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 CIGARRILLOS  

 El gran vicio del actor, el cual, fumó  durante toda su vida una cantidad ingente  de cigarrillos. Mastroianni comprendía  que el tabaco era nocivo para la salud  y que podía provocar la muerte (su cáncer  de páncreas no fue ninguna broma), pero  hasta sus últimos meses de vida defendió  su derecho como fumador, criticando la  persecución a la que se veían sometidos los  fumadores en Estados Unidos. El actor  confesaba haberse fumado cincuenta  cigarrillos al día durante cincuenta años.  

 

 CINECITTÀ  

 Traducido literalmente equivaldría a  “ciudad del cine”, y así fue en Italia durante  la época dorada del cine. Su origen se  remonta a los años treinta y fue el dictador  fascista Benito Mussolini quien impulsó su  formación para igualarse a Hollywood.  Por supuesto el efecto propagandístico era  incalculable para el régimen y así, tras  poco más de un año de construcción, se  inauguraron sus estudios el 28 de abril de  1937. La producción de aquel año fue  discreta y no se rodarían más que diecinueve  filmes, pero a partir de ahí, Cinecittà  se lanzaría a una incesante y frenética actividad  industrial que movía muchos millones  de liras, y daba trabajo a miles de personas.  Marcello Mastroianni era uno de  aquellos jóvenes que buscaban una oportunidad  en el cine y que quedaron prendados con la magnificencia de aquel imperio  cinematográfico que construía los sueños  en cartón piedra. Mastroianni reconoció  que aquella seguridad de acudir todos los  días a rodar al estudio, generaba una rutina  agradable, pero que con el tiempo llegaba a parecerse a un trabajo como otro  cualquiera. Por este motivo, el actor fue  eligiendo cada vez con más frecuencia  papeles en películas rodadas lejos de su  país, en escenarios naturales.  

 La Segunda Guerra Mundial provoca  una gran crisis en la industria del cine  italiano y Cinecittà estuvo a punto de  cerrarse, sin embargo, la llegada de equipos  de rodaje estadounidenses con grandes  superproducciones como Quo Vadis,  a finales de los cuarenta, o Ben-Hur, a  finales de los cincuenta, hicieron renacer  al gigante italiano, que tendría décadas  después una de las peores crisis de  todo el cine mundial.

 En la actualidad,  Cinecittà está en manos privadas y financia  principalmente series de televisión.  

C  CLARABELLA, FLORIANA  (FLORA)  

 

 Actriz italiana con quien Mastroianni se  casó en 1948, y con la cual tuvo una hija  llamada Bárbara. Flora Carabella nunca  destacó como actriz importante dentro del  cine, dedicándose exclusivamente al teatro.  La actriz nació en Roma el 26 de febrero  de 1926, y murió el 20 de abril de 1999,  después de una larga enfermedad, a la edad  de 72 años. La pareja nunca disolvió su  matrimonio debido al respeto que la religión  tenía para el actor. La actriz acompañó  a Mastroianni en los últimos días de  su vida. Cuando se citaron por primera  vez, Marcello, sin levantar la cabeza del  suelo, se atrevió a proponerle, sin que se  le entendiera muy bien, que hicieran el  amor. Luego reconoció que a su casa no  podían ir porque vivía con sus padres.   COCHES   Confiesa Marcello Mastroianni que él  y Federico Fellini tenían el “vicio” de los  coches de marca. A ambos les fascinaba  deambular por la ciudad en automóvil,  sobre todo a Fellini, quien se inspiraba  en aquellos paseos para confeccionar sus  guiones. Un día decidieron retarse a ver  quién era capaz de cambiar más veces de  coche y, aunque pueda parecer pueril, los  dos se gastaron inmensas fortunas en  comprar montones de coches. Mastroianni  confesó sentirse un poco avergonzado  de aquel juego tan presuntuoso e  incluso propio de un “nuevo rico”, pero  también reconoció que de un modo u  otro, era una forma de volver a la infancia,  y recuperar ese sentido inconsciente y travieso  que caracteriza a todos los niños.   Mastroianni se arrepintió sobre todo de  no haber conservado los papeles reglamentarios  de cada vehículo para que  sus futuros nietos descubriesen, según sus  palabras: lo cretino que era su abuelo.  

 

 COMENCINI, LUIGI  

 Director italiano nacido en 1916 en  Salò, provincia de Brescia. Fue promotor,  junto a Alberto Lattuada y Mario Ferrari,  de la Cineteca Italiana, el primer archivo de  películas de Italia. Durante la posguerra  se convierte en crítico cinematográfico,  primero para L’Avanti, y después para el  semanario Tempo. En 1946, debuta en la  dirección con el documental Bambini in  città; dos años más tarde dirige su primer  largometraje: Prohibido robar (Proibito  rubare). El gran éxito comercial le llega  más tarde con el díptico: Pan, amor y fantasía  (Pane, amore e fantasia, 1953) y Pan,  amor y celos (Pane, amore e gelosia, 1954),  principio del neorrealismo rosa que tan  popular se hizo en Italia. En la década de  los sesenta, Comencini dirige Todos a casa  (Tutti a casa, 1960), que es el origen de la  comedia a la italiana. Pero sus filmes más  importantes de este periodo son A cavallo  della tigre (1961), de tema carcelario que  mezclaba la comedia con el drama más  cruel, y Il commissario (1962), mezcla de  cine negro con pinceladas rosas, que se  anticipaba a su tiempo. El cineasta  encuentra su mundo creativo dentro del  universo de los niños y dirigirá: Incompreso  (1967), Las aventuras de Pinocho (Le  avventure di Pinocchio, 1971) y Cuore  (1984). Su primera colaboración con  Marcello Mastroianni se produce tras el  sonado éxito de Pan, amor y fantasía,   con una película extraña y olvidada llamada  La valigia dei sogni. Director y actor  colaboraron dos veces más en filmes no  demasiado trascendentes para la historia  del cine.  

 

 COMIDA  

 La comida era una de las aficiones del  actor, y uno de los peligros a que se  enfrentaban los directores, ya que Mastroianni  era capaz de engordar varios  kilos durante un rodaje. Federico Fellini  llegó a imponerle una báscula para controlar  su peso diariamente.   Su anécdota más llamativa en este  asunto tuvo lugar cuando se encontraba  en Florencia rodando Crónica familiar a  las órdenes de Valerio Zurlini. Tras un  día de agotador rodaje, ya anochecido,  Marcello sintió un irresistible impulso  de comer una clase de tagliatelle, típicos  de Rimini, la ciudad natal de Fellini.  Era tal su ansiedad, que cogió el coche y  se hizo 300 kilómetros para ir a cenar.  Una vez en Rimini preguntó por el restaurante  donde los servían, se fue directo  a la cocina, y ante la estupefacción  del dueño, se sentó allí mismo a comer  pasta, vino y pollo en abundancia.  

 

COMPAGNI, I / LES CAMARADES, (1963)

 

 ARGUMENTO: En una fábrica textil de Turín, a finales del siglo XIX, un grupo de trabajadores, aprovechando el accidente de trabajo sufrido por uno de ellos, que ha supuesto la mutilación de la mano, exige una revisión de las normas de trabajo.

 La jornada está establecida en catorce horas diarias que no les deja tiempo para hacer ningún tipo de vida privada y les reduce a la categoría de bestias. Tras un intento fallido en el que intentan salir sin permiso una hora antes, llega a la ciudad un profesor huido de la policía por su dedicación a promover huelgas entre los trabajadores para exigir mejoras laborales.

 El profesor Sinigallia toma contacto con ellos y enseguida organiza la huelga total, explicando a los obreros cómo deben actuar y comportarse durante los duros días que les esperan. Los patronos contratan mano de obra aún más miserable que los propios obreros y se produce una batalla campal junto al tren donde viajan los nuevos trabajadores; como consecuencia de este incidente, uno de los obreros en huelga, muere arrollado por otro tren que se le echa encima al intentar manipular el cambio de agujas. La situación se pone tensa, pero los obreros resisten haciendo mella en la patronal que está perdiendo mucho dinero y está recibiendo duras críticas por parte del gobierno.

 El dueño de la fábrica ordena “eliminar” al agitador y manda a la policía tras él. Sinigallia se refugia en casa de una prostituta, hija de uno de los trabajadores, que la repudia. Ella se siente a gusto con él porque no la sermonea ni le juzga. En un momento en que la patronal ha conseguido debilitar la moral de los trabajadores, el profesor, arriesgándose a ser detenido, acude para arengarlos y los conmina a invadir la fábrica que es más suya que del dueño. Se produce un enfrentamiento de los obreros con el ejército y el resultado es de un muerto: un joven que admiraba al profesor, y cuyo deseo era que su hermano pequeño estudiase para no acabar siendo un analfabeto como él. Finalmente, los trabajadores vuelven al trabajo desconfiados, pero con la esperanza de que aquello haya servido para algo.

 

 COMENTARIO:

 

 Una de las películas preferidas por Marcello Mastroianni que la considera una obra maestra. El actor interpreta al profesor Sinigallia, un idealista un tanto inconsciente, aunque sincero en sus [ideales] de justicia, que organiza una huelga de consecuencias trágicas, casi sin proponérselo. Mastroianni interpreta a este socialista con absoluto cariño y con una perfección en cuanto a sus movimientos y gestos, que resulta admirable por su aparente “facilidad” para guiar al personaje durante toda la película.

 Es evidente que el actor se encontraba muy a gusto en la piel de aquel pobre profesor perseguido y sin dinero, cuya única meta es luchar por los oprimidos hasta tal punto que descuida su propia vida. En el filme no hay casi lugar para el amor, a excepción de un breve episodio entre la hija de unos de los obreros y un joven militar, que viven una relación pura de adolescentes.

 El profesor, por su parte, cuya mujer le ha abandonado por desatender a sus dos hijos, encuentra comprensión y algo de sexo en los brazos de la prostituta que se encariña con él; por cierto, un gran trabajo de la actriz Annie Giradot. No es exagerado decir que I compagni un antecedente más modesto de Novecento de Bernardo Bertolucci. Mario M celli concibió la película como un trozo de vida puesto delante del espectador para denunciar la explotación del hombre por el hombre, y demostrar que si no hubiese sido por aquellos desgraciados trabajadores que plantaron cara ante los patronos, muchas de las mejoras laborales que hoy disfrutamos, no existirían.

 Pero el público no quiso ir al cine. Cuenta Monicelli, que se lanzó mal la película, como si fuese un filme de propaganda política, que no interesó tampoco a los sectores progresistas, porque como ya estaban de acuerdo con aquellas ideas de justicia, preferían ir al cine a ver cosas más divertidas. Sin embargo, el filme fue elogiado unánimemente por la crítica de todo el mundo (menos en Italia, donde llegó a ser rechazada por el Festival de Cine de Venecia.