Querido primo Teo:

Dios nos ha tocado con su gracia. Pero no ese cuyo representante estuvo hace poco en Madrid, con polémica incluida. No, este no crea polémica, este pone a todo el mundo de acuerdo en su grandeza. Estamos hablando de David Fincher que, además de cumplir años en estos días, está demostrando tener un toque divino para contar historias, y que se está consolidando como uno de los directores más emblemáticos de esta generación. En marzo, tras los Óscars, en los que se cometió la terrible herejía de negarle el merecido reconocimiento a su última obra (¡¡arderéis en el infierno!!), las primas Rodasons y Ananula se convirtieron en papisas de su iglesia y comenzaron a rendirle culto y a propagar su palabra. El cineforum se convirtió en el altar en el que se recordaron sus grandes obras, pero eso no era suficiente. Él se merecía mucho más, así que durante todo este verano le han dedicado un serial en la página. Todo para convertir a la mayor cantidad de infieles que se pueda. Y yo no puedo ser menos, así que me sumo a la liturgia y te traigo no una, sino dos recetas sacadas de la que se considera una de sus mayores obras: "Zodiac". Esta película cuenta la historia del caso real de un asesino que aterrorizó a la ciudad de San Francisco en la década de los 70 y que jamás fue identificado. Se centra en la investigación que llevaron a cabo varios personajes, periodistas e investigadores privados y muestra como la búsqueda de la verdad puede llegar a opacar todos los demás aspectos de nuestra vida. Y las recetas que te traigo no son precisamente pan y vino: macarrones al vodka y cóctel Aqua Velva.

Querido primo Teo:

Cuando David Fincher estrena "Zodiac", habían pasado cinco años desde su última película, "La habitación del pánico". El director vuelve a la palestra con, quizá, su película más personal. El guión de James Vanderbilt, de casi doscientas páginas, basado en los libros escritos por el dibujante Robert Graysmith (“Zodiac” y “Zodiac unmasked: The identity of America´s most exclusive serial killer”) llega a sus manos en 2003, a través del productor Brad Fischer. Fincher, al que la historia del asesino del zodiaco le era muy cercana, decidió sumergirse en un proyecto que marca un punto de inflexión en su carrera y una vuelta de tuerca con respecto a sus obras cumbre anteriores. Si Fincher era el mesías de la estética postmoderna y el renovador del thriller contemporáneo, en "Zodiac" irrumpe con una estética clasicista con la que sorprendió a propios y extraños.