Charlton Heston, epicidad interpretativa

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Querido primo Teo: 

El 4 de octubre se cumplió el centenario del nacimiento del actor Charlton Heston. Su presencia marmórea, como si hubiera sido esculpido en un taller en la Venecia del renacimiento, le convirtió en el símbolo del cine épico. Además, su facilidad para desprenderse de la camisa le hizo redefinir el Cinemascope porque su tórax dominaba la pantalla. Fue consciente de que su portentoso físico le abrió las puertas de Hollywood y se empeñó en demostrar que era un actor con formación y talento, bastante alejado de los galanes carpeteros que estaban destinados a jugar en las ligas inferiores. Esa ambición le hizo ganar el respeto de la industria, siendo destacado especialmente por su profesionalidad, y el favor del público.

Se involucró en las historias que eran más grandes que la vida, ganó el Oscar por “Ben-Hur” (1959), también fue Moisés, Miguel Ángel, Marco Antonio e incluso el Cid Campeador. El éxito no le hizo acomodarse. Arriesgó al apostar por Orson Welles para que dirigiera “Sed de mal” (1958) y revolucionó la ciencia ficción al protagonizar “El planeta de los simios” (1968).

Durante la década de los 60 fue una de las personalidades de Hollywood que se comprometieron con el movimiento por los derechos civiles y formó parte del área más liberal del partido Demócrata pero su viraje hacia el Republicanismo, y convertirse en un firme defensor del derecho a portar armas, le llevaron a ser una figura especialmente criticada (e incluso humillada de la manera más miserable), por el sector más progresista que ha pretendido restarle valor a su carrera. 

Nacido en el seno de una familia obrera de Illinois, sus padres se divorciaron cuando él tenía 10 años y su madre volvió a casarse y de su padrastro acabaría tomando el apellido Heston. Siempre fantaseó con la posibilidad de convertirse en actor y, tras estudiar teatro en la Universidad de Northwestern y servir en la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a Nueva York para iniciar su carrera. Mientras buscaba una oportunidad trabajó como modelo, en 1948 debutó en Broadway con “Marco Antonio y Cleopatra” de William Shakespeare, autor que fue fetiche en la trayectoria de Heston.

Un año después interpretó a Marco Antonio en “Julio Cesar” (1950) en una producción cinematográfica independiente que le llevó a tener muy buenas críticas. Heston también trabajó en la radio y fue una presencia constante en la televisión de esos años, participando en las antologías teatrales que le dieron la oportunidad de dar el salto a Hollywood.

El productor Hal B. Wallis le fichó para ser uno de los protagonistas de “Ciudad en sombras” (1950) de William Dieterle y que no causó especial impacto. Dos años después llegó “El mayor espectáculo del mundo” (1952) que fue su puesta de largo en la meca del cine. Cecil B. DeMille le descubrió en los estudios de la Paramount y le dio el papel del dueño del circo, un personaje teóricamente antipático pero entregado en cuerpo y alma a una empresa quería salvar a toda costa. “El mayor espectáculo del mundo” fue un éxito rotundo y confirmó a Heston como el nuevo prototipo de empotrador de esa fábrica de sueños llamada Hollywood.

Esa condición se pudo aprovechar muy bien en “Pasión bajo la niebla” (1952) de King Vidor y especialmente en “Cuando ruge la marabunta” (1954) de Byron Haskin en la que formaba una pareja inflamable con Eleanor Parker. 

Charlton Heston era un actor que formaba parte de la plantilla de la Paramount y lo cierto es que, salvo “El mayor espectáculo del mundo” y "Cuando ruge la marabunta", sus mejores trabajos correspondían a otras compañías y su Estudio le veía más como un galán con un endiablado carácter y no como un intérprete carismático que se podía aprovechar. Heston corría el riesgo de descender rápidamente a las divisiones inferiores.

Fue rescatado a tiempo por Cecil B. DeMille para darle el papel de Moisés en “Los diez mandamientos” (1956), primero porque parecía la versión en carne y hueso de la escultura de Miguel Ángel y segundo porque en “El mayor espectáculo del mundo” le impresionó por su profesionalidad. “Los diez mandamientos” fue una producción carísima, costó trece millones de dólares de su época y fue un éxito monumental, de hecho ajustándose a la inflación sigue estando en ese grupo privilegiado de las películas más taquilleras de la historia. 

Pese a que “Los diez mandamientos” fuera otra película de la Paramount su relación con el Estudio no era nada buena y su contrato finalizó. Se fue la Universal y aprovechó su estatus de estrella para ayudar a Orson Welles en la puesta en marcha de “Sed de mal” (1958), pese a las reticencias de la compañía. La película no fue un éxito aunque sí muy valorada por la crítica, y con el paso de los años ha quedado como una de las obras maestras de Welles y también una de las mejores interpretaciones de Heston. 

Sí que cosechó un gran éxito con “Horizontes de grandeza” (1958) de William Wyler, una de esas películas concebidas para recuperar al público que se estaba perdiendo por culpa de la televisión. A los espectadores se les tenía que compensar por el dinero que pagaban por la entrada, y “Horizontes de grandeza” era un western mastodóntico sobre dos familias enfrentadas por unas tierras, una muestra de que películas como esas ya son imposibles de hacer. 

William Wyler quedó gratamente sorprendido por la eficacia y profesionalidad de Heston que le recomendó cuando le ficharon para rodar una nueva versión de “Ben-Hur” (1959) para la Metro-Goldwyn-Mayer. El Estudio no lo tenía claro, se barajaron los nombres de Burt Lancaster y Rock Hudson, pero finalmente cedió y ciertamente la elección fue idónea. Al igual que sucedió con “Horizontes de grandeza”, y anteriormente con “Los diez mandamientos”, sacar adelante una aventura tan cara como la de “Ben-Hur” era un movimiento desesperado de Hollywood para ofrecerle a los espectadores algo que no podían ver en un minúsculo aparato de televisión, un espectáculo más grande que la vida.

La Metro-Goldwyn-Mayer apostó todo lo que tenía y ganó. “Ben-Hur” se convirtió en un clásico que sigue sin ser superado, eso se pudo comprobar cuando se estrenó en los últimos años una nueva versión que fue un absoluto desastre. Heston, con esa anatomía esculpida en mármol, resultó perfecto como Judá Ben-Hur, el príncipe judío caído en desgracia junto a su familia que se convierte al cristianismo y se venga de quien le traicionó, quien fuera su mejor amigo. Heston ganó el Oscar al mejor actor frente al Jack Lemmon de “Con faldas y a loco” (1959). 

Fue reclutado por Samuel Bronston para que diera vida a el Cid Campeador a las órdenes de Anthony Mann, otra producción gigantesca que formó parte de la aventura del productor en nuestra piel de toro y que realmente fue la única que funcionó bien. La película, dirigida por quien fuera el primer marido de nuestra Sarita Montiel, resultó todo un alarde de la épica cinematográfica, en el que cuanto mayor era el despliegue técnico mejor.

La hazaña se intentó repetir con “55 días en Pekín” (1963) de Nicholas Ray, si en “El Cid” (1961) Heston fue emparejado por una Sophia Loren sumamente sofisticada, en la otra tenía a Ava Gardner que además había encontrado en la España del franquismo un oasis para una juerga eterna. El rodaje fue un quebradero de cabeza y la película perdió muchísimo dinero. 

Interpretó a Miguel Ángel en la extenuante “El tormento y el éxtasis” (1965) de Carol Reed, enfrentándose al exquisito Rex Harrison, el Rolls Royce de los actores. No fue un éxito propiamente dicho pero le permitió a Heston realizar una de sus interpretaciones más complejas. 

Participó en la coral “La historia más grande jamás contada” (1965) interpretando a Juan Bautista. Un fracaso monumental. También trabajó con Sam Peckinpah en “Mayor Dundee” (1965), Franklin Schaffner en “El señor de la guerra” (1965) y, a nivel cinematográfico, se adentró en territorio shakesperianos adaptando como director y actor  “Marco Antonio y Cleopatra” (1972), que supuso uno de sus primeros trabajos en Broadway.

Heston le puso empeño pero fracasó. No sucedió lo mismo cuando convenció a la Fox para que se rodara “El planeta de los simios” (1968), poniéndose de nuevo a las órdenes de Franklin Schaffner. Heston acertó. “El planeta de los simios” fue su último gran éxito. Una obra de ciencia ficción que marcó un punto de inflexión en el mundo del cine. 

Durante la década de los setenta Heston se convirtió en uno de los rostros del cine de catástrofes que reinó en la gran pantalla en esos años y que reclutó a las estrellas presentes y pasadas para hacerles sufrir todo tipo de inclemencias. Heston ya iba cumpliendo años y mientras su presencia seguía siendo efectiva ahí estaba él para dar empaque a películas como “Los cuatro mosqueteros” (1974) o “El príncipe y el mendigo” (1977), no ya como el galán que llegó a ser pero sí como el actor de carácter que siempre quiso demostrar. 

En su madurez seguía recurriendo al teatro buscando ese prestigio que le completara como actor. Ahí protagonizó “El motín del Caine”, “Las brujas de Salem” e incluso “Un hombre para la eternidad”. Se propuso hacer “Macbeth” en el West End pero el proyecto se suspendió poco antes de estrenar, las malas lenguas dicen que Heston entró en pánico al ser examinado por el exigente público inglés. En esos años encontró la televisión que le permitió ganar dinero participando en “Los Colby” (1985-1987), que era el spin-off de la exitosa “Dinastía”, y que no tuvo la misma suerte. 

James Cameron le reclutó para que hiciera un cameo en “Mentiras arriesgadas” (1994), asegurando que era la única presencia capaz de imponer a Arnold Schwarzenegger. Kenneth Branagh contó con él para el extenso reparto de “Hamlet” (1996) y Tim Burton le tuvo presente en su versión de “El planeta de los simios” (2001) que ni por asomo alcanzó las cotas del clásico de Schaffner. 

Charlton Heston siempre tuvo interés por el mundo de la política. En los años 60 se comprometió con los derechos civiles y fue uno de los rostros de Hollywood que estuvieron presentes en la marcha de Washington. En ese momento era un convencido Demócrata, del área liberal, estuvo en contra de la Guerra de Vietnam e incluso se mostró a favor del control de armas.

Su posicionamiento político comenzó a cambiar en los 70, cuando se desencantó del liberalismo de los Demócratas y se sumó a la causa Republicana. Apoyó a Nixon, a Ronald Reagan y a George W. Bush y su aspecto más polémico lo encontramos cuando comenzó a defender el derecho a portar armas, convirtiéndose en uno de los principales motores de la Asociación Nacional del Rifle.

Michael Moore le entrevistó para el documental sobre el control de armas “Bowling for Columbine” (2002) y no tuvo piedad con un Heston que ya estaba luchando contra la enfermedad de Alzheimer. Esa acción tan miserable en un documental que fue galardonado con un Oscar fue especialmente aplaudida por quienes en defensa de la libertad de expresión no toleran al contrario. 

El estreno de “Bowling for Columbine” coincidió con el anuncio de la enfermedad que padecía Heston y con la retirada del actor de la vida pública. Charlton Heston fallecería en 2008 a los 84 años. 

Mary Carmen Rodríguez 

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