San Sebastián 2021: Un western que desmitifica roles, Jessica Chastain pletórica y François Ozon plantea la muerte digna

San Sebastián 2021: Un western que desmitifica roles, Jessica Chastain pletórica y François Ozon plantea la muerte digna

1 Sarcofago2 Sarcofagos3 Sarcofagos4 Sarcofagos5 Sarcofagos (1 votos, media: 5,00 de 5)
Cargando...

Deja tu comentario >>

Querido Teo:

Fuera intencionadamente o no San Sebastián logró en la jornada del jueves 23 de septiembre una programación digna del Festival de Toronto ofreciendo dos de las películas más publicitadas este año como son "El poder del perro" y "Los ojos de Tammy Faye" con dos actores a la cabeza, Benedict Cumberbatch y Jessica Chastain, que bien podrían tener mucho que decir este año en la carrera de premios gracias a unos trabajos que les rescatan de un bache en sus carreras tras el fulgurante recorrido que llevaban a primeros de la década. Un día culminado también con el nuevo trabajo del prolífico François Ozon exponiendo el tema de la muerte digna en Francia.

“El poder del perro”, un western que bulle en su interior // Perlas

“El poder del perro” ha llegado al circuito festivalero como la gran apuesta de Netflix, no sólo por salir con el premio a la mejor dirección en el Festival de Venecia y por quedar finalista en el Premio del Público, sino por el hecho de que la directora Jane Campion vuelve al cine demostrando su oficio 12 años después de su último trabajo.

Un western centrado en dos hermanos que son propietarios de un gran rancho en Montana, uno más sumiso y el otro más furioso y maquiavélico produciéndose un distanciamiento entre ellos cuando el primero se case con una viuda del pueblo lo que dejará descolocado al otro hermano, el cual no dudará en minar la estabilidad de su cuñada mientras martiriza al hijo de ésta, un joven sensible y afeminado que estudia por su cuenta para ser médico y que es pasto de burlas por no encajar en ese rol puramente masculino que representa el cowboy.

“El poder del perro” va a ser una de las películas destacadas de este año pero ello no la convierte en una cinta brillante, primero por cierta irregularidad en el trazo de la historia y segundo por tener muy buenos mimbres pero no mayores que otros westerns recientes que han llegado a pantallas los últimos años, bien sea de manera evidente o referenciada. Lo más interesante de la película es ese ecosistema claustrofóbico que crea y la personalidad del personaje de Phil Burbank que le permite a Benedict Cumberbatch lucirse poniéndose al servicio del símbolo usamericano por antonomasia su clase británica.

Uno de los mejores trabajos de su filmografía como un ser rabioso que esconde en silencio su verdadera tendencia y que no está preparado para sentir algo por alguien inesperado más allá de su fachada de odio bañada por el prejuicio. Es por ello que lo que parte de un juego de artimañas a capricho de este personaje deriva en cómo una persona alejada de todo ello se siente tocada por el sentimiento del amor de manera imprevista no sólo desde un punto de vista de atracción sino para cubrir un vacío paternal que no ha cubierto en una historia que brilla sobre todo a la hora de mostrar el deseo reprimido y la vía de liberación bajo el sonar de una melodía envolvente en forma de elegía.

Un trabajo sutil y medido que explora la masculinidad en sentido amplio sorprendiendo en su devenir siendo ello lo más interesante, así como el subtexto que plantea entre los personajes de Benedict Cumberbatch y Kodi Smit-McPhee, por encima de cualquier enfrentamiento entre hermanos o las cuitas entre Phil con el personaje de Kirsten Dunst, una mujer voluble y frágil llena de inseguridad y con tendencia al alcohol como ahogo de problemas, la cual sigue traumatizada por el suicidio de su marido.

Por supuesto la cinta tiene otra protagonista y esa no es otra que la combinación de fotografía y música a cargo de Ari Wegner y Jonny Greenwood que crean un conjunto modélico rodado con suma belleza y sorprendente tanto en su desarrollo como en su simbolismo creando atmósfera y tensión psicosexual en una cinta que bien recuerda a otras como “Pozos de ambición” (2007) quedando algo engullida por su ensimismamiento y sus buenos mimbres estéticos, que por momento descabalgan a la pel´ícula en interés acrecentándose cierta bruma con ecos de tedio, pero dejando un marchamo de calidad innegable en un juego malsano de seducción, poder y muerte.

“Los ojos de Tammy Faye”, una pletórica Jessica Chastain // Sección Oficial

San Sebastián ha podido contar en la sección oficial con el nuevo trabajo de Michael Showalter, un director más que interesante anclado sobre todo en la comedia inteligente o introspectiva (“Hola, mi nombre es Doris”, “La gran enfermedad del amor”) centrándose ahora en la figura real de los telepredicadores Jim Bakker y Tammy Faye Bakker, los cuales refugiados en la religión desde su juventud intentan difundir la palabra de Dios luciendo también su ego y ambición convirtiéndose en estrellas televisivas primero al servicio de otros y después como impulsores de su propia cadena religiosa.

Dos auténticos iconos dentro de la cultura popular televisiva de los 70 y los 80 que no obstante, a pesar de su devoción cristiana, también estuvieron en los papeles por sus infidelidades, problemas económicos y estafas en las que se vieron envueltos.

“Los ojos de Tammy Faye” es una de esas películas poco lustrosas pero que no engañan a nadie en lo que son, adoptando una estética afeada con la que intentan parecerse a esos programas de cable que enarbolan fingida felicidad, vistosidad general y números musicales. Un ambiente en el que se movió muy bien esta pareja, especialmente ella metiéndose al público en el bolsillo con su aparente ingenuidad y alegría de vivir mostrada en sus actuaciones musicales y en sus discos, siempre defendiendo mensajes de fe, seguridad, solidaridad y confianza.

Es por ello que la película es todo un lucimiento especialmente para Jessica Chastain, acompañada por un solvente Andrew Garfield, y secundada por Cherry Jones o Vincent D’Onofrio. La actriz está colosal siendo la mujer que está detrás de esa máscara llena de capas de maquillaje y pelucas imposibles, en realidad alguien que sólo quiere sentirse querida y valorada tanto por los suyos como por su público, casi como una niña en un mundo idealizado con voz de Betty Boop y punzante risa nerviosa.

El auge y caída de una estrella convertida en juguete roto que aunque exprimió su momento de gloria también vivió la condena del olvido y sobre todo el desprecio de un medio televisivo que no sólo no quería contar con nombres en cierta manera empañados desde un punto de vista reputacional (por muy grande que fuera el éxito conseguido antaño) sino que los nuevos ejecutivos entendía que era el momento de dirigir el timón hacia otro tipo de programas y formatos. Un retrato sobre la hipocresía de la religión y sobre ese sueño americano en busca de gloria reconvertida tiempo después en amargura.

Podrá ser un biopic líneal, caricaturesco o cutre pero Jessica Chastain, reforzando la empatía con su personaje y su empeño en el proyecto siendo productora del mismo, está sencillamente brillante como una mujer tan decidida como frágil empujada por sus ganas de gustar y, sobre todo, sintiendo que tiene cierta responsabilidad de difundir los valores de la fe a través de su voz, entrevistas y canciones.

Ver a Tammy Faye teniendo una entrevista con un enfermo de sida, en plena época de oscurantismo de la enfermedad, intentar sacar adelante su matrimonio a pesar de todo incluso cuando la relación entre ellos ya es más utilitarista que amorosa, o un número musical final que busca congraciarse con el personaje y realzar el mayúsculo trabajo de Chastain que se zambulle en el personaje, deja finalmente, a pesar de sus indudables defectos, un buen sabor de boca en una cinta poco atrevida pero sí práctica a la hora de pulsar los resortes para el público deje de lado su cinismo y acabe entrando en la propuesta de estos tipos más patéticos que inspiradores elevados gracias al talento de una Jessica Chastain impagable que lo da todo dando alma, cuerpo, gracia, vulnerabilidad y emoción a Tammy Faye Bakker.

“Todo ha ido bien” (François Ozon), una muerte digna // Perlas

François Ozon siempre es garantía estemos ante una de sus películas más lúcidas o menores, tal es el caso de “Todo ha ido bien” en la que el prolífico director francés plantea un debate que parece superado en algunos países como el nuestro pero que en Francia sigue siendo espinoso como es el derecho a la muerte digna.

Una historia que adapta la novela de Emmanuèle Bernheim, fallecida guionista colaboradora en algunos de los trabajos de Ozon que contaba allí la petición de su padre, un prestigioso galerista de arte, para terminar con su vida tras sufrir un infarto.

Una decisión a la que se enfrenta una familia burguesa que tendrá que confrontar sus diferentes puntos de vista al respecto, si esperar a la muerte dejando a que la providencia marque el rumbo o aprovecharse de su condición social para burlar la ley y cumplir los deseos de un padre dependiente que ha dejado de ser el que era pero que, aún así tiene conocimiento para saber cómo quiere encarar lo que el destino le ha puesto en el camino teniendo la claridad de que no quiere vivir así optando por ir a Suiza para cumplir allí su deseo.

La situación provocará el estupor en dos hermanas que frente al shock inicial tendrán claro, a pesar de sus ideas y reticencias, en que su padre merece ser escuchado y atendido como quiere. La película se ve bien y logra no caer en el sentimentalismo, optando más por la sobriedad, las pequeñas situaciones familiares y costumbristas (a pesar de lo forzado del amante del enfermo) y las dosis de humor negro, sin dejar de lado los momentos más duros de una situación irreversible conmocionando la entereza de un hombre tomando una decisión de tal calibre con todas las consecuencias.

“Todo ha ido bien” falla en los flashbacks pero acierta en la forma de tratar esta situación con verdad, emoción y sutilidad, sin aspavientos, llegando a gran altura en esa última cena familiar opípara o en el encuentro entre la hija y la mujer suiza que le expone cómo serán los últimos momentos de su padre si deciden dar el paso teniendo que superar los vericuetos legales y éticos de una Francia amante de la libertad individual pero todavía anquilosada en algunos temas.

Ver a Sophie Marceau y André Dussollier con la complicidad de una hija y un padre ante ese momento tan trascendental, y la aparición de dos leyendas europeas como Charlotte Rampling y Hanna Schygulla, redondean un visionado que, sobre todo, bien vale por ese mensaje de abrazar la vida como uno quiere teniendo derecho a disfrutarla en condiciones y en no prolongar la agonía de un momento irreversible pudiendo decir con la cabeza alta y con la tranquilidad de sentirse honesto consigo mismo de que, a fin de cuentas, uno ha sido dueño de su destino y que todo ha ido bien.

Nacho Gonzalo

¿Compartes?:
  • email
  • PDF
  • Print
  • RSS
  • Meneame
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Google Bookmarks
  • Twitter
  • FriendFeed
  • LinkedIn

Comentarios

Suscríbete
Notificar
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Me encantaría conocer tu opinión, comenta.x
()
x