Spider-Man Sam Raimi Spider-Man. USA. Dir.: Sam Raimi. Producción: Laura Ziskin Productions/Marvel Enterprises/Columbia Pictures. Prod.: Laura Ziskin e Ian Bryce. Guión: David Koepp, según el cómic de Stan Lee y Steve Ditko. Fot.: Don Burgess (Color DeLuxe). Mús.: Danny Elfman. Mont.: Bob Murawski y Arthur Coburn. Duración: 121 minutos. Int.: Tobey Maguire (Peter Parker/Spider-Man), Willem Dafoe (Norman Osborn/Duende Verde), Kirsten Dunst (Mary Jane Watson), James Franco (Harry Osborn), Cliff Robertson (Ben Parker), Rosemary Harris (May Parker), J. K. Simmons (J. J. Jameson). Sam Raimi, en la primera de las tres inmersiones en los dominios del hombre araña, combina a la perfección espectáculo y drama adolescente. Una araña modificada genéticamente muerde a Peter Parker, un joven introvertido que vive con sus tíos desde la muerte de sus padres, trabaja como fotógrafo de prensa y está enamorado de su vecina, Mary Jane. Peter empieza a adquirir poderes y habilidades especiales y se convierte en Spider-Man. Su principal enemigo será Duende Verde, el alter ego del magnate Norman Osborn, padre del mejor amigo de Peter, Harry Osborn. Fragilidad y resistencia de la telaraña El sentido lúdico del espectáculo cinematográfico que posee Sam Raimi, junto a una lectura lo más ajustada posible de la introvertida personalidad del adolescente Peter Parker y sus cualidades como superhéroe, convierten a Spider-Man en una de las mejores películas de superhéroes de la primera década del siglo XXI, un film que sin ser oscuro, como el dedicado por Tim Burton a Batman, ni recrearse en tormentos de origen gótico y romántico o convertir la lucha de los mutantes en una metáfora social, como ocurre con la lectura de Bryan Singer de los X-Men, también muestra con envidiable solidez la neurosis de la doble personalidad, el contraste entre aquello que se consigue como superhéroe y lo que es inalcanzable como mortal. Con todo, Raimi se superaría a sí mismo y la segunda parte, Spider-Man 2 (Id., 2004), mejoraría aún más las principales características de este primer film. Raimi acude a la génesis del hombre araña, pensando en las pautas que concibió el primer dibujante de la serie, Steve Ditko, pero bebiendo estéticamente de los mejores y sosegados logros del siguiente ilustrador, John Romita. Se respeta de manera fiel la parte humana del personaje, su relación con Mary Jane y, sobre todo, con su tío Ben, y la secuencia de la muer te de éste, que origina el sentido de culpabilidad de Peter, ya que no detuvo al ladrón que después asesinaría a Ben Parker en plena calle, posee un temple emotivo difícil de percibir en otras películas de superhéroes. Además, Tobey Maguire le otorga a Peter toda la fragilidad que destilaba el cómic en sus primeros años; sus problemas siguen siendo reconocibles para cualquier adolescente. Raimi se esfuerza en adaptar el personaje a su concepción cinematográfica, algo que no tuvo que hacer Tim Burton porque, en el fondo, Batman ya tenía muchos elementos coincidentes con su particular universo de lo bizarre, y el resultado es loable; quizá no sea una película tan personal como Posesión infernal (Evil Dead, 1982), pero sí es una película muy personal de superhéroes.