"Una batalla tras otra"

"Una batalla tras otra"

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El argumento: Cuando su malvado enemigo resurge después de 16 años, una banda de ex revolucionarios se reúne para rescatar a la hija de uno de los suyos. 

Conviene ver: "Una batalla tras otra" es una película desbordante de energía y ambición de Paul Thomas Anderson, que mezcla acción, sátira y un caleidoscopio de géneros de manera sorprendentemente fluida en el que es la plasmación de una adaptación en la que el director y guionista llevaba trabajando dos décadas y que traslada de la década de los sesenta a la actualidad. La historia sigue a Bob (Leonardo DiCaprio), un antiguo revolucionario que, años atrás, luchó contra el sistema y ahora debe proteger a su hija Willa (Chase Infiniti) frente a amenazas externas, en un país marcado por tensiones sociales y políticas. Una cinta que parte de un poderoso prólogo en el que un colectivo radical apodado "el 75 francés" actúa con beligerancia y rabia tirando de violencia en nombre de la revolución frente a un sistema que se prepara para liberar a unos inmigrantes que esperan a ser deportados desde un centro de detención situado en la frontera con México y que actúa como campo de concentración rodeado de vallas. La punta del iceberg de un país que busca depurar todo aquello que mancha el rol de buen usamericano que acuñan hombres blancos, poderosos y racistas, que en clave mesiánica quieren volver a las esencias mal entendidas de un país al que se sienten llamados a purificar moviendo los hilos desde su salón de sofás forrados en el tiempo en el que se toman una copa y un puro formando parte de una asociación llamada "Aventureros de la Navidad". "Una batalla tras otra" es un thriller de denuncia política, una película de acción, un drama familiar y una comedia que juega con lo absurdo. Todo en uno.

Anderson construye un universo cinematográfico donde la familia, la resistencia y la supervivencia se entrelazan con un relato que no teme explorar la locura y el caos del presente y que parte de los movimientos revolucionarios por los derechos sociales en un país en el que siempre ha habido muchos intereses en juego. Uno de los grandes aciertos de la película es la forma en que maneja el ritmo y la narrativa funcionando como producto de acción, drama sociológico y también como farsa épica que combina humor desengrasante y la oscuridad de la condición humana de manera efectiva. Anderson alterna secuencias de acción vertiginosas, persecuciones de coches y tiroteos con momentos de intimidad y reflexión, logrando un equilibrio entre espectáculo y emoción. La banda sonora de Jonny Greenwood potencia cada escena, amplificando la tensión y la fuerza visual, y haciendo que las imágenes tengan un impacto inmediato sobre el espectador. Las interpretaciones son otro de los pilares de la película. Teyana Taylor brilla como Perfidia, un personaje lleno de vitalidad y determinación, con un físico, una fuerza y una personalidad que le hace trascender lo humano, como heredera de un linaje de revolucionarios que imprime a la cinta una presencia arrolladora que permanece incluso cuando ella no está en pantalla sobrevolando la culpa desoladora de haber fallado al mundo o bien como revolucionaria o bien como madre al no poder compatibilizar ambas facetas. Chase Infiniti, en su rol de Willa, y siendo su primer papel en el cine, aporta una ternura y profundidad que contrasta con la intensidad de los adultos en pantalla, haciendo que la relación padre-hija sea el corazón emocional de la historia a partir de ese ex activista impregnado de pragmatismo moral con el paso de los años y que ya lo único que quiere es que, su hija, lo que más quiere, esté segura y pueda ser feliz. Leonardo DiCaprio (que rechazó protagonizar "Boogie nights" al tener que embarcarse en la travesía de "Titanic") asume el papel con su solvencia habitual como un idealista experto en explosivos movido por su conciencia y por la atracción que siente ante la torrencial Perfidia que deriva en un paria, tan valiente y decidido como vulnerable y desnortado, al que el destino sólo le ha dejado a su hija como asidero emocional y como brújula para justificar que siga valiendo la pena estar en un mundo erosionado por la crispación y a la deriva embrutecido por la militarización y el crecimiento del fascismo. Sean Penn controla el lado más excesivo de un villano poliédrico y tormentoso que podría haber caído en la parodia pero que logra que sea de los que hacen antología, ahogado por un crisol de complejos, dogmatismo exacerbado, instintos primarios y sed de poder, que conforman la violencia contenida y animal que destila y al que brinda todo su talento un actor felizmente recuperado en esta película al igual que un Benicio del Toro que pocas veces ha estado tan divertido, juguetón y robaescenas como un profesor latino de Artes Marciales que da cobertura a los milicianos y que deja una de las esencias de la película que no es otra que definir la libertad como el no tener miedo. 

La película también destaca por la manera en que aborda temas de relevancia social y política, sin perder de vista la historia personal de sus protagonistas. Anderson, más virtuoso, provocador y contundente que nunca, propone una reflexión potente, cruda, demoledora e irónica sobre el activismo, la intolerancia y las contradicciones de la sociedad contemporánea, incorporando referencias a movimientos revolucionarios, sectas y conflictos urbanos que aportan riqueza y textura al relato, sin restarle claridad ni coherencia. Visualmente, "Una batalla tras otra" es deslumbrante. La puesta en escena utiliza la carretera, los paisajes urbanos y la iconografía del western como elementos narrativos que amplían el significado de cada escena. Un ejercicio vigoroso y abrumador que muestra una mirada desoladora sobre el tiempo que nos ha tocado vivir, marcado por el odio, la paranoia y el miedo, suponiendo un ejercicio de máxima depuración estilística en la que conviene el nervio fulgoroso detrás de la cámara con el empaque de todo un clásico moderno. Un conjunto que va "in crescendo" cuando ese grupo revolucionario, separado por la distancia, el paso del tiempo y el desengaño vital ante un panorama cada vez menos halagüeño, encuentra la manera de volver a conectar y unirse para proteger a Willa, la hija de Bob y Perfidia que se ha visto situada en el punto de mira de aquellos fantasmas del pasado que la ven como un cabo suelto. En cambio para ese grupo de activistas que han sido testigos del paso del tiempo y un desencanto generalizado, tejiendo su red entre las sombras y aprovechándose de apoyos, contraseñas y una persistencia natural frente a las renuncias, detenciones, delaciones y luchas desde la clandestinidad que han tenido que sufrir, la joven es el símbolo de la esperanza por construir un futuro mejor frente al caos que nos invade manteniendo la fuerza, el carácter y el empuje para seguir presentando batalla y no poner la otra mejilla como contrapeso a los auges de extremismos e ideas purificadoras que no se alejan de un exterminio físico, territorial y moral en el que se utiliza como brazos ejecutores a mentes enfermas raídas por el odio y la sed de venganza que les hacen ser los peones perfectos para esos supremacistas que no quieren mancharse las manos y que no dudarán en prescindir de quien sea cuando éste deje de ser necesario. Las secuencias más memorables, como la persecución en una carretera llena de vaivenes que se transforma casi en un "loop" temporal y que favorece un estado de tensión adictiva y gozosa, combinan estética y simbolismo, evocando tanto la épica de la "road movie" como la tensión de la acción más visceral.

En última instancia, la película revela la tesis central de Anderson: la vida contemporánea es una sucesión de conflictos inevitables, donde la lucha por proteger lo propio, ya sea la familia, los ideales o la propia integridad, convive con la imposibilidad de escapar al caos social y político en un entorno cada vez más dividido y en el que es más complicado alcanzar un atisbo de humanidad ante una deriva de represión estatal e hipervigilancia tecnológica que controla los movimientos físicos pero también la libertad de pensamiento. "Una batalla tras otra", a través de un virtuosismo vibrante y eléctrico, no sólo muestra la acción externa de sus personajes a través de la espectacularidad de sus secuencias, sino también las batallas internas que definen nuestra humanidad, planteando que resistir y adaptarse son gestos de valentía tan significativos como cualquier enfrentamiento épico en el que es, con todo mérito, un ejercicio visceral, combativo y entretenido que destaca por su energía fervorosa, la capacidad de sorprender en todo momento y lograr atraer tanto al espectador adrenalínico como aquel más existencial y analítico que tendrá ante sí las densas y estimulantes capas de una película profunda e inabarcable que, además de ser un buen tratado sobre la deriva de nuestros días como sociedad, consigue que se tenga la sensación como, así es, tanto por forma y narración como la sensación que deja, entre el éxtasis y el agotamiento ante lo visto en pantalla, de estar asistiendo ante el alumbramiento de un nuevo clásico. 

Conviene saber: Paul Thomas Anderson vuelve a adaptar a Thomas Pynchon tras “Puro vicio” (2014) en el que es su décimo largometraje.

La crítica le da un NUEVE

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