El espía que surgió de Inglaterra

El espía que surgió de Inglaterra

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Querido Teo:

Ha muerto de neumonía y luchando contra un cáncer, David John Moore Cornwell. Ha vivido sus últimos años en su casa de Cornualles, cerca del mar, a pocos kilómetros del Canal de La Mancha, en un pueblo de poco más de seiscientos habitantes. Para algunos miembros de los gobiernos británicos era alguien que los había traicionado, tras haber cobrado como diplomático y espía durante varios años. Conocido para todo el mundo como John Le Carré, su último mensaje insistente ha sido que la decisión de alejarse de Europa del gobierno actual era, literalmente, una estupidez.

Su vida ha sido una de las más ricas posibles, profesor, guionista, productor de cine, actor y escritor de éxito, además de lo señalado arriba. Nunca aceptó ningún premio literario, ni títulos, ni distinciones. Rechazó en numerosas ocasiones todos los intentos de concedérselos. Publicó su testamento literario hace tres años y lo llamó "El legado de los espías", era su propio legado.

En esta novela alterna entre la revisión del pasado y el relato del presente de un viejo y digno espía que aún no da ninguna muestra de caducidad física ni mental, consciente de que, en el pasado, el miedo lo provocaba la Guerra Fría, y ahora lo provoca la opinión pública. Si antes el enemigo era el comunismo, ahora son los revisionistas. La nueva hornada de jóvenes espías, engreídos, escépticos y desdeñosos, que juzgan la historia con los criterios de la actualidad, y, por otro lado, los hijos de las antiguas víctimas, bien desde el chantaje de exigir dinero a cambio de silencio, bien desde un idealismo comprometido que no se presta a ninguna componenda y quiere airear las tropelías pasadas.

Su último gran personaje, Peter Guillam, está atrapado entre unos y otros. Es un buen espía, alumno de George Smiley, calladamente enamorado entonces de una hermosa y desdichada mujer alemana a la que observó, vigiló y ayudó en una peripecia que fue avanzando desde lo policíaco hasta lo trágico.

Guillam está tan bien construido que hasta George Smiley queda en la sombra, y no aparece hasta la página 352, en la conclusión, sin que lo hayamos echado de menos, porque convertido en un mito del género, ya no necesita imponer su presencia física para hacer sentir su influencia.

Su último personaje no se resigna a ser una marioneta dedicada a microfilmar documentos, instalar micrófonos en las lámparas y pinchar teléfonos, para ser una persona con sus propios problemas emocionales, porque Le Carré siempre creyó que los sentimientos son mucho más esclarecedores que los hechos.

Es habitual la reaparición de personajes de un título a otro, aunque cada caso de una serie sea independiente y no exija que hayáis leído los anteriores, en "El legado de los espías" es conveniente recordar su precuela, "El espía que surgió del frío". En aquella novela los dos amantes protagonistas mueren trágicamente en el desenlace, acribillados en circunstancias confusas cuando intentan saltar el Muro para huir a Occidente.

Cincuenta años después, sus respectivos hijos, de un modo u otro atormentados por la orfandad, deciden investigar lo ocurrido y cuestionar la necesidad de aquellas muertes y la ideología que las provocó para que alguien asuma responsabilidades y pague por los errores cometidos. Y, para neutralizar su denuncia, el MI6 intenta utilizar como chivo expiatorio a un viejo espía retirado, Peter Guillam, que intervino decisivamente en aquella lejana historia.

Carlos López-Tapia

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