In Memoriam: Jean-Paul Belmondo, el estilo de un icono

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Querido Teo:

Jean-Paul Belmondo no actuaba bien ni seguramente tuvo una carrera envidiable, más allá de los títulos míticos de la Nouvelle Vague en los que participó, pero sí que supo sacar partido a su característico rostro cincelado por el carisma que le dio la pantalla y que le convirtió en una de las presencias más magnéticas del cine. El actor francés ha fallecido a los 88 años siendo más un icono que otra cosa ya que desde hace mucho tiempo seguía siendo uno de los nombres pertenecientes a una época concreta del cine que con su estilizada corriente, libre y revolucionaria en su momento, traspasó fronteras dejando siempre para el recuerdo sus trabajos en "Al final de la escapada" (1960) y “Pierrot, el loco” (1965) pero también los de “Dos mujeres” (1960) o “El confidente” (1962).

Una chulería innata ya marcada desde su juventud en el barrio de Neully-sur-Seine en el que nació criado en una familia de bohemios, su padre era un escultor italiano y su madre una pintora que utilizaba a su hijo como modelo, y que le llevó siempre a no seguir lo establecido, como los caprichosos castings a los que tuvo que someterse en sus inicios. Es conocida la anécdota en la que realizó una peineta al jurado que tuvo que evaluar una actuación suya en el Conservatorio de Arte Dramático de París, del cual fue rechazado previamente en tres ocasiones.

Esta figura indomable y genuina se convirtió en una estrella gracias a Jean-Luc Godard con "Al final de la escapada" (1960) en el que junto a Jean Seberg paseaba por París divagando sobre la vida corriendo, en descapotable o en la intimidad de una habitación. Había debutado con "A pie, a caballo y en coche" (1957) y, aunque rodó con Claude Chabrol "Una doble vida" (1959), el encuentro con Godard en el corto "Charlotte et son Jules" (1960) fue lo más definitorio para su carrera.

Con Godard repetiría en "Una mujer es una mujer" (1961) y "Pierrot el loco" (1965) rodando también con Claude Chabrol ("Doble vida"), Vittorio de Sica ("Dos mujeres"), Louis Malle ("El ladrón de París"), François Truffaut ("La sirena del Mississippi"), Peter Brook ("Moderato cantabile"), Agnès Varda ("Las cien y una noches"), Jean-Pierre Melville ("Leon Morin, sacerdote") o René Clément ("¿Arde París?") dando rienda suelta a su faceta canalla y caradura que con el tiempo derivó también en personajes amorales o gangsters incluso prestándose él mismo para rodar las escenas de acción.

Aficionado al fútbol y al boxeo en su juventud, logró un físico atlético y una nariz quebrada, que le darían ventajas en su carrera cinematográfica. Pocos llevaron un sombrero y posaban un pitillo entre los labios como él conformando una imagen que fue explotada en los 60 pero que derivó en proyectos comerciales y alimenticios en apuestas llenas de acción y humor las cuales convencían más al público que a la crítica que había aupado al actor en su momento. Es el caso de "El hombre de Río" (1964), "Casino Royale" (1967), "Cómo destruir al más famoso agente del mundo" (1973) o "El profesional" (1981) que, entre otros títulos, le convirtieron en el actor más taquillero de Francia.

Nunca fue visto como un actor respetado, que es lo que ocurre cuando se empieza a peinar canas, sino que más bien era considerado como el representante de una época que nunca volvería, hecho a lo que tampoco ayudó que el actor se prodigara poco en las pantallas más allá de la década de los 70. Se llevó el premio César por “El imperio del león” en 1989 pero lo que se antojaba como un premio con sabor a homenaje se truncó al ser rechazado por el actor. Sí que recibió el tributo del Festival de Cannes en 2011, del Festival de Venecia en 2016 y de los propios César en 2017.

Los últimos años estuvieron marcados por problemas de salud (una apoplejía en 2001), algunas declaraciones poco políticamente correctas y el culto a esa rivalidad fingida siempre cultivada a lo largo de los años junto a su otro coetáneo, Alain Delon, tanto en la pantalla en cintas como "Borsalino" (1970) como fuera de ella, representando ambos dos estilos diferentes de los que el cine supo aprovecharse como imaginario de ideales representados en la pantalla, aquellos que fomentan el enamoramiento de unos y el deseo de emulación  por parte de otros.

Según su abogado el actor se ha apagado plácidamente tras una vida intensa en la que se llevó de calle a las bellezas de la época en su rol de "el feo más guapo", una de sus relaciones más largas fue con Ursula Andress, y también protagonizó sonados romances y escándalos relacionados con estafas de algunas de sus parejas.

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Nacho Gonzalo

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