"Los lazos que nos unen"

"Los lazos que nos unen"

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El argumento: El inesperado viaje emocional de Sandra, una librera decididamente independiente cuya vida da un vuelco al implicarse sin buscarlo con la familia de su vecino Alex, un joven arquitecto viudo con dos hijos pequeños. 

Conviene ver: "Los lazos que nos unen" se construye como un drama sutil y meditado, donde la fuerza narrativa no reside en giros sorprendentes ni en acontecimientos extraordinarios, sino en la forma en que retrata la vida cotidiana atravesada por la pérdida, la maternidad inesperada y los vínculos afectivos complejos. Basándose en la novela "La intimidad" de Alice Ferney, Carine Tardieu opta por un enfoque íntimo y delicado, evitando el exceso melodramático que podría haber convertido la historia en un relato previsible. Su dirección se caracteriza por la contención: cada plano respira, cada silencio tiene peso, y los gestos mínimos de los personajes son capaces de transmitir emociones profundas. Esta sutileza, sin embargo, funciona como una espada de doble filo: si bien permite captar la complejidad de los afectos y la contradicción inherente a las relaciones humanas, también puede dar la sensación de que la película avanza con demasiada suavidad, dejando algunos momentos dramáticos sin la intensidad que podrían merecer. La interpretación de Valeria Bruni-Tedeschi es el corazón de la película. Su capacidad para equilibrar vulnerabilidad, autoridad y ternura permite que Sandra, una librera independiente, se convierta en un personaje auténtico, cuya soledad y descubrimiento del afecto maternal emergen con naturalidad, sin aspiraciones ni sueños efímeros. Alguien que no parece necesitar a nadie hasta que se abre a la satisfacción de ayudar a los demás cuando, tras el recelo y el parapeto caustico, entra en contacto con un niño y un bebé de su vecino recién enviudado y que le hacen brotar un apego escondido bajo una coraza de protección naciendo un afecto puro sin obligaciones ni responsabilidades de dos personas que, a pesar de su diferencia de edad y prioridades, se han encontrado en un momento de necesidad mutua. Un afecto libre y sin ataduras en el que la protagonista no busca ejercer de madre lo que hace ejercer un acto de generosidad y también de libertad frente a los demás. Bruni-Tedeschi evita el histrionismo, y esa contención potencia la verosimilitud de la historia, obligando al espectador a leer entre líneas y a involucrarse emocionalmente con lo que no se dice explícitamente a través de un personaje complejo y con contradicciones que transmite autenticidad ya que si por un lado disfruta de su soledad en el fondo no puede dejar de sentir cierto vacío por cubrir. En contraste, algunos secundarios quedan relegados a un segundo plano; aunque actores como Pio Marmaï y Vimala Pons aportan matices de humor y ternura, la película no siempre encuentra tiempo para desarrollarlos completamente, lo que puede generar sensación de dispersión en ciertos pasajes, más cuando se deriva en el clásico rol de viudo que necesita otra figura femenina al instante para no desmoronar su rol y su estabilidad tanto frente a él como a los que le rodean pero que se debate entre la sensación de culpa por traicionar el recuerdo de su pasado o el derecho a ser feliz e iniciar una nueva etapa en su vida. La presencia de personajes como la suegra o el padre biológico del niño se percibe como meramente decorativa, sin impacto real en la trama central. Narrativamente, la película se mueve entre la reflexión sobre la maternidad, la amistad y la redefinición de los vínculos afectivos en un contexto contemporáneo. Tardieu plantea preguntas sobre cómo amar, cuidar y formar familia cuando las reglas tradicionales no se aplican, y lo hace sin juzgar ni dramatizar en exceso, sino dejando que las contradicciones humanas emerjan de forma orgánica. Sin embargo, esta apuesta por la contención también limita la tensión dramática: los conflictos evolucionan con suavidad y, aunque eso puede considerarse un logro en términos de naturalismo, para algunos espectadores puede resultar insuficiente en términos de ritmo o impacto emocional inmediato. Visualmente, la película es sobria pero efectiva alternando sensibilidad con humor sabiendo combinar bien las dosis de cada ingrediente pero cayendo en cierta irregularidad durante su desarrollo. La dirección de cámara se mantiene discreta, siguiendo a los personajes con planos que acentúan la intimidad y la proximidad emocional a la hora de mostrar como el afecto y los vínculos inesperados pueden transformar nuestra vida. La puesta en escena evita la grandilocuencia, apostando por una sobriedad que refuerza el realismo y permite que los actores y la narrativa ocupen el centro de la atención. La música, ligera y discreta, acompaña los momentos clave sin subrayar, complementando el tono meditado de una historia que enarbola la capacidad de establecer lazos que enriquecen emocionalmente. "Los lazos que nos unen" es una película que logra conectar con el espectador a través de la humanidad de sus personajes, el poder reparador del amor y la honestidad de su mirada, consolidándose como un relato sensible sobre el afecto, la soledad y la responsabilidad emocional en tiempos contemporáneos que, aunque deja buen sabor de boca, no puede evitar cierta previsibilidad.

Conviene saber: Nuevo trabajo de la directora Carine Tardieu ("Los jóvenes amantes"). 

La crítica le da un SEIS

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