"El asesino"

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La web oficial.

El argumento: Después de un fatídico error, un asesino se enfrenta a sus jefes y a sí mismo en una persecución internacional que, según él, no es personal.

Conviene ver: "El asesino" es la nueva colaboración de David Fincher con Netflix siendo su segunda película consecutiva que llega a las plataformas después de un estreno limitado en cines. Tras la ambiciosa “Mank” (2020) Fincher recorre terrenos más conocidos en una cinta en la que también da la impresión de que su impecable estilo formal se come historias cada vez más triviales y menos sorprendentes como aquellas que le convirtieron en uno de los directores favoritos de la cinefilia desde finales de los 90. Un asesino a sueldo en jaque, metódico y frío practicando yoga y haciendo flexiones a ritmo de las canciones de The Smiths sonando en sus auriculares, en una película sombría en lo que parece una huida hacia adelante sobre terrenos movedizos en el que nos encontramos a un tipo sin códigos morales, que ya no respeta a un mundo que no respeta sus normas y en el que ya nada le importa y que hace simplemente lo que le piden que haga, el matar, siendo sólo una pieza más de un tablero que trasciende todo y que evidencia la crisis de la geopolítica mundial. Un tipo gris, que pretende pasar desapercibido con las pintas que según él tendría un turista alemán, para un mundo desolador sin esperanza en el que el capitalismo voraz, la tecnología impersonal y el consumismo representado en paquetes de Amazon ha arrasado con cualquier convicción y en el que tiene claro que lo que le mantendrá vivo será ceñirse al plan previsto, dejar de lado una empatía que debilita, no confiar en nadie y no improvisar. Un retrato de la violencia congénita y perpetuada por un individualismo que incita a la soledad a pesar de las, aparentemente tumultuosas, ciudades por las que pasa la cinta (París, Santo Domingo, Nueva Orleans, Florida, Nueva York y Chicago) y a convivir en un mundo en el que ya no se respeta nada porque ya no interesan las reglas del bien común sino el sálvese quien pueda por lo que hasta lo más reprobable está permitido. Un tipo insensible al dolor de los demás que no se hace preguntas a la hora de matar y que sólo muestra un atisbo de compasión cuando una de sus víctimas le dice que no haga desaparecer su cuerpo para que sus hijos puedan cobrar su seguro de vida. Fincher se basa en la novela gráfica escrita por Alexis Nolent e ilustrada por Luc Jacamon contando con el guión de Andrew Kevin Walker (“Seven”) y contando con algunos de sus colaboradores habituales como Trent Reznor y Atticus Ross en la música, Erik Messerschmidt en la fotografía y Kirk Baxter en el montaje. Una película previsible y sin trascendencia en la filmografía del director pero efectiva a nivel de puesta en escena y con una intriga siempre en algo, con indudables y gozosas referencias a Melville, Hitchcock o Polanski, gracias a su mirada analítica de un mundo decadente, al oficio de David Fincher detrás de las cámaras, la inmersiva ambientación y el regreso de Michael Fassbender tras cuatro años desaparecido de la pantalla aunque aquí esté en modo robot para transmitir el carácter gélido de un personaje excluido a su conciencia de la rueda del sistema pero que es víctima atormentada de ello. Un hieratismo que no va reñido con que la película sea muy entretenida y haya momentos para la acción como la de una huida en moto por las calles nocturnas de París o una sangrienta pelea en una casa de Florida. Un tipo que, tras mostrarnos su vena minuciosa en un primer acto prodigioso en el que la tensión se palpa y va "in crescendo" cuando prepara una intervención fallida, generando gracias al mimo en el detalle eso que se llama atmósfera, lleva a cabo una huida hacia adelante con el fin de hacer justicia y vengarse de aquellos que han querido borrarle del mapa y que han depositado toda su rabia en lo que él más quiere. A destacar también el poderoso monólogo de Tilda Swinton en uno de los mejores momentos de la cinta desarrollado en un restaurante en el que bastan ya sólo esos 10 minutos para dejar claro que no se puede calificar a esta cinta de menor. Una película árida y más compleja de lo que puede aparentar a la que pesa ese halo difuso y perturbador con el que Fincher no termina de dar en la diana en esta ocasión en un ejercicio de existencialismo en el que no deja de volver a lugares comunes en los que se siente más cómodo y libre tras las concesiones que le supusieron sus dos últimas historias cinematográficas, una sustentada en un gran éxito literario y la otra en un guión de su padre fallecido. Fincher muestra la decadencia del mundo moderno con un tipo parco y sobrio en emociones tan magnético como gris que no sale de la línea marcada y que cruza el mundo entre aviones y coleccionando, sin saber cual es la suya propia, identidades falsas (entre ellas la de Lou Grant) con el fin de llevar a cabo su sentido de justicia siguiendo la máxima de tomar la delantera hacia cada uno de los eslabones que le han llevado a esa encrucijada (taxistas, abogados, mercenarios, capitalistas, etc...) y cumplir su código moral con un férreo perfeccionismo como principal baza y con una voz en off que nos introduce en su forma de ser, cerebral y calculada, en la que no se deja nada para el azar y que demuestra una vida interior que se manifiesta por acción y no por palabra en una adrenalina "noir" que da empaque y fluidez al desarrollo de la cinta. Un Fincher que sin necesidad de colocar a esta cinta en la cabeza de sus grandes títulos vuelve a demostrar con aparente facilidad un dominio de la puesta en escena apabullante en el detalle con una precisión quirúrgica y contundente combinando el universo criminal con cierto sarcasmo y sin olvidarse de entretener y de reflexionar sobre un mundo pragmático pero carente de emociones con canciones como There is a light that never goes out o How soon is now? sonando de fondo.

Conviene saber: A competición en el Festival de Venecia 2023 y película sorpresa en el Festival de San Sebastián 2023.

La crítica le da un SEIS

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