nuevos aires promovidos por la Nouvelle Vague en Francia y que influyó de manera notoria en el cine europeo de las siguientes décadas. Nacido en Ginebra en 1929, y tras estudiar Ciencias Económicas, tuvo claro que lo suyo era el cine desde que trabajó como ayudante de producción en el British Film Institute.

“Charles, vivo o muerto” (1969) fue el primer trabajo de Tanner ganando en el Festival de Locarno, un trampolín que le llevaría a “La salamandra” (1971), una crítica social sobre la diferencia de clases a través de lo que rodea a una chica de clase trabajadora que es sospechosa de haber asesinado a su tío. Misma diatriba tuvo lugar en "El retorno de África" (1973) y “El centro del mundo” (1974) y los ecos (y decepción) que venían del Mayo francés quedaban palpables en “Jonás, que cumplirá los 25 años en el año 2000” (1976). Algunos de estos títulos fueron colaboraciones con el escritor John Berger, una de sus relaciones artísticas más fructíferas.

Ganó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes con “A años luz” (1981) y con “En la ciudad blanca” (1983) ofreció su cinta más conmovedora con un Bruno Ganz en un momento existencial deambulando por las calles de Lisboa. “El hombre que perdió su sombra” (1991), “El diario de Lady M” (1993), “Réquiem de Alain Tanner” (1998), “Jonás y Lila” (1999) y “Flores de sangre” (2002) completan una filmografía marcada en ese segmento de la misma por su relación con la actriz, guionista y directora Myriam Mézières fomentando más el erotismo y la vanguardia que la crítica social y la acidez sobre nuestro tiempo.

Nacho Gonzalo

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