“Mulholland Drive”, el cine como arte abstracto

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Querido Teo:

"Mulholland Drive" sigue siendo 20 años después una de las cintas más inclasificables del cine contemporáneo, confirmando lo que se estimaba en su momento, la consagración del estilo de un David Lynch que volvía a su universo perturbador, onírico y subyugante que le llevó al estatus que ostenta gracias a "Twin Peaks". Como si la película fuera esa carretera de la que toma el título su recorrido es sinuoso e imprevisible y lo que comienza como un thriller termina derivando en una de esas experiencias fílmicas que nunca se olvidan, básicamente una historia (como tantas) de amor y sueños rotos.

Betty Elms, una joven aspirante a actriz, llega a Los Ángeles para convertirse en estrella de cine y se aloja en el apartamento de su tía. Allí conoce a la enigmática Rita, una mujer que padece amnesia a causa de un accidente sufrido en Mulholland Drive. Las dos juntas deciden investigar quién es Rita y cómo llegó hasta allí con la única pista de lo que encuentran en su bolso; una llave y un fajo de billetes.

A partir de ahí suceden historias paralelas, distintos personajes que aparecen sin orden ni concierto y de telón de fondo el siempre fascinante pero cruel y poco confiable mundo de Hollywood, una fábrica de sueños y pesadillas a la que se dedican continuos homenajes a títulos recordados como “Gilda” (el nombre de la protagonista aspirante a actriz es Rita), “El crepúsculo de los dioses” (la lujosa mansión) o la peluca que se pone Rita y que recuerda a la transformación de  “Vértigo”.

Esa es la premisa argumental que, a lo largo de la película, se presenta como un apasionante rompecabezas para el espectador más minucioso que ve como toda su trama cae como un castillo de naipes con una descorazonadora parte final desarrollada en “El club del silencio” que hace que nunca comprendamos bien qué es realidad y qué es ficción. Para algunos eso sería ya de por sí la magia del cine y del arte y, si es así, “Mulholland Drive” cumpliría su objetivo como un ejemplo de cine negro con estética neo que propone que sea el espectador el que tenga que completar los huecos en blanco.

El director ya experimentó con el componente erótico en “Corazón salvaje” (1990), con el juego dialéctico entre Willem Dafoe y Laura Dern en el que éste le susurraba la oído que le dijera la palabra “fóllame”, y también en “Terciopelo azul” (1986) en la que Dennis Hopper no podía resistirse a las bragas de Isabella Rossellini. David Lynch daba ahora un paso más en este terreno con la escena protagonizada por las dos mujeres del film (Naomi Watts y Laura Elena Harring) en las que, como si fueran dirigidas por un voyeur, daban rienda suelta a una escena morbosa y lésbica. Naomi Watts declararía que fue la escena de sexo más fácil de rodar en toda su carrera porque no había ninguna tensión sexual entre ellas pero, a pesar de ello, el resultado eleva la temperatura suponiendo en su momento uno de los momentos más calientes vistos en pantalla.

David Lynch venía de la reparadora y clasicista “Una historia verdadera” (1999), toda una rareza en su filmografía, pero lejos de acomodarse en un cine más convencional y accesible para el gran público volvió con “Mulholland Drive” a esos universos que sólo una mente tan lúcida y peculiar como la suya puede orquestar.

Un proyecto que nació como serie de televisión para la ABC pero que, tras años sin poder llevarse a cabo, terminó convirtiéndose en película contando con un doble riesgo; su inexplicable y confuso argumento y el contar como protagonistas con dos actrices desconocidas en ese momento que servían para adoptar ese aire de musas casi mitificadas que encajaban bien con el espíritu de una película en la que muchas veces no se sabe qué es fruto de la ensoñación y qué no.

La gran beneficiada de “Mulholland Drive” fue Naomi Watts que encandiló a la crítica con este film. Accedió a proyectos de importancia y logró una más que merecida candidatura al Oscar por “21 gramos” de Alejandro González Iñárritu. Pero Laura Elena Harring no tuvo tanta suerte aunque también es verdad que su interpretación no fue tan destacada. Participó en títulos como “John Q”, “Willard”, “The punisher”, “El amor en los tiempos del cólera” y en series como “Ley y orden”, “The Shield”, “Gossip girl” y “NCIS: Los Ángeles”. Con David Lynch volvió a trabajar en el cortometraje “Rabbits” y en “Inland Empire”.

“Mulholland Drive” es cine abstracto pero sobre él emerge la industria de Hollywood en su lado más descarnado al hablar también de la cosificación del cuerpo, de la corrupción y de los asesinatos que dinamitan cualquier atisbo de integridad moral en una selva en la que sólo queda sobrevivir frente a los intereses de los que llevan la batuta. Las ambiguas lecturas que genera y la libre interpretación de sus muchas capas son la riqueza de una cinta única y potente en lo visual y narrativo en la que sobre el hecho de ver a las mismas actrices dando vida a distintos personajes también asistimos conduciendo en esa carretera perdida al rumbo del pasado al futuro de una aspirante a actriz y una amnésica, las cuáles se descubren a sí mismas mientras van ayudando a la otra a ser quién realmente es.

“Mullholland Drive es un lugar muy hermoso de día. Tiene vistas del Valle de San Fernando a un lado y de Hollywood al otro y ha permanecido prácticamente sin cambios a lo largo de los años. Pero por la noche es una carretera misteriosa y oscura”, palabras del propio director que siempre ha jugado con la capacidad de la mente y hasta dónde ésta es capaz de llegar aglutinando las ideas que entran y salen de su cabeza confluyendo en un todo que finalmente da como resultado una cinta como la que nos ocupa, la cual no sería lo mismo sin la música de Angelo Badalamenti y el uso del tema Crying de Roy Orbison en la voz de Rebekah del Rio con una conmovedora versión a capela que deja otro de los grandes momentos iconográficos y musicales de la carrera del director.

“Mulholland Drive” se convirtió en la sensación crítica del año ganando el premio al mejor director en el Festival de Cannes y meses después fue aupada también en la carrera de premios con 4 nominaciones al Globo de Oro (película, director, guión y música) y la candidatura al Oscar a mejor dirección, la tercera y última de la carrera de Lynch. En 2016 la BBC la nombró la mejor película del siglo XXI y 20 años después se ha mantenido como una de esas películas arriesgadas y artísticas que llevan el lenguaje cinematográfico, y lo que ello transmite al espectador, a otra dimensión.

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Nacho Gonzalo

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