"Momentos estelares de la humanidad"

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En 2006 se estrenó “Stefan Zweig: Adiós a Europa”, película biográfica de los últimos años de vida del escritor austriaco más valorado del siglo XX. Sus obras siguen en las librerías y bibliotecas de todo el mundo, traducidas a casi todos los idiomas. Algunas han dejado incluso huella en el cine como "La promesa" o "Carta de una desconocida". Zweig tuvo una manera completamente original de enfocar los desgarros del totalitarismo sin hablar directamente de guerra. Se reedita una de sus obras más reconocidas con una nueva traducción.

Título: "Momentos estelares de la humanidad"

Autor: Stefan Zweig

Editorial: EDAF

¿Cuántos libros dirías que siguen editándose tras un siglo de haber sido escritos? Google no tiene la respuesta, que es como decir que no existe hoy, a la espera del algoritmo que lo descubrirá, seguro. Igual de seguro que uno de los que estará en las mejores posiciones en lo que respecta al siglo XX será "Momentos estelares de la humanidad".

Stefan Zweig, en los años 20 y 30 del pasado siglo, fue un autor de bestsellers planetarios, claro que el planeta era más "pequeño" entonces. Era judío, austriaco, nacido en el seno de una familia rica, se codeaba con gente como Richard Strauss, Sigmund Freud o Salvador Dalí. Viajero y pacifista convencido, se pasó la Primera Guerra Mundial metido en una oficina, y la llegada del nazismo lo condujo, sin hacer demasiado ruido, al exilio.

No se tiene constancia de ninguna toma de posición radical por su parte, él seguía escribiendo lo que le gustaba y, eso sí, escapando con gran dignidad. Primero a Inglaterra, luego a Estados Unidos y, por último, a Brasil. Fue allí, en Petrópolis, donde se quitó la vida, en 1942, a la edad de 61 años, cuando el estallido de la Segunda Guerra Mundial hacía añicos su convicción de que Europa era el "reino supranacional del humanismo", tal y como dejó escrito Zweig en "El mundo de ayer", la autobiografía que terminó de escribir en la víspera de su suicidio.

La constitución de ese reino, de ese Camelot impregnado de "ilusión de una cultura europea", se derrumbaba y no  quiso verlo. Zweig no era historiador, ni sociólogo, ni economista, ni.... ninguna otra cosa que pudiéramos etiquetar como especialización, salvo la filosofía. Era un polímata que estuvo escogiendo con cuidado los ladrillos con los que él creyó que se había construido una casa donde la humanidad, toda ella, pudiera encontrar un rincón y sentirse cómoda.

Esos fueron los momentos estelares que recorre en un libro que leo por tercera vez sin cansarme. Son momentos perfectamente definidos en torno a Marco Tulio Cicerón, la toma de Constantinopla, el descubrimiento del Pacífico en el nuevo continente americano, Händel, la Marsellesa, Waterloo, Goethe, El Dorado en California, Dostoievski, San Petersburgo, el telégrafo, la carrera hacia el Polo Sur, Lenin en un tren sellado y el fracaso del presidente Wilson.

El libro está impregnado de un aroma a las certezas prometedoras de la Europa al finalizar la I Guerra Mundial, progreso y ganas de vivir, en el momento en que la pólvora y el átomo están preparados a cambiar aquel perfume esperanzador por peste a putrefacción, un momento de la humanidad en forma de agujero negro.

Stefan Zweig estuvo rodeado de intelectuales con sermones, a menudo arrogantes, que predicaban que escribir debe incluir compromiso de denuncia, de participación política. Como intelectual comprometido, y aunque Zweig se enfrentó con vehemencia contra las doctrinas nacionalistas y el espíritu revanchista de la época, aquí parece haber escrito con idea de labor intelectual sosegada, libremente, comprometido como filósofo, ajeno a la rigurosidad del historiador, por el puro placer de sembrar algo que será recogido y disfrutado.

Estos momentos estelares están llenos de frases subrayables, frases que nunca olvidaría el personaje más peculiar de Zweig, más borgiano que Borges, creado por el austriaco en un café vienés en 1929; el librero Jakob Mendel, "un prodigio único de la memoria", "un fenómeno bibliográfico", "el miraculum mundi, el mágico archivo de todos los libros", "de cualquier obra que hubiera aparecido lo mismo hacía dos días que doscientos años antes, conocía de un golpe el lugar de publicación, el editor, el precio, nuevo o de anticuario. Y de cada libro recordaba, con una precisión infalible, al mismo tiempo la encuadernación, las ilustraciones y las separatas en facsímil". En resumen, un personaje que nunca olvidaría a Zweig.

Carlos López-Tapia

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