"Al día siguiente de la conquista"

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Desde que existen las pantallas se han hecho alrededor de veinticinco obras de ficción, entre películas y series de televisión, que toman la conquista de México como base argumental principal. Es un número relativamente pequeño si se compara con otros grandes episodios históricos, y cada nueva producción sobre el tema suele provocar debate y atención. Zunzunegui deja muy clara la razón de esos debates, explicando los motivos y calificándolos de interpretaciones interesadas por cuestiones políticas coyunturales, con intenciones de manipulación evidentes. Como historiador experimentado, elige una frase del autor de "La historia interminable", Michael Ende, para dejarla a modo de advertencia en la primera página de su libro: "Nada da mayor poder sobre los hombres que las mentiras, porque viven de ideas y estas se pueden dirigir. Ese poder es el único que cuenta". Zunzunegui tiene muy bien desarrollado su poder de divulgación. Basta con que pinchéis aquí. Comprobaréis lo difícil que es dejar de escucharle, y lo mismo ocurre con su primer libro publicado en España, aunque lleva más de veinte en su tierra natal.

Título: "Al día siguiente de la conquista"

Autor: Juan Miguel Zunzunegui

Editorial: La esfera de los libros

Zunzunegui regala un diluvio de datos y de hechos sobre México y España, sobre las interpretaciones ridículas o malintencionadas entre las dos culturas, que no hay arca de Noé que resista, comenzando por dudar de que sean en realidad dos culturas. Lo hace, además, con una mezcla sabia de ironía, provocación, sentido común y buen ritmo. Pero lo que hace Zunzunegui en las páginas de su libro es precisamente tratar de destruir ese poder de la mentira con las mejores herramientas que existen: hechos y datos.

El primero de ellos es la negación radical de que Cortés tuviera la menor posibilidad de conquistar nada con las fuerzas que lo acompañaban. Por mucho impacto psicológico que significaran armaduras, armas de fuego y caballos, hubiera sido imposible resistir un ataque masivo de cualquiera de los pueblos que vivían alrededor de los mexicas. Fueron esos pueblos quienes aprovecharon la presencia de Cortés para unirse y tomar la capital mexica, para acabar con su dominación y la esclavización que producía miles de sacrificios humanos cada año que, además de extracción de corazones, en parte eran consumidos como alimento ritual. Un acto que atrae espectáculo, pero tampoco muy extraordinario en rituales primitivos.

El segundo hecho contrastado por Zunzunegui es el exterminio de la población nativa. No hay genocidio porque no se exterminó un pueblo o pueblos, que existen en la actualidad como máxima evidencia; no lo hay porque nunca fue la intención de los colonizadores provocar esas muertes; y no lo hay porque la motivación no fue el odio hacia esos pueblos. Lo que hay es la historia bacteriológica de la humanidad.

El mejor dato, y el que más se oculta en México, es que en 1821, cuando se consuma la separación de la vieja y la nueva España, la población del naciente país era de unos seis millones de habitantes, de los cuales unos cuatro millones eran indígenas, 60% de la población, personas que, en su mayoría, no hablaban español. Esto solo nos indica que, durante el Virreinato, no se aniquiló a un pueblo y no se impuso la lengua.

Pero cien años después de la Independencia, en un México de catorce millones de habitantes que atravesaron una revolución, la población indígena es del 10% y sus lenguas hoy se están perdiendo. ¿Cuándo ocurrió la gran masacre cultural contra las culturas mesoamericanas? En el México independiente. Esta es la realidad siendo aplastada por las narrativas.

A Zunzunegui no le falta sentido del humor. Lo usa con frecuencia y con inteligencia para exponer lo obtuso de ideas nacionalistas y los abusos del presentismo manipulador, que está derribando estatuas tras juzgar a los hombres que representan como si fueran actuales, sin el menor intento por comprender el pasado y sus circunstancias. Zunzunegui lo va expresando en muchos lugares de su libro, con reflexiones intercaladas como esta:

"Las culturas nacen, crecen, se desarrollan, se conquistan unas a otras e influyen unas sobre otras, caen, se transforman y son parte de algo nuevo. Ese algo nuevo es cada país hispanoamericano que se lamenta de la conquista al tiempo que está orgulloso de todo eso que es y que tiene y que no tendría sin la llegada de España y ese evento fundacional mal denominado conquista.

No fue una tragedia. Fue la historia. Que Irán se disculpe con Grecia por las guerras médicas y que los griegos devuelvan las disculpas a Irán por las conquistas de Alejandro. Que los judíos se disculpen por llegar a un Medio Oriente habitado, que los árabes se disculpen por salir de Arabia y crear los países árabes de hoy, y con España desde luego. Que Italia se disculpe con media Europa por las invasiones romanas y que Alemania se disculpe con Italia por las invasiones bárbaras. Que Irak y Siria se disculpen con Israel por lo de Nabucodonosor.

Que Dinamarca se disculpe con Inglaterra por crear esta con las incursiones normandas, los ingleses con Estados Unidos por crear Estados Unidos, y los turcos a ver con quién por conquistar Constantinopla. Que todos los pueblos eslavos se disculpen por llegar a una Europa oriental que era imperio bizantino, Kazajistán por las invasiones de los hunos y Mongolia por Gengis Kan. Que Kenia y Tanzania se disculpen con todo el planeta por las invasiones del Homo Sapiens.

Sí que podrían disculparse, pero no lo hacen Inglaterra con China, India y la mitad de África; Francia con Vietnam y la otra mitad de África; Bélgica con el Congo; o Estados Unidos con medio planeta. Ninguno de ellos construyó una civilización".

Como ciudadano y como aficionado a la Historia, siempre he considerado un elemento de salud mental no sentirse responsable del pasado en el que no se intervino y, por el mismo motivo, tampoco soy partidario de sentir ningún orgullo, pero si reconocimiento y por eso es importante que los historiadores no caigan en sesgos políticos al servicio del poder o del pensamiento único.

La creación del imperio británico revolcó la historia del imperio español al que sustituyó. Es un clásico bien conocido, frecuente y vulgar. Por esto es muy estimulante el libro de Zunzunegui, que no oculta atrocidades, pero las sitúa en el contexto y las circunstancias, salvaguardando el hecho de que la colonización española tuvo, con todo, una característica peculiar: fue más humanitaria que las que la precedieron y la siguieron. Es un hecho que debe ser reconocido sin complejos ni orgullos añadidos.

La lectura de "Al día siguiente de la conquista" produce muchas reacciones, a veces sorpresa, otras indignación ante lo que nos han contado a menudo y que era falso, otras una sonrisa, a veces incluso sonora. Al final, la sensación es la de haber participado en una conversación entre autor y lector, un mexicano y un español, ambos inteligentes. Con estas palabras cierra Zunzunegui este libro: "Al día siguiente de la conquista creamos juntos un Nuevo Mundo. Ahora somos una hispanidad exiliada. Es momento de contarnos otra historia".

Es lo que hace este libro, sólo que no es otra: es la que simplemente a algunos les ha interesado tapar.

Carlos López-Tapia

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