"Ya no quedan junglas"
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La web oficial.
El argumento: Theo, conocido como "el Gentleman", es un ex soldado estadounidense cuya existencia solitaria y miserable transcurre entre sus recuerdos de un pasado mejor con su difunta esposa y su habitual cita de los jueves con Olga, una prostituta a la que paga por conversar, recordando quién fue una vez y soñando con lo que podría haber sido. Cuando Olga es asesinada, busca venganza brutal. El rastro de sangre que deja es seguido por Iborra, una inspectora de policía alcohólica y Herodes, un despiadado asesino a sueldo. El cruce de estos personajes al límite tendrá un abrupto desenlace cuando el presente venga a cobrarse las deudas del pasado.
Conviene ver: "Ya no quedan junglas" se presenta como un ejercicio de film "noir" que traslada los códigos del género clásico a una San Sebastián crepuscular, envuelta en una atmósfera de sombras y amenaza constante. El director, con décadas de experiencia como director de fotografía en Hollywood, despliega aquí un virtuosismo visual innegable: cada plano, trabajado con precisión pictórica, convierte la ciudad en un escenario cargado de opresión y decadencia, donde la elegancia formal convive con una violencia latente. En ese paisaje sombrío destaca el actor Ron Perlman, que compone a Theo, un antihéroe quebrado por la pérdida, contenido en sus emociones pero capaz de estallar en estallidos de brutalidad física. Su presencia dota a la película de un magnetismo particular, reforzado por la inesperada química con Karra Elejalde, con quien comparte algunos de los momentos más sólidos y auténticos de la narración. El problema, sin embargo, surge en el guión. La trama se dispersa en varias líneas narrativas (la venganza de Theo, la investigación policial y las maquinaciones criminales) que nunca llegan a encajar con la coherencia necesaria. A esa falta de cohesión se suman personajes arquetípicos, villanos que rozan la caricatura y un tono que fluctúa entre el "noir" más solemne y un "pulp" desinhibido que a menudo resulta involuntariamente ridículo. La película parece debatirse entre el clasicismo al que aspira y el exceso del que no sabe desprenderse, quedándose a medio camino de ambos. El resultado es un proyecto irregular: estilísticamente poderoso, capaz de generar atmósferas de verdadera intensidad, pero narrativamente frágil y lastrado por personajes que nunca llegan a desplegar todo su potencial. Aun así, el film deja tras de sí un poso de interés, tanto por lo que insinúa en su desenlace, que abre sendas más sugerentes que el propio recorrido, como por la evidencia de que el director, una vez liberado de la trampa de los clichés, podría convertirse en un narrador cinematográfico tan notable como es ya un maestro de la imagen.
Conviene saber: Ópera prima del director de fotografía Gabriel Beristáin.
La crítica le da un CINCO
