Recordando clásicos: "Cena de medianoche" (1937), el genio romántico de Frank Borzage

Recordando clásicos: "Cena de medianoche" (1937), el genio romántico de Frank Borzage

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Querido Teo:

Se suele decir que el paso del tiempo es cruel y quizás una de las mayores crueldades que comete es sumir en el olvido a grandes talentos que, por no estar en el momento, en el lugar correctos o simplemente por no tener la estrella adecuada, desaparecen dilapidados por el paso de los años. Este mes os traigo uno de esos terribles casos, ya que lamentablemente el siglo XXI parece haber olvidado a Frank Borzage, un magnífico director al que me acerco cada vez que me asalta la vena romántica y os aseguro que nunca me decepciona, permitidme que os presente.

Frank Borzage nació un 23 de Abril de 1894 en el seno de una familia con más miembros que recursos, por lo que se vio obligado a abandonar la escuela siendo un niño de tan sólo 12 años y comenzó a trabajar en las minas de plata para poder comer. Con unos orígenes tan dramáticos, y sobre todo tan alejados del mundo artístico, quién hubiera podido pronosticar que el joven Frank se convertiría en uno de los mejores directores de la Historia del cine y sin duda uno de los que con más acierto plasmó en el celuloide el amor romántico.

Debido a su pasión por el mundo artístico pronto abandonó la mina y comenzó a trabajar en el teatro y de ahí como tantos otros, dio el salto al mundo del cine, primero como actor y más tarde como director.

Su paso por el cine mudo fue muy prolífico y poco a poco fue construyendo una impresionante carrera que culminó en 1927 cuando fue el primer ganador al Oscar a mejor director gracias a "El séptimo cielo". Podría parecer que había llegado a la cima de su carrera pero, para mi gusto, su culmen como director lo alcanzó en la década de los años 30, realizando una serie de obras que le consagrarían como uno de los grandes del cine clásico estadounidense. Desgraciadamente los años 40 trajeron su declive y final caída por una serie de problemas con el alcohol y conyugales lo que, unido a los nuevos gustos del público que ya no se sentía atraído por el romanticismo poético y trágico de este director, hizo que quedara relegado a producciones de serie B hasta su fallecimiento por cáncer en 1962.

Resulta harto complicado elegir solamente una película de una obra tan extensa y tan plagada de obras maestras, pero como por algún lado hay que empezar yo me he decidido recomendaros "Cena de medianoche" (1937). La película que os traigo este mes nos cuenta la historia de Irene, una mujer infelizmente casada con un hombre violento y posesivo del que trata de huir, topándose con Paul, un misterioso hombre del que caerá perdidamente enamorada. A partir de ahí se irán sucediendo una serie de encuentros y desencuentros alrededor de tres cenas a medianoche.

No quiero desvelaros más de la trama porque cuánto menos sepáis mejor, a medida que avanza la película se van dando una serie de situaciones a cada cuál más rocambolesca tocando los géneros más dispares, os aseguro que vais a encontraros desde romance, cine negro, aventuras, catástrofes (sí, ¡CATÁSTROFES!) y todos maravillosamente ensamblados. Esta argamasa extraña de géneros es la razón por la que he decidido escribir este mes sobre "Cena de medianoche" en la que sólo un hombre con el increíble talento de Borzage puede plasmar una historia tan inverosímil en unas imágenes tan hermosas que se nos olvida que lo que estamos viendo apenas tiene sentido.

Los papeles principales están fantásticamente interpretados por Charles Boyer y Jean Arthur, él más encantador que de costumbre y ella tan hermosa como siempre, ambos derrochan carisma en cada escena y tienen una química extraordinaria. Especialmente reseñables me parecen los bailes que comparten, en los que Borzage juega con una mezcla de planos generales y primeros planos que los dotan de un aura completamente mágica. Y ese detalle de los zapatos… ay, los zapatos, eso es cine con mayúsculas.

Mención aparte merecen Leo Carrillo, como inseparable amigo de Boyer, y Colin Clive como despiadado marido, el segundo cumple satisfactoriamente en un papel que no le deja mucho espacio para el lucimiento, pero el primero compone un personaje muy entrañable que funciona maravillosamente como alivio cómico y, aunque a mi modo de ver sus apariciones se alargan demasiado, no puedo negar que es un hombre con mucho encanto al que estoy segura que cogeréis cariño.

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Mrs. Muir

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