¿Cómo fue descubierto Marlon Brando?

 

   En 1945 Elia Kazan buscaba un actor para que protagonizara en el teatro Un tranvía llamado deseo que había escrito Tennesse Williams. El director pensaba que Marlon Brando, que entonces tenía unos 20 años, lo podía hacer perfectamente. El único problema era que quizá resultaba demasiado joven para el papel, así que le envió directamente a casa del dramaturgo, que se encontraba en el campo, para que fuera el propio autor quien lo decidiera. A Brando le dieron 20 dólares para el viaje, dinero que se gastó nada más tenerlo en el bolsillo. Hizo el trayecto en autostop y llegó un par de días tarde a la cita. Pocas horas antes a Tennessee Williams se le habían reventado las cañerías y, cuando Brando llamó a su puerta, lo confundió con el fontanero. Después de aclarar el equívoco y darse a conocer, el actor arregló el pequeño desastre doméstico y, de paso, se hizo con el papel de Kowalski, personaje que también llevaría al cine, de la mano de Elia Kazan, en 1951.

   Brando fue el actor más característico de la escuela del "método". Para preparar su personaje de Hombres (1950), dirigida por Fred Zinneman, en la que encarnaba a un parapléjico, pasó antes del rodaje un mes en un centro de rehabilitación especializado. Dentro y fuera de las pantallas Brando representó el inconformismo, el desprecio por las reglas. Una rebeldía que conectó, como en el caso de James Dean, con la nueva juventud americana.

   Nació en 1924 en Omaha, Nebraska. Su infancia fue muy desgraciada. En uno de los monólogos que improvisó ante las cámaras durante el rodaje de El último tango en París (1972) explicaba que su padre era un hombre fuerte, un peleón de taberna, amigo de prostitutas, vulgar, ordinario y borracho y que su madre era muy romántica pero también alcohólica, datos que se asemejaban bastante a la realidad. Con 19 años se trasladó a Nueva York. Trabajó en decenas de empleos: ascensorista, camarero, acomodador... Se matriculó en clases de interpretación y pronto descubrió que interpretar era, como decía siempre, “una forma de ganar dinero haciendo estupideces”. Los inicios de su carrera fueron fulminantes. Encadenó éxito tras éxito en los primeros años 50 con películas como Julio Cesar (1953) o Salvaje (1954). En 1956 ganó su primer Oscar por su papel en La ley del silencio. La industria de Hollywood pensaba que tenía entre sus manos un auténtico filón y Brando era, en efecto, un filón precioso pero de un metal difícil de pulir.

   Durante el rodaje de Sayonara (1957) protestó pública y airadamente porque consideraba que la película era una porquería cursi y proclamó a los cuatro vientos que sólo la estaba haciendo por dinero. Además el de Sayonara no fue un caso aislado. Brando no se aprendía sus diálogos y se negaba a promocionar sus trabajos, así que a nadie le extrañó que durante los años 60 comenzara una progresiva cuesta abajo.