Querido Teo:
¡¡¡Sangre!!! Como en tantas otras ocasiones cimiento del soporte sobre el que construir el argumento, pringoso en esta ocasión, de una historia de terror. Pero en este caso, lo sería de una forma muy diferente. Y es que, sin duda, hablar de "Carrie", lo es de dos de las escenas más impactantes y asombrosas hasta entonces vistas. Apoyadas ambas en lo escandaloso del viscoso fluido, destacan sobremanera la inicial, en la que a través de la desnudez de todas esas jóvenes, llegamos a la segunda escena de ducha más formidable que yo recuerdo (por cierto… las estridentes notas que se repiten a lo largo de la banda sonora, ¿no se parecen demasiado a la escena de la ducha por antonomasia?... ¡imaginaciones!). Al compás de los acordes de aquella hermosa melodía compuesta por Pino Donaggio, la cámara, más lenta que nunca, nos conduce, sin dejarnos ni pestañear en un alarde de voyeurismo indisimulado, ante lo que vamos a contemplar… al shock que supone para la pobre Carrie descubrir su llegada a la pubertad. Y la escena semifinal, como clímax de la cinta, en la que la protagonista es rociada con la sangre, esta vez de un cerdo, por sus compañeros de instituto. No habrá redención para ellos… Carrie desata toda su ira, consumando una venganza que empezó a fraguarse en aquella ducha, y que se desencadena en ese gimnasio…y lo hace de una forma tan brutal que uno no puede resistirse a quedarse perplejo. No se trata, por tanto, de sanguinolento cine de vísceras; no estamos hablando de una película más de posesiones, estamos ante “Carrie”. Sangre (mucha sangre), pero sobre todo sudor y aun más lágrimas. Una de las pelis de terror más fascinantes de siempre.