Cine en serie: "Butterfly", cuando la identidad entra en casa

Cine en serie: "Butterfly", cuando la identidad entra en casa

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Querido Teo:

"Butterfly" no es una serie sobre “un caso” sino sobre un hogar en donde se produce algo antiguo y algo nuevo. Es tan antiguo como el hombre la existencia de personas nacidas con un sexo que no sienten; y lo nuevo es la posibilidad de poder cambiar. Max, un niño que se sabe niña, desafía el equilibrio emocional de sus padres y de su hermana. La cámara se detiene más en cocinas o pasillos que en ambientes más preparados para la discusión; incluso en silencios donde de verdad se rozan las decisiones. Y ahí, lejos del panfleto, estalla el conflicto esencial: cómo acompañar a una hija en tránsito cuando el mundo, las normas y los miedos tiran en direcciones contrarias.

La fuerza de "Butterfly" está en el punto de vista doméstico. La serie desactiva caricaturas y coloca a cada personaje ante la pregunta incómoda: ¿Qué pesa más? ¿El miedo a equivocarse o la responsabilidad de escuchar? La madre aprende a ceder espacio, el padre aprende a reaprender, la hermana aprende a no sentirse relegada, y Maxine (porque quiere ser Maxine) aprende a pedir sin disculparse por existir. El relato funciona más cuando se queda en los gestos pequeños: un uniforme escolar, una mirada en el autobús, una cita médica. Y, sobre todo, cuando recuerda lo obvio: la transición de una persona reordena el perímetro emocional de toda la casa.

"Butterfly" es una miniserie de tres capítulos escrita con el oído, escuchando a familias y con asesoría de Mermaids, la organización británica con experiencia en infancia trans. Esto se nota en detalles que rara vez son decorado: la insistencia en el nombre, los cambios en el cole, los miedos de los abuelos, la capa de burocracia que obliga a explicar lo íntimo una y otra vez.

Hubo además una decisión delicada de casting: se eligió a un actor infantil, Callum Booth‑Ford, para interpretar a Maxine, evitando pedir a una niña trans que volviera a un rol masculino en ciertas escenas previstas por guion. La apuesta fue proteger a intérpretes menores y concentrar el foco en la dinámica familiar. En paralelo, la serie generó debate público y críticas puntuales (por ejemplo, una escena de intento de suicidio), lo que confirma que tocó nervios reales y útiles para la conversación social.

El contexto legal en Occidente es variado pero con una orientación cada vez mejor dirigida al cambio. El mapa es desigual y cambia con rapidez, pero hay hitos claros. Argentina consolidó desde 2012 un modelo avanzado en Occidente: su Ley de Identidad de Género garantiza por consentimiento informado el acceso a tratamientos hormonales y quirúrgicos, con cobertura en sistemas público y privado. Malta marcó un estándar europeo al consagrar por ley la autodeterminación de género, la integridad corporal y la protección de las características sexuales.

España dio en 2023 un paso relevante: autodeterminación registral desde los 16 años, con salvaguardas diferenciadas por edades para menores y medidas antidiscriminación. En el Reino Unido, la casa de "Butterfly", tras la revisión independiente del sistema, el Gobierno hizo indefinida la prohibición de recetar bloqueadores de pubertad en menores dentro del sistema público; a la vez, se han anunciado estudios clínicos para obtener mejor evidencia. En Estados Unidos el paisaje es un mosaico estatal: una parte importante de los jóvenes trans vive en Estados que han aprobado prohibiciones o restricciones al acceso sanitario, mientras otros lo blindan o incluso lo protegen con leyes escudo.

Todo esto dialoga con "Butterfly" porque en la serie la posibilidad de acceder a un tratamiento aparece como una puerta que se abre o se cierra según tres factores: el acompañamiento en casa, la disposición del sistema sanitario y el marco legal de cada lugar. "Butterfly" nos va cambiando de carril y obligándonos a mantener la atención en todos ellos, por mucho que se decante a favor de Maxine.

No existe un manual único, pero las encuestas grandes y los testimonios sobre lo deseable, repiten un patrón que encaja con la trama de "Butterfly". Este es el orden aproximado de mayor a menor urgencia, de lo más deseado por las personas trans.

Seguridad y respeto en lo cotidiano. Poder ir al colegio, al trabajo o al centro de salud sin hostigamiento. Vivir sin miedo es el primer peldaño de cualquier proyecto de vida.

Apoyo familiar y de la red cercana. Cuando el hogar se alinea (como busca la madre en "Butterfly") mejoran la salud mental y la adherencia a los procesos.

Documentación y reconocimiento legal sin trabas. Que el nombre y los registros reflejen la realidad vivida para no tener que dar explicaciones a desconocidos.

Acceso a atención sanitaria competente y oportuna. Acompañamiento psicológico afirmativo y, cuando se desea, hormonación y cirugías con listas de espera razonables.

Estabilidad material. Educación, empleo y vivienda sin discriminación. Sin ingresos, el resto se vuelve inalcanzable.

Representación justa en los medios. Personajes y referentes que no reduzcan a nadie a su transición y muestren vidas completas.

En la ficción, el punto 2º actúa como bisagra: cuando la familia acompaña, el resto de piezas (médicas, escolares, legales) empieza a moverse. Cuando la casa se fractura, todo se ralentiza o se complica.

Laverne Cox fue la primera nominada abiertamente trans a un Emmy interpretativo, y cambió el espacio de la conversación. Su trabajo recuerda algo que "Butterfly" subraya: la dignidad no depende de la aprobación ajena, pero la validación social allana el camino.

El canadiense Elliot Page es un intérprete mundialmente conocido, por su participación en "X-Men" y, nacido como Elle, transita a la vista de todos y usa su voz para hablar de salud y trabajo sin disfraces. Es la traducción pública del derecho de Maxine a existir sin pedir perdón.

La actriz Caitlyn Jenner, con toda su complejidad y exposición, hizo comprensibles su transición para millones realidades y términos que no estaban en el radar. Enseña el poder y los límites de la visibilidad: la atención ayuda, pero no resuelve por sí sola el acceso ni los miedos íntimos que la serie retrata.

La Veneno, Cristina Ortiz, es  el icono español de enorme potencia popular. Su memoria audiovisual y la serie que la recuperó explican que el relato trans en España no nace con las leyes recientes; la memoria común también empuja cambios.

Los datos más sólidos insisten en una idea: cuando las personas trans acceden a apoyos y, si lo desean, a tratamientos, su calidad de vida mejora. Al mismo tiempo, los entornos hostiles, desde leyes restrictivas hasta el acoso escolar, disparan la ansiedad y alargan los duelos. De nuevo, el vínculo con "Butterfly" es directo: lo que la serie filma en el pasillo de una casa reverbera en el pasillo de un hospital y en la ventanilla de un registro civil.

Lo que la serie no hace, y eso es un acierto, es dictar un itinerario único. No todas las niñas querrán lo mismo ni al mismo tiempo. Lo que sí propone es un marco: escucha, prudencia informada y valentía para asumir que, con menores, las decisiones son compartidas pero la vivencia es singular. De ahí la relevancia de las guías clínicas, los protocolos escolares, las leyes que facilitan y los equipos que acompañan. Y por eso duele cuando el debate público convierte a los niños en munición política.

"Butterfly" deja una pregunta que suena a promesa: ¿y si la casa fuese el primer lugar donde una niña puede ser quien es? Si esa puerta se abre, lo demás (la cita médica, el cambio de nombre, el uniforme, el partido del sábado) se vuelve un poco más fácil.

Vídeo

"Butterfly" puede verse en España en Disney+

Carlos López-Tapia

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