Recordando clásicos: "Centauros del desierto" (1956), el gran clásico de John Ford

Recordando clásicos: "Centauros del desierto" (1956), el gran clásico de John Ford

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Querido Teo:

Hoy vamos a hablar de "Centauros del desierto" (1956), una de las películas más conocidas de John Ford. El mismo año de su estreno vieron la luz dramas como "Gigante" de George Stevens o "El hombre que sabía demasiado" de Alfred Hitchcock. Y por estos pagos se estrenaba "Y Dios creó a la mujer" del francés Roger Vadim o "Calle mayor" de Juan Antonio Bardem. Pero hoy nos vamos a Monument Valley con John Ford.

No se puede hablar de "Centauros del desierto" sin hablar antes de John Ford. Y es que a ese señor, que habréis vistos en fotos en blanco y negro malencarado y con parche en el ojo, se le considera uno de los directores fundacionales del cine norteamericano, especialmente del western como género cinematográfico. Para aquellos que se pregunten porqué esa insistencia en destacar la genialidad de Ford, yo le daría dos pistas.

La primera es que si se sigue hablando de sus películas, y aún gustan al público 70 u 80 años después de su estreno, es porque han pasado un filtro muy importante que es el del paso tiempo. Y por otro lado, Ford ha sido una influencia imprescindible para cineastas posteriores. Y no es porque lo diga yo, es que lo han dicho Orson Welles, Akira Kurosawa, Martin Scorsese y unos cuantos más, que algo saben de cine.

Hay cosas curiosas en su carrera y es que aunque él mismo se presentaba con la frase “Me llamo John Ford y hago películas del Oeste” el caso es que los 4 Oscar que consiguió fueron por filmes de otros géneros distintos al western ("El delator", "¡Qué verde era mi valle!", "Las uvas de la ira" y "El hombre tranquilo"). Y el western por el que fue nominado, "La diligencia", no se tradujo en premio.

Pero vamos con "Centauros del desierto". Ford, que en 1956 tenía 62 años, había comenzado su carrera como director en el cine mudo, allá por el año 1917. Antes pasó por todos los oficios cinematográficos, y tuvo tiempo de pulir su estilo, hasta lograr sus trabajos más reconocidos en los años 40 y 50 del siglo pasado. Para "Centauros del desierto" Ford tomó como material de partida una novela de Alan Le May que trataba el tema del secuestro de mujeres blancas por parte de los indios durante la expansión de los colonos por el territorio norteamericano.

"Centauros del desierto" comienza plácidamente, con la música de Max Steiner con una escena en la que se abre la puerta de una casa, se abre la puerta también hacia la historia que nos van a contar. En esta primera escena ya aparece Ethan Edwards (el protagonista), que no es otro que John Wayne, actor fetiche y colega de Ford, con el que trabajó en catorce películas.

El director no nos da la historia masticada, sino que introduce al protagonista no desde el principio, sino en un momento intermedio. Ethan es un personaje misterioso, que según avanza la película el espectador nota que tiene mucho que contar de su pasado. Vuelve, no a su casa, sino a la de su hermano Aaron Edwards, que vive con su mujer y tres hijos en una granja apartada. Vuelve después de haber luchado en la Guerra Civil estadounidense (en el bando perdedor) y con un botín de monedas de oro, que no se sabe de dónde ha sacado.

Así arranca "The searchers", el titulo original que aquí en España se cambió por esa frase tan poética de "Centauros del desierto". Y una vez que nos han presentado al protagonista, que es el tipo duro, fuerte y formal, a continuación comienzan a aparecer esos actores secundarios tan fordianos.

Son personajes con pocos minutos en pantalla pero que están trabajados y llenos de matices. Ellos son los que se encargan de aligerar el drama con toques de humor. Así entra en escena el reverendo y capitán Samuel Johnston Clayton. Bajo este nombre tan ampuloso se esconde el impagable actor Ward Bond, que viene a reclutar hombres para perseguir a los comanches. Y si se trata de matar indios, Ethan se apunta aunque acabe de llegar.

Me detengo en el momento en el que Ethan se va a cazar indios porque se produce entonces una secuencia mágica, en la que el espectador se da cuenta de que entre Ethan y Martha, su cuñada, hay una historia de amor no contada. El mérito de Ford es evidenciar algo tan íntimo, él se las arregla para mostrarlo sin usar palabras, sin que los dos personajes se toquen apenas, sólo con las miradas y con los pequeños gestos.

Hay una tercera persona que presencia la escena, el reverendo, que los ve sin inmutarse y con una mueca de ternura. De hecho la presencia de un tercer personaje en la escena añade una capa más, dando a entender que es algo que puede ser de dominio público y conduce al espectador a hacerse preguntas y a la vez deja todo en el aire.

Ellos todavía no lo saben pero es su despedida, la última vez que van a verse, porque la granja queda desprotegida con la marcha de los hombres y son atacados por los indios unas horas después. Los comanches matan a todos los miembros de la familia y se llevan a las dos niñas, Lucy y Debbie. Así que la historia principal se convierte en una tragedia.

A partir de aquí la película hace honor al título e Ethan, acompañado por Martin, un joven mestizo adoptado por su hermano, y por lo tanto sobrino adoptivo suyo, emprenden la búsqueda incansable de Debbie Edwards, la niña raptada por el jefe comanche Cicatriz a la que acabará dando vida Natalie Wood.

Es una larga búsqueda y durante los primeros años el objetivo de Ethan es el rescate, tiene la esperanza de devolver a casa a su sobrina, que aún es una niña. Pero conforme pasa el tiempo, él comienza a sospechar que puede ser tarde y teme que Debbie pueda haberse convertido ya en una india.

Martin (interpretado por el actor Jeffrey Hunter), hace de contrapunto de Ethan, que se convierte en un personaje cada vez más oscuro y amargado. Pero no puedo contaros cómo termina la película, incluso os diré que yo misma, después de haber visto la película varias veces, no sé si se trata de un final feliz o todo lo contrario. A ver qué opináis vosotros.

Y a continuación unas curiosidades...

* El Jefe Cicatriz es un villano que funciona a pesar de estar interpretado por Henry Brandon, el único actor no indio del grupo de comanches a los que persiguen. Es norteamericano, de ascendencia alemana, el resto son indios navajo contratados por John Ford.

* John Wayne tenía predilección por el papel de Ethan Edwards y en honor a él bautizó con el nombre de Ethan a uno de sus hijos.

* John Wayne no consiguió el Oscar por ninguna de las interpretaciones que realizó a lo largo de su nutrida carrera a las órdenes de John Ford. Aunque más adelante sí obtuvo su única estatuilla por su papel crepuscular del vaquero Rooster Cogburn en "Valor de ley" (1969) dirigido por Henry Hathaway.

* El rol que se asignaba a los indios en el cine norteamericano en el momento en que se rodó "Centauros del desierto" distaba mucho del de películas reivindicativas posteriores como "Pequeño gran hombre" (1970) o "Bailando con lobos" (1990). Y es cierto que el cine de John Ford tuvo un peso relevante en esa estampa negativa de los indios en la gran pantalla pero también hay que decir que el director saldó algunas cuentas con ellos cuando estrenó "El gran combate" (1964), un trabajo atípico en su filmografía, que ofrecía una imagen digna y desde luego más realista de los primeros pobladores de Norteamérica.

Y nada más por hoy, con estas curiosidades me despido no sin antes recordaros que reviséis los clásicos. 

Mónica Balboa (https://cineenunminuto.com/)

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