Título "Blake Edwards o atrapar un rayo en una botella"

Autor: Andrés y Santiago Rubín de Félix

Editorial TB Editores

 

Capítulo VII

Tras la pista de la pantera

 

 

[La Pantera Rosa, Un nuevo caso del Inspector Clouseau, El regreso de la Pantera Rosa, La Pantera Rosa ataca de nuevo, La venganza de la Pantera Rosa, Tras la pista de la Pantera Rosa, La maldición de la Pantera Rosa y El hijo de la Pantera Rosa]

 

A estas alturas a nadie le debe caber la menor duda de que gran parte de su popularidad y prestigio se los debe Blake Edwards a la Pantera Rosa, una de las sagas más populares de la Historia del Cine. Compuesta de ocho títulos1, realizados entre 1964 y 1993, años respectivos del original y de El hijo de la Pantera Rosa (Son of the Pink Panther, 1993) -título que cierra la filmografía del director americano-, la serie tuvo un inmenso éxito de público, que provocó, entre otras cosas, la aparición paralela de una serie de dibujos animados2 basada en los personajes creados por Edwards. Sin embargo, la saga no sólo fue perdiendo la frescura y originalidad de las primeras entregas -especialmente La Pantera Rosa y Un nuevo caso del Inspector Clouseau- con cada nuevo título, sino también, en su irregularidad, fue difuminando su acabado meticuloso y preciso, así como su detallada concreción. Y si bien es cierto que Edwards, Richlin, Blatty, Waldman, y demás guionistas que trabajaron en ella, trataron de desarrollarla con nuevas peripecias, personajes –el creciente protagonismo del Subcomisario Dreyfus3 a medida que avanzó la serie-, localizaciones exóticas, etc; no lo es menos que con el paso de los años las nuevas entregas fueron acusando, y no precisamente de una manera lenta, síntomas inequívocos de fatiga.

«Sí, como veis, siempre puedo hacer otra Pantera Rosa. Me mantienen ocupado.»4, reconocía Edwards en 1981 ante el inminente estreno de la, hasta entonces, última entrega de la saga, Tras la pista de la Pantera Rosa. Y a pesar del tono algo ligero de dicha afirmación, éstas palabras nos permiten pensar en la serie de las Panteras Rosas como en una especie de refugio en el que Edwards ha buscado cobijo en determinados períodos inestables de su carrera. Así, tras las dos primeras entregas de la serie (una virada, por fortuna, hacia la comedia en el último minuto, y la otra un encargo también pertinentemente remodelado hacia los intereses del propio Edwards), enormemente exitosas, y un paréntesis de diez años, Edwards retomó enérgicamente la serie –con tres filmes consecutivos en un período de cuatro años- tras varios sonados fracasos comerciales (Darling Lili y Dos hombres contra el Oeste), disputas con los estudios (añadiendo Diagnóstico: Asesinato a las anteriores) o, simplemente, de películas de muy discreta apreciación por parte del público y la crítica (La semilla del tamarindo). Así, ante un punto muerto en su carrera, las Panteras Rosas vendrían a ser un oasis al que acudir tras un agotador deambular por el desierto artístico, pero un oasis convertido súbitamente en espejismo al comparar hoy en día, con el tiempo de nuestro lado, éstas tres entregas de la serie no sólo con lo que vendría inmediatamente después (10/La mujer perfecta, S.O.B., ¿Víctor o Victoria?) sino con algunas películas que aunque entonces pasaron prácticamente desapercibidas, hoy aparecen como determinantes en la carrera del director americano (especialmente Dos hombres contra el Oeste, para nosotros la obra maestra desconocida de su autor).

Por otra parte, quizá sea esta dinámica de la serie como “colchón” la culpable de su agotamiento, algo que queda patente con entregas como Tras la pista de la Pantera Rosa (Trail of the Pink Panther, 1982). Dicha película aprovechaba su argumento -la investigación por parte de una reportera de televisión del paradero de Clouseau, desaparecido una vez más sin dejar el menor rastro- y su estructura de reportaje televisivo para mezclar sin pudor un material raquítico rodado para la ocasión (con la excepción de los sketches de Herbert Lom y Richard Mulligan) con metraje de las anteriores entregas, material inédito descartado de las mismas, y algunos running gags (sobre todo las peleas con Kato) recurrentes de gran éxito entre el público. El resultado, y el hecho de que Edwards rodase y estrenase prácticamente a la misma vez otra nueva continuación de la saga, nueva secuela en la que ya no apareció el más famoso Inspector de la Sûrete francesa, hacen pensar en Tras la pista como un intento de recuperar la cada vez menor atención del público por la serie tras un paréntesis de cuatro años (La venganza de la Pantera rosa era de 1978) y, sobre todo, tras la muerte del carismático Sellers, uno de los motores indiscutibles de la misma. Hecho que quedaba confirmado con la inclusión, tras los títulos de crédito finales, de un promocional informativo sobre la inminente continuación prevista para el año siguiente, y que como no podía ser de otra forma prometía resultar «¡Una increíble invitación a la alegría con la más fascinante aventura de la Pantera Rosa!»5.

Sin embargo, y a pesar de la desaparición en 1980 de Peter Sellers, que hizo perder de golpe el escaso interés que le restaba a la serie, ésta no fue óbice para que Edwards realizase aún dos nuevos films (La maldición y El hijo de la Pantera Rosa), aparte del ya citado Tras la pista de la Pantera Rosa, protagonizados sucesivamente por un imposible Ted Wass y por el hoy muy reputado Roberto Benigni, sin que ninguno de los ellos se aproximara siquiera a los éxitos cosechados por su ilustre antecesor.

 

GRÁFICO:  La serie de La Pantera Rosa en la taquilla.

 

Fecha de estreno          Título                                                 Recaudación en $

20/3/1964                     La Pantera Rosa.                                 10,878,107.

23/6/1964              Un nuevo caso del Inspector Clouseau.          12,400,000.

16/5/1975               El regreso de la Pantera Rosa.                     41,833,347.

17/12/1976            La Pantera Rosa ataca de nuevo.                  33,833,201.

21/7/1978              La venganza de la Pantera rosa.                   37,337,746. 

17/12/1982           Tras la pista de la Pantera Rosa.                      7,201,697.

1/1/1983              La maldición de la Pantera Rosa.                      3,000,000.

1/1/1993               El hijo de la Pantera Rosa.                               2,457,000.

 

Pero volviendo a la serie, convendría detenerse brevemente en la génesis y, más adelante, en la evolución de la misma. De sobra es bien conocido el origen azaroso de La Pantera Rosa (The Pink Panther), una película que surgió como un encargo, pero aún así lo recordaremos una vez más. En 1964 Martin Jurow, coproductor de Desayuno con diamantes, y la Mirisch Company, una de las compañías independientes de mayor éxito del momento, contrataron a Blake Edwards para realizar una película sobre un ladrón de guante blanco localizada en Italia. Se trataba del enésimo film de robos, pero un poco a la manera de la hitchcockiana Atrapa a un ladrón o de los Lupin y Raffles literarios, se desarrollaba en un ambiente aristocrático y sofisticado muy alejado de la “serie negra”. De este modo, y con un reparto cerrado que incluía a David Niven, Capucine y Claudia Cardinale, Edwards se incorporó al proyecto justo a tiempo de asistir al abandono de Peter Ustinov, que prefirió ponerse a las órdenes de Jules Dassin en Topkapi (otra película sobre un robo, en la que éste tenía un papel de mayor importancia, y por el que obtuvo un Oscar) a interpretar el pequeño papel de Inspector de policía que debía encarnar en el film. Sin embargo, esta baja de última hora ante el inminente comienzo del rodaje, les permitió a Edwards y a Maurice Richlin, colaborador en el guión, reformular la película hacia la comedia («Sabía desde el principio que quería hacer una comedia alocada y un poco disparatada.»6), ejercicio confirmado con la incorporación al reparto de un actor, Peter Sellers, destacado precisamente por su sorprendente vis cómica. Así es como Clouseau se convirtió súbitamente en protagonista y cómo La Pantera Rosa pasó a ser una de las comedia más celebradas de todos los tiempos.

Algo parecido sucedió también en la gestación de Un nuevo caso del Inspector Clouseau (A Shot in the Dark, 1964), para nosotros la más satisfactoria de toda la serie. La Mirisch Company estaba produciendo una película, filmada en Inglaterra, cuyo rodaje había comenzado en noviembre de 1963 mientras Edwards trabajaba aún en La Pantera Rosa. Los principales papeles estaban interpretados por Sophia Loren y Walter Matthau, y el encargado de dirigirla era Anatole Litvak, un profesional con casi cuarenta años de experiencia y responsable de algunos títulos excelentes como Coeur de Lilas, El sorprendente Dr. Clitterhouse, Nido de víboras o Voces de muerte. Pero un sonoro enfrentamiento entre el director de origen soviético y Peter Sellers, actor secundario en el film, provocó que los productores decidieran repentinamente sustituir a Litvak e iniciaran inmediatamente la búsqueda de un nuevo director. El éxito de taquilla de La Pantera Rosa, otra producción Mirisch, y la presencia de Sellers en el reparto no permitieron duda alguna. La película se le ofreció a Edwards que aceptó con la única condición de poder reescribir el guión, que era más bien el de un thriller y no el de una comedia, centrándolo de nuevo en el personaje del Inspector Clouseau. Para ello, desechó el guión previo, y basándose en una adaptación inglesa de la obra de Marcel Achard L’Idiote, realizada por el guionista Harry Kurnitz, escribió en colaboración con William Peter Blatty7 un nuevo guión decididamente cómico y en el que Sellers volvía a convertirse en protagonista absoluto.

Esta sucesión accidental, forzada más bien por el concurso de las circunstancias que por un deseo consciente de Edwards, hace pensar en el origen de la serie como algo fortuito y no calculado. Idea que puede verse fortalecida por el hecho de que el director norteamericano no volviese a ella hasta pasada más de una década, en 1975, y sólo tras una serie de considerables fracasos comerciales de sus más recientes películas. Sin embargo, el formidable rendimiento en la taquilla de El regreso de la Pantera Rosa (The Return of the Pink Panther, 1975), aún hoy la mayor recaudación de la serie, pareció sin embargo cambiar la lógica de Edwards respecto a la misma y significó la producción de nuevas entregas (entre 1976 y 1983 realizó cuatro nuevas Panteras) de una serie cada vez más numerosa. El propio director explicaba abiertamente este cambio en 1976:

«Creo que es ridículo no aprovecharse del éxito (...) Pienso lo suficiente en términos comerciales como para darme cuenta de que solo puedo trabajar si tengo éxito. Hubo un período en mi carrera en el que no lo hice demasiado bien, y esta última Pantera (El regreso de la Pantera Rosa) verdaderamente me ha resucitado.”8  

En cuanto a la evolución de la misma, si bien es cierto que de La Pantera Rosa a El hijo de la Pantera Rosa, encontramos -personajes aparte- una continuidad en tono, forma e incluso intenciones, no resulta menos cierto que entre ellas detectamos también una radical transformación. Al principio, en La Pantera Rosa por ejemplo, Clouseau resultaba protagonista (y no olvidemos que en la primera versión del guión éste no era más que un personaje-comparsa) mediante la operación consciente por parte de Edwards de destacarle de los demás por su inadaptación constante al medio que le rodeaba. Destacaba al desentonar continuamente con la realidad a su alrededor. Su dilema era verse enfrentado a la aplastante lógica racional del mundo, y ahí residía principalmente la comicidad de un film, que como expuso Molina-Foix se apoyaba en el «precario equilibrio entre el irracionalismo mágico de sus caracterizaciones y el determinio casi científico, aunque ilógico, de las situaciones por las que hace pasar a sus personajes». Se trataba de un personaje de ficción dentro de un mundo aparentemente real, y la comicidad surgía del choque entre ambos.

Y si Un nuevo caso del Inspector Clouseau no hacía si no exagerar ese desafío de la lógica mundana, a partir de El regreso de la Pantera Rosa, y de forma gradual, el mundo que rodea al Inspector va perdiendo toda su plausibilidad. Ya nada nos sorprende. Nada nos resulta del todo inverosímil. Se produce un giro hacia un mundo a imagen y semejanza de Clouseau, y por lo tanto caricaturizado como él. Clouseau sigue siendo un ser de ficción, pero ahora integrado en un mundo también de ficción. Una ficción cinematográfica en la que ya no hay ni el menor asomo de verosimilitud, y en el que reina la ilógica. Un mundo que, como señaló convenientemente Serge Daney9 respecto a La carrera del siglo, ha perdido toda dimensión y que cada vez se parece más a un enorme dibujo animado. Así, esta tendencia clara hacia el cómic, esta perdida de conexión con la realidad, tan consciente y característica de ciertas comedias de Edwards, provoca que el personaje de Clouseau se difumine, resultándonos cada vez menos sorprendente, chocante, insólito.

Se anuncia para 2004 una nueva continuación –ya sin Blake Edwards de por medio- de las aventuras del Inspector, al que encarnará el cómico Steve Martín y que será dirigida por el insulso Ivan Reitman...