A principios de los años
cincuenta, junto con Elia Kazan, que había dirigido “Todos eran mis hijos” y “Muerte
de un viajante” ofrecí un guión de cine a Harry Cohn, el director de Columbia
Pictures. En ese guión describía la corrupción letal del sindicato de
estibadores de Brooklyn, lleno de gángsteres, cuyos dirigentes estaban tratando
de acabar con un grupo de trabajadores rebeldes. Cohn leyó el guión y nos llamó
a Hollywood, donde con sencillez y naturalidad nos informó de que, por increíble
que pareciese, primero había hecho que el FBI examinara el guión y que éste no
había visto en el texto nada subversivo, pero, por otro lado, Roy Brewer, el
jefe de los sindicatos cinematográficos en Hollywood de la AFL (American
Federation of Labor), lo había condenado de inmediato como propaganda comunista
del todo falsa, puesto que, sencillamente, en los muelles de Brooklyn no había
gángsteres. Cohn, que no era ajeno a los métodos del gangsterismo y había
logrado sobrevivir tras haberse criado en la dura zona Five Points de
Manhattan, famosa por su criminalidad, opinaba que Brewer trataba naturalmente
de proteger a su hermano Joe Ryan, dirigente de los estibadores de Brooklyn
pertenecientes al sindicato AFL. Brewer también amenazó con convocar una huelga
de operadores de cabina en todo cine que se atreviera a proyectar la película,
amenaza que no era vana puesto que él controlaba el sindicato de los
operadores. (Por cierto, Ryan no tardaría en entrar en la prisión de Sing Sing
por sus actividades gangsteriles)
Entretanto, Cohn ofreció su solución a nuestro problema con Brewer: produciría
la película si aceptábamos hacer un solo cambio: los gángsteres del sindicato
serían cambiados por comunistas. Esto no sería fácil; para empezar, yo conocía
a todos los comunistas de los muelles, dos en total. (Entre paréntesis, en la
década siguiente ambos se convertirían en hombres de negocios millonarios.)
Me vi, pues, obligado a
retirar el guión, lo cual provocó un indignado telegrama de Cohn: EN CUANTO
TRATAMOS DE HACER QUE EL GUIÓN SEA PROAMERICANO, USTED SE RETIRA. Comprendí no
sólo la amenaza que encerraban esas palabras, sino también su cinismo, pues
desde luego Cohn sabía que, en efecto, los mafiosos controlaban a los
trabajadores de los muelles. Sin embargo, de haber sido yo un guionista de
Hollywood, mi carrera habría terminado al negarme a hacer esa idiotez
patriótica. Debo decir que había días en que me preguntaba si todo esto no nos
estaba llevando a un fascismo norteamericano solapado e incluso tal vez cómodo.