Cine en serie: "Task", una historia que empieza en voz baja y sube sin parar

Cine en serie: "Task", una historia que empieza en voz baja y sube sin parar

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Querido Teo:

La presentación de personajes es un termómetro del talento de los guionistas. Esta serie te abre la puerta a un barrio de los suburbios de Filadelfia, Delco para los locales, te pone en una mesa, te enseña el cansancio de un agente federal que arrastra una pena, el hambre urgente de un tipo que ha cruzado demasiadas líneas y, entre medias, un vecindario entero que respira como una sola criatura.

La primera virtud del guion es la presentación de los personajes en el piloto. Nada de carteles luminosos, nada de subrayado: conoces a Tom cuando vuelve a casa, a media luz, y coloca el vaso donde siempre; conoces a Robbie cuando calibra el riesgo con esa mezcla de temeridad y lucidez que sólo entienden los que han vivido demasiado deprisa. El episodio, titulado “Crossings” (1x01), hace honor a su nombre: es un cruce de vidas, de rutinas y de límites. El trabajo más fino del equipo de guionistas está en los bordes: en las pausas, en lo que se omite, en los silencios que definen. Lo que no te dicen dibuja a los personajes tanto como lo que pronuncian.

Y aquí entran los diálogos. No buscan frases de camiseta, buscan verdad. Se pisan, dudan, se desvían, vuelven al centro. Esas conversaciones que parece que no van a ninguna parte y que en otras series, en tantas, son puro relleno. Aquí son una clase de brújula. Te dicen de qué está hecha esa gente. Hay un respeto a la cadencia que es casi musical. Cuando alguien hace un chiste para esquivar un golpe emocional, el chiste pesa como un ladrillo. Eso engancha.

Hablemos del tono: "Task" es áspera, sí; es sombría, también. Pero no es triste por gusto, ni violenta para impresionar. La crudeza está al servicio de la humanidad de los personajes. Leerás que parece un policial; yo te diré que es, ante todo, un drama de personas que toman decisiones con consecuencias. El procedimiento es la excusa. Lo principal es escuchar a esta gente y comprenderlo. Ahí se nota la mano de quien escribe para otros seres humanos antes que para arcos argumentales.

El arranque del episodio es casi un manifiesto estético. La estructura en paralelo, Tom y Robbie avanzando por sus rutinas, te dice sin explicarse. Uno con un vaso de vodka, otro metiéndose en un lago como si quisiera limpiarse algo que no se limpia con agua. Sin una sola voz en off sabes que ambos vienen de pérdidas, de deudas, de esas heridas que no siempre sangran pero siempre escuecen. Esta gente entiende que el espectador es listo y que no necesita que le tomen de la mano para atar cabos.

Algo similar pasa con los secundarios, que entran sin cartel pero con vida. La madre que no necesita hablar para hacerse entender, el compañero que sabe demasiado, la amiga que intenta reírse para no llorar, la adolescente que ya ha visto más de lo que debería. Desde el primer capítulo se nota la dirección, sí, pero también se nota que antes es escritura. Alguien ha sopesado cuando un silencio era mejor que cualquier parlamento.

Los actores encuentran un terreno firme porque el guion se lo ha preparado. Se agradece cuando una serie respeta tanto la textura del sitio que el lenguaje también forma parte del paisaje. Además del oído, hay un olfato para el detalle que no suele verse. En "Task", el guion expresa que los ambientes deben de parecer vividos pero no de cualquier manera. El guion señala cajones con tiritas viejas, fotografías que no verás en la trama pero que están ahí para que el actor sienta que ese realmente es su pasado. No otra cosa hacía Visconti en "El gatopardo" (1963).

Ese tipo de precisión, que podría pasar por invisible, es la que hace que puedas leer En el texto del guion: "Uno se queda, sin saber por qué, mirando una lámpara o una taza". Es la emoción de lo real en la ficción: el decorado que no posa, habita.

En cuanto al pulso del piloto, a algunos les parecerá lento. A otros, el ritmo exacto para que la historia eche raíces. Yo estoy con los segundos. El episodio no corre: planta semillas. Si el guion hubiera empezado con un truco de prestidigitador, habrías aplaudido y te habrías ido. Aquí, al revés: cuando llegan los estallidos, ya te importan estas personas. Y entonces el golpe no es de ruido, es de sentido.

Una de las mejores decisiones de escritura está en no diagnosticar a los personajes, sino exponerlos. No te dicen que Tom está roto; no te dicen que Robbie está cansado de perder; la vieja regla: mostrar antes que explicar. Parece fácil; es dificilísimo.

Quien disfrute de la artesanía del diálogo encontrará momentos de puro oro. Hay una charla en un porche que empieza hablando del tiempo y acaba diciendo “te echo de menos” sin pronunciar esas palabras. Esa clase de escenas son la prueba de fuego del guion: si te funcionan, "Task" es para ti. Si no, quizá estabas buscando otra cosa. Y está bien, pero te perderías una escritura que confía en tu inteligencia y, sobre todo, en tu memoria emocional.

Hay influencias, claro. Se siente la estela de "Mare of Easttown" (2021) en la comunidad; hay sombras que recuerdan a "True detective" (2014-2024) en el modo de plasmar la desolación; y hay algo de "The Wire" (2002-2008) en el respeto al entorno como ser vivo que condiciona las decisiones. Con todo, "Task" no es un collage: encuentra su música propia. En parte porque el foco no está en resolver un misterio-crucigrama, sino en sostener una experiencia. El caso no deja de avanzar, pero el centro está en cómo ese avance afecta a la gente. De nuevo: personas antes que trama.

Otra marca de buen guion: el humor. No es que "Task" sea graciosa, no lo es, pero hay líneas bordadas con ese humor de supervivencia que aparece cuando todo parece a punto de romperse. Un comentario ácido, un gesto de complicidad, un silencio compartido que, si te fijas, es un chiste privado entre dos personajes. ¿Se puede uno imaginar a un sacerdote reconvertido a agente del FBI echando de menos hacer de pinchadiscos? Esos pequeños alivios hacen que la oscuridad no se vuelva indeseable. El guion sabe meter aire fresco en el momento justo para que no ahogue.

Los lugares de rodaje merecen un apartado propio. Filadelfia y el condado de Delaware no son un fondo bonito, son un cuerpo vivo. El guion explicita en las acotaciones sobre lugares: "Las casas bajas, las fábricas, los bares con neón cansado, el río que parece un animal dormido…". Todo te sitúa en una geografía moral: no es sólo dónde viven, es cómo han aprendido a vivir. La cámara no embellece; observa. Y esa observación tiene una ética: si vas a contar la historia de los demás, al menos míralos de frente.

En producción se nota la mezcla de planificación y riesgo. Se rodó en escenarios reales, con climatologías poco amables, y más de una jornada se ganó o se perdió a merced del clima. En una de esas jornadas de lluvia, el equipo terminó refugiado en un bar cercano, donde acabaron compartiendo cena con vecinos que llevaban toda la vida allí. Ese tipo de anécdotas es lo que alimenta luego la veracidad con la que se pisan las calles en pantalla. Cuando un actor dice que siente el sitio, no es una metáfora: es literal.

Si vamos a la construcción del piloto, el guion trabaja por capas. Primero te asienta el contexto; luego coloca detonantes; después deja que los personajes reaccionen de acuerdo con lo que ya aprendiste de ellos. Nada se siente arbitrario. Y cuando llega la secuencia de alto voltaje, esa que todos comentan después, no parece un número de circo pegado a la historia, sino la consecuencia inevitable de quiénes son y de dónde vienen. Por eso funciona: porque no viene de la nada.

Me gusta especialmente cómo "Task" maneja la economía de la información. No lo sabes todo, pero tampoco te dejan en la oscuridad por capricho. Cada escena suelta un dato, una sospecha, una contradicción. Es un goteo que te mantiene dentro sin convertirte en detective frustrado. A eso ayuda que el punto de vista no sea omnisciente ni tampoco estrictamente policial: es comunitario. Sabes lo que sabrían los vecinos. O un poco menos. O un poco más.

Y por encima de todo, los personajes. Ruffalo el primero. Tom, la contención como escudo, y Robbie, la impulsividad como método, dos maneras de soportar el mundo. No son antagonistas de cartulina, no son héroe y villano: son dos trayectorias que se cruzan. Cuando finalmente comparten un mismo escenario con peso dramático, el episodio vibra con una intensidad que no suele verse en un piloto. Llegar ahí sin atajos es mérito del guion.

Hay frases que se te quedan pegadas por la precisión con que están colocadas. Una disculpa que llega tarde, un “estoy bien” que en realidad significa “no estoy bien y no sé cómo decirlo”, una amenaza pronunciada en voz baja que suena más fuerte que un grito. La música, prudente, entra cuando debe y se retira a tiempo. El cimiento, insisto, está en el texto.

"Task" no es para ver de fondo. Te pide atención. Te pide ganas de escuchar a la gente cuando habla poco. Si te acercas con prisa, quizá no entres. Si te sientas, te acoge. Es también un retrato de clase, de cómo el dinero (o su ausencia) talla gestos cotidianos. El guion no hace discursos, pero deja que un recibo impagado, un turno doblado, un coche que no arranca o una fachada desconchada digan lo que tienen que decir.

Volvamos a los diálogos, que son la piedra de toque. Hay una escena en la que una adolescente se niega a responder y sólo mira al suelo, y el adulto frente a ella, en lugar de presionarla, se sienta y espera. Pasa un minuto, seguro que menos pero lo parece, y entonces ella suelta una frase que no suena a confesión, suena a agotamiento. Eso, escrito, es un prodigio: la tentación sería llenar de palabras ese minuto. El guion entiende que el silencio también es un material dramático.

Las interpretaciones responden a esa escritura con un nivel muy alto. Química que expresan incluso entre personajes que apenas comparten tiempo en pantalla. Cuando eso ocurre en un piloto, no es casualidad: es que los actores han recibido un mapa claro y han encontrado su propio camino.

La serie no humilla a sus personajes. Les deja equivocarse, incluso hacer daño, pero no los reduce a sus errores. El primer capítulo sugiere ya que las categorías morales fáciles no sirven. No para estas vidas. Y eso es una decisión de escritura valiente. Es más fácil fabricar villanos útiles y héroes a medida. Es más difícil aceptar la ambigüedad y hacerla interesante. "Task" elige lo difícil.

¿Es perfecta? No, y mejor que no lo sea. Hay momentos donde el subrayado del dolor podría haberse dosificado, y secuencias que quizá repiten una idea que ya habíamos entendido. Pero son peajes menores en un conjunto que respira solidez. El balance final del piloto es de notable alto: te invita a volver no porque te haya prometido un truco, sino porque te ha presentado una comunidad a la que quieres (o temes) regresar.

Termino con algo práctico: si la miras por los diálogos, disfrútalos como si estuvieras en una cocina oyendo hablar a tu gente. Si la miras por la historia, concéntrate en la estructura: cómo prepara lo que viene, cómo evita trampas, cómo teje los cruces. Si la miras por el ambiente, escucha. Las ciudades hablan. Y aquí hablan con un acento que, ya lo verás, se te quedará en el oído.

Te decía al principio que "Task" empieza en voz baja. Después del primer capítulo, la sensación es esa: te han susurrado una vida. Y cuando la televisión consigue eso, ya tiene medio camino ganado. Lo demás (la investigación, los giros, la violencia) vendrá. Pero el cimiento está puesto. Y es sólido.

Cuando termina cada capítulo, te quedas ahí, un segundo más, con la sensación de que has visitado un lugar donde alguien, quizá, podría reconocer partes de ti.

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"Task" puede verse en España en HBO Max

Carlos López-Tapia

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