“El ladrón y el zapatero”, la mayor película de animación que nunca fue

“El ladrón y el zapatero”, la mayor película de animación que nunca fue

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Querido Teo:

El 25 de Noviembre de 1988 se estrenaba en salas españolas “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” de Robert Zemeckis, uno de esos milagros cinematográficos en los que todo funciona como un engranaje de relojería. La película, que acabó cosechando 4 premios Oscar, fue recibida con entusiasmo crítico (con una puntuación de 83 en Metacritic) y está considerada como una de las mejores películas de su director. Cierto es que Zemeckis es incapaz de rodar una película mala, si obviamos “Beowulf”, un patinazo de 2007 enmarcado en esa época en la que obraba errado en la captura de movimiento por ordenador.

Uno de los mayores logros de la cinta de Zemeckis, aparte de aunar de forma asombrosa el "noir" y el "slapstick" gracias a un guión de hierro obra de la dupla formada por Jeffrey Price y Peter S. Seaman (autores del libreto de la incomprendida “Wild Wild West”), fue la asombrosa comunión de animación con acción real. Nunca antes o después, ninguna película, ni siquiera la sobrevalorada “Space Jam” (1996), ha sido capaz de combinar tan perfectamente la integración de la animación en planos de acción real.  Para ello, Zemeckis contrató a un animador de anuncios y títulos de crédito y ganador de un Oscar por el corto “Cuento de Navidad” (1971) llamado Richard Williams.

La tarea de Williams era la de dar unidad visual a los personajes animados de distintas épocas y distintos Estudios, así como la de diseñar a Roger Rabbit, su esposa Jessica y a Baby Hermman. Williams pensó que la única forma de integrar a estos nuevos personajes en la galería era crearlos como si fuesen diseñados por Warner, animados por Disney y con los movimientos de Tex Avery. Sin duda, su aproximación fue todo un éxito artístico, que combinado con las técnicas de Industrial Light & Magic, consiguió obrar la magia y combinar todo de tal forma que funcionase de manera orgánica y sutil dando lugar a una animación de primerísima categoría, con un registro de movimientos único y una plasticidad asombrosa.

Williams fue galardonado con el Oscar a los mejores efectos visuales, así como un Oscar honorífico por su dirección de animación y creación de personajes animados para la película. Pero “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988) no sólo le reportó logros creativos, sino también una inyección económica que invirtió en reanudar la producción en una película animada en la que llevaba trabajando desde 1964. Un proyecto que perseguía de tal forma que incluso rechazó la oferta de Disney para dirigir “La bella y la bestia” (1991) centrándose únicamente en sacar adelante su película soñada. Una película tan ambiciosa y tan grande a todos los niveles, que aún sin ser una obra acabada a nivel creativo a día de hoy, sí que ha influido sobremanera en la industria, de forma muy similar a la versión nunca realizada de “Dune” que perseguía Alejandro Jodorowsky. Un proyecto con tanta pasión interna que acabó contagiando e influyendo a un gran número de animadores, que luego saltarían a otros proyectos. Un film sin cuya esencia los títulos más importantes de la animación de finales de siglo no serían los mismos. Probablemente, estemos ante la mayor película de animación que nunca llegó a ser.

Paso a paso (1933-1964)

Nacido en Toronto en 1933, Richard Williams se mudó a  Ibiza con 20 años y en 1955 se instaló en Londres donde comenzó a trabajar como animador. En 1958 estrenó un corto animado titulado “The little island” que le reportó un premio Bafta. Williams, llamó la atención con su trabajo y comenzó a concentrarse en la publicidad y títulos de crédito. A él le debemos los créditos de “Casino Royale” (1967) o “Golfus de Roma” (1966). A mediados de los 60, Williams, que había depurado su técnica hasta unas cotas estratosféricas y tenía un dominio absoluto en el diseño y animación de personajes, quiso ir un paso más allá. Comenzó a plantearse el realizar una película animada con inspiración en el folklore persa y sufista. La idea surgió por primera vez cuando Williams ilustró una serie de libros de sufismo del hermano de su contable Omar Shah. Los libros, obra de Idries Shah, un traductor de Oriente Medio que estaba a punto de publicar una recopilación adaptada sobre los cuentos satíricos de Nasruddin, basados en el folklore y el arte persa, se metieron de tal forma en la cabeza de Williams que comenzó a rondar la idea de realizar una película de animación inspirada en dichos cuentos. Una recopilación de cortos recopilados en un largometraje, prometiendo a Shah la mitad de los beneficios de la cinta a cambio de los derechos de los relatos. La idea, poco a poco fue tomando forma, y llevaría por título “The amazing Nasruddin”.

Williams, que produciría el film de forma independiente y sin el respaldo financiero de ninguna compañía externa, contrató a Ken Harris, uno de los jefes de animación de Warner para supervisar la animación y contó con los servicios del diseñador Roy Naisbitt para los fondos (toda una pieza de orfebrería arabesca de asombroso acabado visual y con entidad propia), creando así la empresa Richard Williams Productions para dar vida a un título ambicioso y único. Un título que estaba llamado a ser una referencia del género, un hito de la animación tradicional y la obra magna de su responsable, en la que cada escena debía ser un prodigio de diseño y fluidez cuidados hasta el más mínimo detalle.

Perfeccionismo extremo (1964-1970)

Para conseguir fondos para financiar el proyecto, Williams trabajó en anuncios y en diseño de créditos cinematográficos, trabajos que le reportaron varios premios y prestigio en la industria. En 1970, el título de la película se cambió a “Nasruddin!” y se tanteó la idea de un potencial distribuidor bajo el sello de British Lion Film Corporation a la que el equipo de más de 40 profesionales reunido por Williams le presentó un intrincado arte conceptual que agradó a los inversores pero que, a su vez, les hizo dudar. El nivel de perfección que Williams buscaba en cada plano de su epopeya animada era de tal ambición que el proceso creativo iba a resultar largo y lento.

A la misma vez, en 1971, y mientras la producción avanzaba muy lentamente, un perfeccionista Williams produjo bajo su compañía, un corto de animación para la cadena ABC basado en “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Trabajo que casi no pudio finalizar a tiempo debido a que se pasó de presupuesto y tuvo que contar con el mítico Chuck Jones para que lo ayudase a terminar. El corto fue recibido con críticas entusiastas y le reportó a Williams su primer Oscar.

Dificultades narrativas y pérdida de los derechos (1970-1972)

Mientras, los animadores seguían trabajando en la épica ideada por Williams, que comenzaba a adolecer de la ausencia de un guión. La mayoría de las directrices de un obsesionado Williams eran conceptos creativos centrados en la técnica animada, pero la historia (al igual que el diseño y el título) iban evolucionando con el paso de los meses. Para 1972, el equipo tenía un montaje preliminar de tres horas de duración, que en palabras del Howard Blake, el compositor de la cinta, adolecía de la falta de trama y de unos personajes definidos con conflicto propio. Básicamente se trataba de una sucesión de cortos sin un hilo conductor más allá de una cuidada dirección artística.

Paramount Pictures, que parecía interesada en el proyecto debido al éxito de “Cuento de Navidad” (1971), ofreció un acuerdo a Williams quien descubrió a su vez que su contable Omar Shah estaba malversando con los ingresos económicos de Richard Williams Productions. Esto provocó la ruptura del acuerdo inicial entre Williams y la familia Shah, haciendo que éstos le retirasen los derechos de autor sobre su libro dejando la producción herida de muerte, provocando que Paramount retirase su oferta y forzando a abandonar la soñada idea de “Nasruddin!”.

Sin embargo, los Shah sí que permitieron a Williams utilizar al personaje del ladrón que había utilizado en las ilustraciones de los libros, ya que era creación suya, así como los que había diseñado especialmente para el film (entre ellos un visir con la voz de Vincent Price y un zapatero). De este modo, Williams, que no iba a cejar en su empeño de crear la mayor película animada de todos los tiempos, encargó a Howard Blake la reescritura del guión.

Zapatero a tus zapatos (1972-1978)

Blake entregó a Williams un tratamiento bajo el título “El zapatero, el ladrón y el gran visir”, que simplificaba la trama de la cinta original, enfocándola en esos tres personajes, rebajándole el tono y los diálogos y basándose en el cine de Chaplin y Buster Keaton para perfilar a los personajes.

Williams contrató a Art Babbit para que formara a sus animadores ya que se trataba de un animador legendario de Disney al que debemos en gran parte obras como “Blancanieves y los siete enanitos” (1937) o "Dumbo" (1941). Durante este periodo, Richard Williams siguió trabajando en proyectos que le interesaban más bien poco pero que podían generar beneficios que posteriormente se invertirían en su proyecto ansiado.

A finales de los años 70, Williams encontró una fuente de financiación en un príncipe Saudí que estaba dispuesto a invertir en la película siempre y cuando se le entregase una escena acabada que le convenciera para producir el largometraje. Para ello, entregó a Williams 100.000 dólares quien, con su equipo de animadores, creó una escena de 10 minutos en los que se ve una máquina de guerra que es una de las escenas animadas realizadas a mano más impresionantes que se hayan hecho jamás. El problema es que Williams no la entregó a tiempo y se pasó de presupuesto, provocando la salida del príncipe saudí del proyecto y volviendo a estar sin financiación. Otra vez.

Vídeo

En busca de la financiación perdida (1978-1988)

Volviendo a estar de nuevo sin financiación, a principio de la década de los 80, Williams consiguió montar una pequeña presentación de 20 minutos de la película y se la enseñó a su amigo Mit Kahl (animador de Bambi, el oso Baloo o Winnie the Pooh, entre otros) y al productor Gary Kurtz, productor de “La guerra de las galaxias” (1977), quienes estuvieron ayudándolo a mover el proyecto en Hollywood para conseguir financiación.

Mientras tanto, Richard Williams Productions seguía realizando trabajos en publicidad y en videoclips para subsistir llegando a ganar varios galardones y creándose un nombre dentro de la industria. Mientras tanto, algunos animadores desesperados con la situación, o sencillamente ante nuevas ofertas, abandonaban el barco mientras que otros nuevos llegaban.

En 1986, el productor Jake Eberts entró en juego y le enseñó la presentación de la cinta a Steven Spielberg y Robert Zemeckis, que estaban buscando un director de animación para su próximo proyecto: “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988). En cuanto vieron el trabajo de Williams, tenían claro que acababan de encontrarlo.

Por todo lo alto (1988-1992)

El éxito de “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988) y los 2 Oscar que le reportó a Richard Williams le consiguieron un acuerdo con Warner Bros. Tras casi 25 años de vaivenes, “El ladrón y el zapatero” encontraba finalmente el dinero necesario para acabar su producción.

Como el carácter obsesivo y perfeccionista hasta el extremo (rozando la ira por momentos) de Williams era de sobra conocido en la industria, Warner Bros. aseguró la producción con la aseguradora Completion Bond Company, obligando a Williams a entregar el producto acabado en una fecha determinada. De no ser así, la aseguradora se apoderaría de los derechos de la cinta.

Williams, empecinado en no utilizar ningún recurso digital (cuando la tecnología CAPS estaba comenzando a utilizarse con bastante éxito), obligó a su equipo a animar a mano cada uno de los elementos de los fotogramas de la película. La obsesión llegó hasta tal punto que cuando una escena era de su agrado, se dedicaba a alargarla, de tal modo que aumentaban los días de producción y el gasto.

Cuando Disney anunció que su próximo proyecto (en el que figuraban animadores que habían trabajado previamente para Richard Williams)  llevaba por título “Aladdin” (1992), y que estaría inspirada en la cultura persa y “Las mil y una noches”, los ejecutivos de Warner Bros. comenzaron a ponerse nerviosos y aumentaron la presión sobre la producción.

La pérdida de control (1992)

Incapaz de tener una versión finalizada de la película en 1991, las presiones fueron aumentando y, pese a que Williams aseguraba que faltaban únicamente 15 minutos de metraje por animar, pidió seis meses de prórroga para acabar su tan ansiado proyecto. La animación avanzaba tan lentamente que una simple escena de 20 segundos tardó en animarse por completo tres meses. Finalmente pudo tener un montaje preliminar al que aún le faltaban bastantes escenas por animar, entintar y limpiar, además de un final de la historia principal que adolecía de problemas de tono y ritmo.

Vídeo

Tras la imposibilidad de estrenar antes de finales de 1992, Warner Bros. aplicó la cláusula que tenía con la aseguradora y abandonó el proyecto junto al productor Jake Eberts. La película pasó entonces a ser propiedad total de la Completion Bond Company que despidió a Richard Williams, perdiendo el control del proyecto de su vida. Una película inacabada que le había llevado casi 30 años de su vida. Según cuentan, Williams estuvo animando a mano hasta (literalmente) el último segundo antes de salir forzosamente de su despacho.

Rápido y barato (1993)

Para sustituir a Williams, y tener un producto final que poder estrenar comercialmente, se puso al mando de la producción a Fred Calvert, un animador canadiense especializado en dibujos para televisión al que le encargaron acabar la película de una forma rápida y barata. Calvert completó la animación a través de subcontratas en el extranjero (algo que adolece el resultado final), eliminó parte del metraje e insertó canciones para hacerla más acorde a los estándares de la época.

El productor Jake Eberts volvió a entrar en juego para estrenar comercialmente en Sudáfrica y Australia a través de su compañía Allied Filmakers el film de Richard Williams, ahora retitulado “El zapatero y la princesa” (1993), que en España se estrenó directamente en vídeo en 1996 bajo el sello de Buena Vista.

La película obtuvo críticas negativas y fue un fracaso de taquilla. Además fue acusada de plagiar descaadamente a “Aladdin” (1992). Lo que la gente no sabía es que muchos animadores de aquella trabajaron o fueron alumnos de Williams (quien inspiró a muchísimos profesionales) en algún momento y parte de la esencia de la obra de Richard Williams acabó influyendo inevitablemente otros trabajos animados en mayor o menor medida. Que fuese una obra inacabada no impedía que fuese una obra influyente.

Harvey Manostijeras (1994-1995)

Aunque lo peor estaba aún por venir. Si lo que se estrenó en 1993 era una versión adulterada y pegada a base de costurones del trabajo de Williams, en 1994, Harvey Weinstein, bajo el sello Miramax (propiedad de Disney), se hizo con los derechos de la película y volvió a montarla de nuevo. Eliminando distintos pasajes, añadiendo voces en off a personajes ideados mudos y metiendo aún más canciones para que se pareciera lo máximo posible a “Aladdin” (1992) y así aprovechar el tirón. Tal despropósito se estrenó en Agosto de 1995 bajo el título de “Arabian knight”, que en España se conoció como “El ladrón de Bagdad” y se estrenó el 22 de Diciembre de ese mismo año.

El funcionamiento en taquilla de la película fue un completo desastre y la crítica estadounidense la destrozó. Aún así, Miramax la editó en Láser Disc y VHS. Y su primera edición en DVD acabó como regalo en unas cajas de cereales canadienses para desayuno.

Sin duda, un final absolutamente triste para un proyecto que empezó treinta años antes y que fue víctima de la obsesión y el dinero.

Epílogo (1995-2018)

Desolado tras una pérdida de tal envergadura, y ver como el sueño de toda una vida acababa por los suelos (o en cajas de cereales), Williams rechazó trabajar en otros proyectos y rehusó de hablar de la película con la prensa, dedicando su tiempo a impartir clases magistrales a animadores que están empezando.

En 2001 publicó “El kit de supervivencia del animador”, un libro considerado por muchos una Biblia sobre el arte de la animación. El éxito del libro dio pie a ciertos DVDs de formación, así como a una app para iPad.

Garrett Gilchrist (un fan de internet famoso por sus restauraciones) obsesionado y maravillado por aquel primer montaje preliminar que Williams presentó a Warner, utilizando la magia de internet y distintas fuentes, consiguió limpiar y pulir todas las piezas para publicar “The thief and the cobbler: The recobbled cut” (2006, 2007 y 2013), que sería lo más cercano a la visión de Williams de su ansiado proyecto.

Curiosidades aparte, “El ladrón y el zapatero” es considerada por muchos como la mayor película de animación que nunca se llegó a rodar. El trabajo de una vida dedicada por completo a un objetivo. Una muestra de empecinamiento, amor por tu profesión y dedicaciónque acabó volviéndose contra su creador y relegada, prácticamente al olvido.

A veces las cosas salen bien. Otras veces, aparece Harvey Weinstein.

Sr. Finch

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Carlos Gómez
Carlos Gómez
5 años atrás

¡Maravilloso artículo!

Towani
Towani
4 años atrás

Un gran reportaje: trabajado, documentado, bien escrito. Así se le muestra respeto a los grandes. Tú debiste hacer el in memoriam de Rutger Hauer, un talento desaprovechado que nos dejó una secuencia inmortal que interpretó y él mismo ideó. Aún me escuece el magro homenaje que se le hizo.

Óscar Antón
Óscar Antón
3 años atrás

Tenía mucho lío con el tema de rodea a esta película pero, gracias a tu artículo, me ha quedado clarísimo todo.

Muchas gracias y enhorabuena por tu investigación y trabajo.

Ignatius
Ignatius
2 años atrás

Me interesa enormemente la leyenda que hay alrededor de esta película, que vi de pequeño en uno de sus montajes apócrifos, y en los últimos días me he empapado de sus escenas y distintas versiones. Recuerdo, de niño, haber asociado al personaje del ladrón con Corvax, el villano de la saga educativa Muzzy, por su asombroso parecido.

Gracias por este maravilloso texto contando la historia de tan apasionante proyecto. Es raro encontrar información tan bien redactada, contrastada y completa en nuestro idioma. Mi más sincera enhorabuena.

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