¿Qué nos queda?
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El argumento: La película gira en torno a la familia de Marko, un treintañero residente en Berlín, lo suficientemente alejado del estilo de vida burgués de sus padres Gitte y Günter. Su relación con ellos se limita a visitarlos una vez o dos veces al año, principalmente para darles la oportunidad de pasar unos días con su nieto. Sus esperanzas de pasar un tranquilo fin de semana con su familia se desvanecen cuando su madre, que ha sido mentalmente inestable desde que Marko era un niño, les comunica que va a dejar su tratamiento médico. El anuncio de Gitte desencadena reacciones contrapuestas en los miembros de su familia.
Conviene ver: Hans-Christian Schmid plantea un complicado ejercicio en su última película. El mostrarnos un retrato de la situación emocional de una familia por la que no puede dejar de sentirse cierto desapego, alrededor de la figura materna, y de su cuidado, confluyen una serie de personajes en los que su pedantería y resentimiento superan la necesidad de cuidar a la matriarca. Pedantería por la incapacidad de reconocer, por parte de los hijos, cuanto le deben a sus padres; y resentimiento porque no reconocer una deuda en ningún caso supone no saber que existe. La película ahonda en lo ya visto en otras cintas recientemente; las dificultades de los hijos para hacerse cargo, en un sentido emocional, de la decadencia de sus propios padres, y la forma de encarar algunos mazazos familiares en las capas más pudientes de la sociedad. Es posible que haya demasiada ambición y moralina en el resultado final pero es un fresco familiar bastante interesante en el que sobrevuelan esos temas importantes que las apariencias familiares evitan que salgan al exterior.
Conviene saber: La película compitió en el Festival de Berlín 2012.
La crítica le da un SEIS
