
Las listas de Moriarty: La soledad del pianista
Querido Teo:
Mientras me encuentro recluido en mi lujosa alcoba, a resguardo del traicionero clima otoñal, los sonidos de cientos de piezas interpretadas al piano manan de mi tocadiscos inundando mi morada. Echando la vista atrás puedo rememorar con facilidad cómo la música de estos grandiosos compositores ha puesto su particular banda sonora a las luces y sombras que salpican mi tempestuosa vida. Ya en su debut en el Grand Café, allá por el 1896, no le faltó al radiante cinématographe un piano que, en manos del maestro Emile Maraval, diese voz a su muda sinfonía de imágenes. Y bien sea como parte de la trama, o como catalizador de emociones, desde entonces la música en general, y los pianos en particular, han sido sonoros testigos de la historia del cine.