Pinkerton

A propósito de Mr. Pinkerton

A propósito de Mr. Pinkerton

¡Hola muchacho!

¿Cómo estás? Me han dicho que aún estás riéndote por la segunda caída de Jennifer Lawrence en los Oscar. Bueno, te comprendo, a todos allí se nos escapó una sonrisita diabólica al enterarnos.

Mr. Pinkerton y los mensajes navideños

Mr. Pinkerton y los mensajes navideños

¡Hola muchacho!

Me han dicho que has estado hospitalizado al sufrir un shock tras leer las tres primeras páginas del libro de Belén Esteban. A quién se le ocurre. Espero que no te haya dejado secuelas irremediables… Te escribo ya oliendo a Navidad. Bueno, oliendo y oyendo a Navidad. Y casi vomitando a Navidad. Esto de vivir en el centro de Madrid tiene estas cosas. Ayer me dio por asomarme a la ventana en calzoncillos y viví esa secuencia de “La vida de Brian”, cuando Brian se asoma desnudo y ve a media población en la calle observándole. La gente coge vacaciones en Navidad, pero a mí me salen muchos trabajillos de poca monta: Seguimientos a Papá Noeles, vigilancia de camellos… Pero lo que jamás me había pasado es lo que ahora te voy a narrar.

Mr. Pinkerton y los corazones rotos de película

Mr. Pinkerton y los corazones rotos de película

¡Hola muchacho!

¡Cuánto tiempo sin saber de ti! Siento que te metieran en la celda de castigo por escaparte al cementerio de noche y organizar allí un falso casting para “MasterChef”… ¡Es que eres muy gamberrete cuando quieres! Te preguntarás qué he hecho en todo este tiempo. Ya sabes que me mantengo con los casos aburridos y habituales, tipo seguimiento a esposos infieles, adolescentes con vida perniciosa, políticos… pero lo que de verdad me da vida son esos casos que te llegan como si nada y que acaban regalándote una vivencia excepcional.

Mr. Pinkerton y los zoos de película

Mr. Pinkerton y los zoos de película

¡Hola muchacho!

Me han dicho que te acabas de despertar de la hibernación asistida que pediste para no soportar la información relativa al Debate sobre el Estado de la Nación… Yo he andado de aquí para allá, con mis casos y mis cosas. Y ahora he de seleccionar uno de ellos para así contártelo… y creo que me voy a decantar por el caso del zoo. Sí, muchacho. Una aventura tremenda la que he vivido en un zoo, de una ciudad concreta que no puedo especificar porque me hicieron firmar una cláusula y esas cosas hay que cumplirlas.

Mr. Pinkerton y los misteriosos trenes de cine

Mr. Pinkerton y los misteriosos trenes de cine

¡Hola muchacho!

¡Cuánto tiempo sin escribirte!. Espero que me perdones por la larga espera. Pero quiero que sepas que he estado informado de tu evolución. Me han dicho que te pasaste todo el verano mandando propuestas a las empresas heladeras intentando venderles tu diseño de un nuevo polo: un ataúd de chocolate con relleno de vainilla en el que, a medida que se va lamiendo, va apareciendo un cadáver esquelético hecho de chocolate blanco. A mí me ha parecido muy buena idea…

Mr. Pinkerton y sus andanzas reales

Mr. Pinkerton y sus andanzas reales

¡Hola muchacho!

Ya me he enterado que has llegado a un acuerdo con la alcaldesa: un día de piscina gratis a cambio de limpiar las instalaciones del Anatómico Forense… Yo he tenido unas semanas sumamente ajetreadas. Me encontraba siguiendo a un diputado cuando, de repente, noto unos leves golpecitos en mi hombro. Me di la vuelta, y era un señor encorbatado con aires de escolta real. Me hizo subir en un coche negro y protocolario sin más explicaciones que los empujones que recibí, y ni él ni el chófer abrieron la boca hasta que llegamos al Palacio de la Zarzuela. Me llevaron a una especie de salita, y allí estuve solo durante dos horas. Se abre una puerta por detrás de mí y una voz familiar me dice: “Hombreee, Pinkerton… No me digas que te han dejado aquí solo y ni siquiera te han ofrecido un refrigerio”. Me di la vuelta y, efectivamente, muchacho, ¡era el mismísimo Rey Juan Carlos!. “Majestaaaad”, le dije yo. “Llámame Juanqui… aunque sólo por unos días”. Me llevó a otro sala de estar, y me explicó por qué me hizo llevar a palacio. “Pinkerton… tengo previsto pasar un par de días en Botsuana… pero, ya sabes, así en plan de incógnito. Y como no quiero que me pillen, pues tengo que dejar a mi escolta aquí y sacar al doble”. Sí, muchacho, ¡el Rey tiene un doble!. Como en “El cielo puede esperar” y “Dave, presidente por un día”…

Mr. Pinkerton se enamora

Mr. Pinkerton se enamora

¡Hola muchacho!

¿Qué tal te fue en la cuesta de Enero?. Me han dicho que te has hecho adicto a las quinielas, pero que no has pasado de los siete aciertos. Hoy te voy a sorprender bastante, muchacho. Por lo general, siempre te cuento mis casos más sonoros… Esta vez, te voy a contar una experiencia vital, algo que no me podía esperar, que fue bonito pero, al mismo tiempo, ilógico. Muchacho… me he enamorado. Así es, de la manera más tonta, como suele ocurrir en estos casos.

Mr. Pinkerton y el extraño Papá Noel

Mr. Pinkerton y el extraño Papá Noel

¡Hola muchacho!

¿Qué tal tu campaña para pedir a Spielberg que haga una versión en 3D de “Holocausto Caníbal”?. Ya me contarás. Yo aprovecho para contarte mi último caso, que ha sido muy reciente. Todo empezó una tarde de fin de semana en un centro comercial. Acudí, a pesar de que odio las marabuntas. Y mientras me decantaba entre el papel de váter acolchado o el de doble capa, me vi rodeado de repente por un hombre enchaquetado y un par de seguratas. Me pidieron que les acompañase a su oficina. Se trataba del director de aquel hipermercado. Y no tardó en exponer su problema: “Mr. Pinkerton, le he reconocido a través de las cámaras… He pensado en usted, porque sospecho que el hombre que me hace de Papá Noel me roba todos los días… Pero nunca conseguimos ninguna prueba en su contra”.

Mr. Pinkerton y los fantasmas de cine

Mr. Pinkerton y los fantasmas de cine

¡Hola muchacho!

¿Cómo te va como voluntario de Cruz Roja?. Me han dicho que estás muy integrado en la sección de extracciones… Tal como ocurrió el año pasado, volví a tener una noche de Halloween la mar de accidentada. Decidí quedarme en mi casa, y me hice con kilo y medio de caramelos. Pero, esta vez, les di un baño de aguardiente, para que a los niños se les quitaran las ganas de ir incordiando por las casas. Así que me quedé en casa leyendo Frankenstein, y cada quince minutos tenía una interrupción por cuenta de esos niños del vecindario. “¡Truco o trato… truco o trato!”, canturreaban… “¡Qué truco…qué trato… tomad estos caramelos y largo de aquí!”. Y así una y otra vez, muchacho, hasta que a la quinta o sexta visita… abrí la puerta y tras ella se encontraba una pequeña niña, de unos ocho años, pelirroja y perfectamente maquillada como fantasma, con un aspecto espectral de lo más conseguido. Debo decirte, muchacho, que me dio un poco de escalofrío al verla. Imagínate el aspecto del fantasma de la ópera, pero de la película antigua, pues añádele una melena rizada; así era aquella niña fantasma.

Mr. Pinkerton y los indignados de cine

Mr. Pinkerton y los indignados de cine

¡Hola muchacho!

¿Cómo te va en este verano tan extraño? Me han dicho que te han instalado un minigolf en la celda como premio por tu buena conducta las últimas semanas. Yo te escribo ahora desde mi hotel favorito en Zahara de los Atunes. Sí, muchacho, me he merecido unas buenas vacaciones, y aquí estoy, disfrutando de unos baños de mar impresionantes y de un buffet desayuno que es totalmente pecaminoso. ¿Sabías que tienen a una persona únicamente para realizar tortitas?. Yo he tenido varios casos veraniegos, pero el más llamativo fue el que te voy a narrar a continuación. A finales de Mayo me llegó una nota a mi despacho en la que me citaban a las 12 del mediodía en la sección de libros de cine de la FNAC. No sabía a quién me iba encontrar, pero allí me presenté con mi habitual curiosidad. Mientras ojeaba un libro sobre la Guerra de las Galaxias, un sujeto se acercó y a mí y me dijo que le acompañara. Y así hice, y llegamos hasta los baños del último piso; entonces vimos el panorama y retrocedimos hasta la sección de libros, y allí decidió contarme qué es lo que quería: “Mr. Pinkerton, mi jefe precisa de su ayuda: su hijo, Nicolás, de 20 años, se ha metido en eso de los indignados del 15-M. Su labor consiste en infiltrarse en la Plaza del Sol y rescatarlo de ese movimiento, que dentro de nada tiene los exámenes de la carrera de Económicas”. Decidí aceptar el caso, pero no por querer fastidiar al pobre Nicolás su episodio de rebeldía, sino más bien por conocer por dentro qué estaba ocurriendo en la Plaza del Sol en esos días convulsos de finales de Mayo e inicios de Junio.