In Memoriam: Pepe Sancho, voz y presencia

Querido Teo:

Un cáncer ha terminado con la energía y la gran voz de uno de los actores más reconocibles de nuestro cine, Pepe Sancho. A los 68 años engrosa la negra lista de pérdidas del mundo de nuestro espectáculo que llevamos padeciendo en el último año. Aunque ganó un Goya por “Carne trémula” en 1998 como mejor actor de reparto, ha sido la televisión donde alcanzó la popularidad. Tres papeles servirían para resumir su carrera. Su truhán y descarado El Estudiante de “Curro Jiménez”, su empresario crápula y falangista, aunque con punto empático para el espectador, Don Pablo de “Cuéntame cómo pasó”, y su constructor corrupto Rubén Bertomeu de “Crematorio”.

Participante en muchos Estudios 1 de TVE, la televisión le permitió estar en “Turno de oficio”, “Quién da la vez”, “Carmen y familia”, "Los negocios de mamá" o, en los últimos años, participar en varios telefilms y ser el padre de Miguel Hernández en “Viento del pueblo”, Joaquín Sorolla en “Cartas de Sorolla”, un contenido e imponente Jaime Milans del Bosch en “23-F: El día más difícil del rey”, o un humanizado cardenal Tarancón en “Tarancón. El quinto mandamiento”. Su último trabajo televisivo ha sido como el pretor Quinto en las series “Hispania, la leyenda” e “Imperium”. En cine participó en películas de Berlanga como “Todos a la cárcel” y “París Tombuctú”, así como en apariciones en “¡Ay, Carmela!”, “La Lola se va a los puertos”, “Libertarias” o “Hable con ella”, pero fueron cintas como “Flores de otro mundo”, “Los lobos de Washington” y “El deseo de ser piel roja” los que le sacaron mejor partido en la pantalla grande. Una voz inolvidable y una presencia magnética que dominaba la pantalla y el escenario eclipsando a todo aquel que le diera réplica. Una bestia parda de la actuación que dignifica y contribuye a hacer grande toda una profesión.

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Nacho Gonzalo