Bien hallada criatura Teo:

Nos encontramos en la calma que precede a la tempestad cinematográfica de la época navideña. Un espacio donde las películas saben que no pueden competir con los grandes estrenos palomiteros que poblarán las pantallas. En este impasse, el humilde Vinz Clortho encuentra pocos reclamos para ir a los cines más comerciales. Apetece casi más escabullirse en uno de esos lugares que viven de rememorar grandes clásicos de la Historia del cine, bucear entre las películas que cualquiera de los soportes pasados o presentes nos permiten almacenar para casos de extrema nostalgia o aburrimiento. Entre ellas, por supuesto, siempre están "Los cazafantasmas" (Ivan Reitman, 1984), antes de que un remake o un proyecto de recuperación de la franquicia acabe con la magia de las dos películas originales. Precisamente sobre el estiramiento de franquicias como un chicle reflexionaba yo, pobre Maestro de las Llaves, el otro día, al hilo de la última entrega de "Los juegos del hambre".

Bien hallada criatura Teo:

He de reconocer que estas semanas la tristeza me embarga. Tampoco es algo extraño. Cuando uno se tira varias vidas humanas esperando y contemplando cómo universos enteros se crean y se destruyen para mayor gloria del Viajante, la mayor parte del tiempo solo es normal tener querencia por la melancolía. Pero la causa de mi tristeza esta semana, no es que eche de menos ninguno de los mundos que vi caer ante la justicia de Volguus Zilgrohar. Ni siquiera se debe a la “cariñosa” mención que el Moriarty me dedica en su vuelta. ¡Oh, no! La razón no es otra que la pérdida de varias figuras extraordinarias en la Historia del cine hace apenas unos días.