La difusión de “Odisea del
Espacio” provocó numerosas discusiones en el entorno científico. Algunos
puristas no traspasan jamás los límites del rigor científico. Esta posición es
perfectamente loable. En mi defensa, yo replicaba que la realización de una
película como “Odisea del Espacio” conseguía congregar a más de ocho millones
de personas en un anfiteatro y mantenerlas suficientemente atentas durante
noventa minutos para que ninguna se fuese antes de que finalizase. Para “Homo
Sapiens”, intenté, en la medida de lo posible, atenuar las diferencias que existentes
entre el rigor de la ciencia y el poder
de interpretación de la ficción. Por supuesto, esto supone algunos recortes, pero
hay que tener claro lo que se quiere. Con “Odisea del Espacio” y “Homo Sapiens”,
los espectadores cuentan con ocasión única para descubrir, a menudo por primera
vez, la historia de sus orígenes y sus ancestros.
Es a ellos a quienes se
dirigen estas películas. Un documental más preciso desde el punto de vista
científico provocaría, con toda seguridad, menos críticas, pero el público
captado sería, evidentemente, mucho más restringido. Así que me lancé de cabeza
a ambas aventuras y encontré en ellas mi felicidad. Las diferencias que las
separan no me dan miedo.