Robert Redford
Sundance Institute
Provo, Utah
Querido amigo,
Como te conté en Sundance, tengo unas ideas y proyectos concretos
que no puedo llevar a cabo con mis recursos. Uno de ellos, el más
importante para mí en estos momentos, es Los pasos perdidos, basado
en la novela escrita por Alejo Carpentier. He hablado con Terry Gross,
uno de los abogados a cargo de los asuntos cubanos y él iba a enviarte
una copia de la novela. Otro abogado, Michael Krinsky, está ahora
en Cuba y hablará con la viuda de Carpentier. Él te mantendrá informado
a su regreso a Nueva York.
También te dije que iba encontrarme con unos agentes en Los
Ángeles. Según tu consejo, el mismo que me dio Randa Haines, fui a
ver a Peter Rawley y me pareció muy interesado en el asunto. También
hay una circunstancia favorable y es su inclinación personal hacia la
literatura latinoamericana, lo cual creo no es muy común en este país.
Además de eso, me han dicho que está muy vinculado a compañías
europeas. Él va a visionar algunos de mis filmes y nos mantendremos
en contacto.
También fui a ver a Martin Baum porque no pude cancerlar la cita
que hizo un amigo mío. Sólo ha visto mi último filme, Cartas del parque,
y fue muy afectuoso.
Creo, después de hablar con ambos agentes, que Peter Rawley es
la mejor opción. Pero en el caso específico de Los pasos perdidos, hay
una situación especial: la viuda de Carpentier posee los derechos de la
novela en EE.UU. y United Artists posee los del resto del mundo, así
que será necesario ponerse en contacto con ellos. Martin Baum me dijo
que contactará con ellos ya que él conoce a varias personas allí.
También me dijo que podría ponerse en contacto con el Sr. Krinsky
para organizar una estrategia y ver cómo podría trabajar a través de
una compañía europea.
Creo que podemos ser moderadamente optimistas.
Mañana regreso a La Habana. No quiero dejar este país sin decirte
lo importante que fue para mí la experiencia del Sundance. Cuando me
invitaron a participar en los talleres con otros realizadores, recibí la
invitación como un reconocimiento a mi labor y me sentí gratificado.
He trabajado en el cine por más de 30 años y he realizado sólo diez
filmes y varios documentales. No tanto como pude haber hecho en
otras circunstancias, pero es necesario comprender que nuestra industria
fílmica es algo pequeña y relativamente nueva. Durante todos
estos años, he tenido que compartir mi experiencia con aquellos que
comenzaron después; esto es lo que he estado haciendo en mi país
como algo natural en mi labor. Pero tengo que confesar que al hacer
este trabajo en Sundance, he recibido mucho más de lo que he dado.
Como te dije, viniendo de un país que ha sido explotado históricamente
y consecuentemente discriminado, un país que ha sido blanco
de muchas agresiones, siempre he recibido una imagen hostil de
Estados Unidos. Esas dos semanas en Sundance me dieron otra imagen
de un pueblo generoso y amistoso que comprende la importancia
de dar su tiempo y su conocimiento a otros, justamente, porque todos
compartimos la misma necesidad de convertirnos en mejores seres
humanos. Y eso es algo precioso que llevo dentro de mí.
Titón
7 de agosto de 1989
Theodore R. Hartley
Pavilion
Communications, Inc.
20 Oakmont Drive
Los Angeles, CA
90049
Querido Ted:
Estoy muy complacido con tu carta. Estoy seguro que esta historia
de amor entre un Rouge Rider* y una cubana durante los últimos meses
de nuestra guerra de independencia, puede ser muy atrayente para los
americanos y también puede revelar algunas complejidades de un
momento particularmente importante en la historia de EE.UU. y Cuba.
He estado viajando y, en este momento, estoy enredado en algunos
proyectos, pero estoy leyendo, pensando y madurando la idea de una
locación con estas características. A propósito, es interesante recordar
que en 1895 comenzó nuestra guerra de independencia. En pocos años
estaremos en 1995, así que esta es una buena ocasión para realizar un
filme con ese tema.
Por supuesto, me gustaría recibir información sobre la caballería
de Teddy Roosevelt. Estoy buscando material que pueda enviarte para
estar bien preparados para una conversación sobre hechos históricos.
Esto hará posible alcanzar un común acuerdo donde podamos desarrollar
una historia interesante. ¿Sugieres algún escritor que pueda
comenzar a familiarizarse con todo esto?
Espero viajar a EE.UU. a finales de noviembre porque me invitaron
al festival de Chicago. Quizá pueda ir a Los Angeles y si eso ocurriese
me encantaría encontrarme contigo otra vez. Espero tener noticias
tuyas. Mis saludos a Dina Merril y mis mejores deseos para ambos.
Titón
* Cuerpo de caballería creado por Teodoro Roosevelt empleado en la Guerra
Hispano-Cubano-Americana, en 1895. (Nota del Editor).
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ANTE UNA FOTO CON EL CHE, HACE CASI TREINTA AÑOS
¿Qué es lo que me hizo coincidir con el Che, precisamente, en
aquel momento y en aquel lugar? Estamos en la Sierra Maestra, poco
tiempo después de la victoria. ¿Qué es lo que tenemos delante que
reclama de esa manera nuestro interés?
Me tocó el privilegio de tener treinta años hace otros treinta, en el
momento milagroso —para decirlo de alguna manera— del triunfo de
las fuerzas del bien sobre las fuerzas del mal en mi país: un momento
excepcional en que se reafirma la convicción de que estamos más vivos
que nunca. Más plenos. Con la certidumbre de que todo lo que ha de
venir, a la larga, en última instancia, ha de ser cada vez mejor. Pero también
con no pocos temores, pues se iba a entrar de lleno en una nueva
ruta, en un camino desconocido y tendríamos que inventarlo todo. Y
eso significa darnos muchos cabezazos contra el muro antes de que el
muro ceda. Porque siempre cede al final. En última instancia…
Recuerdo haber pasado una noche, hasta bien tarde, conversando
con el Che.
Yo estaba por dirigir mi primera película, Historias de la revolución,
en la que intentaríamos mostrar tres momentos dramáticos de la
lucha contra Batista. Tres historias, como en Paisa. Y una de las historias,
lógicamente, tendría que ubicarse en las montañas, en la Sierra
Maestra, y sus protagonistas no tendrían los nombres de los héroes que
se habían hecho famosos en esa lucha, pero serían héroes también, en
su justa medida. Una película cuyo propósito era sencillamente celebrar
el triunfo, regocijarnos con la vivencia de ese proceso.
Yo estaba buscando material para desarrollar esas historias y el
Che me narró una buena cantidad de anécdotas personales en las que
el héroe siempre era otro combatiente y él siempre se había equivocado
al juzgarlo.
Muchas de esas historias él mismo las llevó al papel y las reunió
en un libro: Pasajes de la guerra revolucionaria. Pero hubo una que
no aparece en ese libro y que él me narró sin muchos deseos, sólo por
que yo insistí a partir de que su ayudante la había mencionado. En ella,
su participación revelaba los límites que le imponía su condición
humana a una decisión fundamentada solamente en la lógica militar.
En pocas palabras: un pequeño grupo de rebeldes son sorprendidos por
las tropas del Gobierno. La correlación de fuerzas es tan desproporcionada
que no es posible presentar combate. Es necesario replegarse,
huir. Pero el grupo es perseguido y bombardeado con toda clase de
metralla. Uno de los compañeros cae herido de tal manera que es
imposible cargar con él. Tiene destrozado algún punto de la columna
vertebral y cualquier movimiento, por muy leve que sea, le causa un
dolor insoportable. El jefe del grupo sabe que no hay nada que hacer.
No hay manera de salvarlo pues la herida es mortal. El herido se ha
dado cuenta de cuál es la situación y pide a sus compañeros que lo
dejen y que traten de salvarse ellos. Todos están convencidos de que
eso es exactamente lo que deben hacer, pero ninguno es capaz de abandonar
al moribundo. Ahí se quedan, viendo cómo los soldados estrechan
el cerco alrededor de ellos.
Me pareció que esta anécdota encerraba la situación más dramática
y decidí utilizarla como base para desarrollar la historia que íbamos
a situar en la Sierra Maestra. Cuando estuvo terminado el guión, nos
fuimos a filmarla.
Por aquellos días, la madre del Che vino de Argentina a visitarlo y
él decidió llevarla a la Sierra Maestra, para mostrarle algunos lugares
donde había combatido. Así fue como nos encontramos nuevamente y
allí se enteró de que estábamos filmando la historia que él me había
contado. Recuerdo que al día siguiente del encuentro teníamos previsto
filmar la escena inicial: una emboscada que hace el pequeño grupo
de rebeldes a una caravana del ejército. Le mostré al Che el lugar que
habíamos escogido para montar la escena y él se sonrió antes de revelarme:
“Precisamente, en ese lugar yo organicé una emboscada”, y
seguidamente me mostró cómo lo había hecho.
Hoy, después de treinta años, me pregunto: ¿Cómo hemos llegado
hasta aquí? ¿Qué se ha hecho de nuestros sueños? Seguimos amenazados
por un enemigo poderoso que no ceja en su empeño por cerrar el
cerco alrededor nuestro. Aquella situación que me narró el Che, salvando
todas las distancias, puede repetirse en cualquier momento.
¿Qué tendríamos que hacer en un caso semejante? Esta pregunta sigue
inquietándome. Seguimos inventando todo una y otra vez, hemos tropezado
repetidas veces con la misma piedra y muchas veces no podemos
explicarnos qué ha pasado. Poco a poco, hemos ido descubriendo
que la historia tiene su tiempo y que, por muy rápido que avancemos,
el camino que queda por delante es mucho más largo que como lo
soñamos hace treinta años. Pero es cierto también que hemos llegado
hasta aquí con una rara dignidad. Y una profunda sensación de que
estamos vivos.
Tomás Gutiérrez-Alea