
"Marty", 70 años de la consagración de lo ordinario
Querido primo Teo:
“Marty” de Delbert Mann es una luminosa anomalía en la historia del cine de Hollywood. Una obra modesta en su forma, sin estrellas de relumbrón ni fuegos artificiales narrativos que, sin embargo, logró una hazaña extraordinaria: cautivar por igual a la crítica internacional, al público y a la propia industria. Esta pequeña joya, nacida de la televisión y trasladada con sutileza a la gran pantalla, conquistó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1955 y se alzó con cuatro premios Oscar: mejor película, dirección, actor (para la entrañable interpretación de Ernest Borgnine) y guión (firmado por el brillante Paddy Chayefsky). Su impacto no fue estruendoso, pero sí hondo y duradero. “Marty” demostró que lo íntimo, lo cotidiano, incluso lo aparentemente trivial, podía alcanzar una fuerza emocional equiparable (o superior) a la de los relatos grandilocuentes. En su sencillez residía su verdad y, en esa verdad, un espejo inesperado para toda una generación de espectadores.