"Vivir deprisa, amar despacio"

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El argumento: Jacques es un escritor que vive en París. Todavía no ha cumplido 40 años pero cree que lo mejor de la vida está por llegar. Arthur es un estudiante que vive en la Bretaña francesa. Lee, sonríe mucho y se niega a aceptar que hay algo imposible en la vida. Jacques y Arthur se gustan y viven como si estuvieran en un sueño romántico o en una historia triste.

Conviene ver: “Vivir deprisa, amar despacio” de Christophe Honoré es un drama gay sobrio, naturista y orgánico que se aleja del exceso agónico en el que derivaba “120 pulsaciones por minuto” y también del aspecto más elitista y bienintencionadamente culto de “Call me by your name”, por decir los dos ejemplos más recientes de la pujante corriente de cine con temática LGTB. La cinta parte de dos personajes que se encuentran y que son presentados tras bien ocultar su sexualidad o ya venir de una vida romántica baqueteada. Por un lado está Jacques, un treintañero que es un escritor parisino y que vive relaciones intermitentes y furtivas teniendo como asideros emocionales a su hijo, una ex pareja enferma de sida y un vecino cincuentón que es su principal consejero emocional. Por otro lado está Arthur, un joven de 22 años de la Bretaña francesa director de un campamento y que sale de una relación fallida con una chica tras reconocer abiertamente su verdadera condición. Sus historias, destinadas a encontrarse, bajo la poética atmósfera casual de una sala de cine, vertebran un trabajo de suma sutilidad en lo que cuenta, ambientándose en la Francia de los primeros 90, desarrollado de una manera muy literaria que habla muy bien de la habilidad como narrador de Honoré y, sobre todo, la naturalidad y emoción en la relación amorosa de sus protagonistas en una atracción que se respira desde los poros excitada ante lo clandestino de la misma, conviviendo con el deseo, la inestabilidad amorosa fruto de la distancia, tanto cultural, física y de edad, y la enfermedad acechante que coarta el tiempo del que disponen. Dos personajes que se autocomplementan y se necesitan en un momento crucial de sus vidas y cuyo oxígeno es más respirable cuando están cerca el uno del otro por muy efímero o no que sea el flechazo que insufla de energía a esa relación. A destacar el trabajo y la química de dos actores en alza de la cinematografía francesa y a los que ya hemos visto con un talento que emergía y que aquí se consolida, tal es el caso de Pierre Deladonchamps (ya experimentador del cruising en “El desconocido del lago”) y Vincent Lacoste (el caprichoso mimado de “Lolo, el hijo de mi novia”). Una película magnífica resuelta con brillantez, con ecos a la Nouvelle Vague, y que propone agarrarse a la vida con fuerza y vivirla como uno siente sin pensar tanto a la hora de coger esos trenes que pasan en la vida por delante de uno en contadas ocasiones.

Conviene saber: A competición en el Festival de Cannes 2018 y premio al mejor actor (Vincent Lacoste y Pierre Deladonchamps) en el Festival de cine europeo de Sevilla 2018.

La crítica le da un SIETE

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