"Tras el verano"
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El argumento: Paula, Raúl y Dani podrían ser una familia más. Podrían serlo, de no ser porque Dani no es hijo de Paula, y ésta se enfrenta con el reto diario de demostrar que merece ostentar el “título” de madre. Este conflicto, unido a la separación de la pareja y, como consecuencia, la idea de que Paula pueda dejar de ver para siempre a Dani, nos plantea una historia que pone el dolor de un niño en el centro y lo desgarrador de las despedidas. Con todo, "Tras el verano" pone sobre la mesa un vacío legal que pisotea emociones y una gran pregunta: ¿qué es más importante, los sentimientos o el ADN?
Conviene ver: “Tras el verano” es una cinta tan sutil como valiente, una pieza de cine social que pone el foco en las grietas legales y emocionales de las familias reconstituidas. La película se adentra, con una honestidad sin artificios, en el territorio incierto de los vínculos no biológicos, cuestionando un sistema que aún privilegia el ADN por encima del afecto. En el centro de esta historia late Paula, interpretada con conmovedora contención por Alexandra Jiménez, una mujer que ha criado con amor a un niño que la ley no reconoce como suyo, y cuya relación pende de un hilo tras una separación. La directora construye su relato desde una narrativa depurada y una sensibilidad visual que convierte la estética en discurso. La luz y el agua, elementos constantes en la puesta en escena, operan como metáforas del desarraigo y la fragilidad: la penumbra que rodea a Paula refleja su incertidumbre, mientras los reflejos cálidos en su convivencia con Dani iluminan los instantes de verdad. El agua, que todo lo envuelve y todo lo borra, se convierte en el espacio simbólico donde flota (sin asideros) su identidad negada por el marco legal. Aunque su ritmo pausado y una cierta frialdad interpretativa en algunos tramos puedan exigir un espectador paciente, la película encuentra su fuerza en lo cotidiano, evitando el melodrama para revelar, con crudeza y ternura a partes iguales, cómo un conflicto íntimo encierra una denuncia mayor. El elenco, encabezado por Jiménez y apuntalado por Juan Diego Botto y Ruth Gabriel, refuerza el tono sobrio de una obra que no teme el silencio ni la contención. Pero el mayor acierto de “Tras el verano” es su capacidad de elevar lo particular a categoría universal. Lo que empieza como el dilema legal de una mujer que no puede seguir viendo al niño que crió, termina interpelando al espectador: ¿Quién decide a quién pertenece el amor?¿Puede un vínculo real desaparecer por la falta de un papel? La película respuestas cerradas, pero sí plantea preguntas urgentes en una sociedad donde las estructuras afectivas evolucionan más rápido que las leyes que deberían protegerlas. “Tras el verano” es una película que respira compromiso y delicadeza. Nos recuerda que no todo lo esencial es visible a los ojos (ni al Estado) y que, a veces, las historias más incómodas son las que más necesitan ser contadas.
Conviene saber: La ópera prima de Yolanda Centeno pudo verse en el Festival de Málaga 2025.
La crítica le da un SEIS