Asesinos en serie: El copy es de la televisión

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Querido diario:

En 1984 el gobierno de Reagan decidió que había que atajar un fenómeno creciente en la sociedad usamericana, el llamado entonces "asesino recurrente".
En aquellos años habían alcanzado el éxito varias generaciones de universitarios recién salidos de Yale, Harvard, Bercley y hasta de otras desconocidas como la de Pensacola, alma mater de Reagan. Al poco tiempo de abandonar sus carreras se instalaban como profesionales independientes que podían hacerse millonarios con una jugada de bolsa o con una idea para el futuro tecnológico. Una década que terminaría con Bret Easton Ellis dando forma a la novela "American Psycho", las vivencias de uno de aquellos yuppies neoyorquinos en el que conviven la obsesión consumista por lo último y más caro, con la necesidad de cometer atrocidades que den sentido al vacío de su existencia. También fue la década en que las series de televisión superaron al cine en las mayorías televisivas, y evolucionaron hasta que David Lynch demostró que se podían hacer productos como "Twin Peaks".
Uno de los muchos seguidores de aquellas series, como espectador primero y como profesional después, era Robert Ressler, el psicólogo y criminólogo al que consultó la administración de Reagan, cuando decidió hacer algo con los asesinos recurrentes, y que dirigía el Centro Nacional de Análisis Violentos que se había inaugurado en Virginia en 1982, dos años antes.

Ressler accedió a prestar su colaboración en un departamento nuevo del FBI bautizado como Unidad de Ciencias del Comportamiento y puso en las reuniones con el FBI el resultado de su experiencia combinada como psicólogo y criminólogo. Los agentes federales no sabían como encontrar a ese tipo de criminal porque no entendían el móvil y todavía los buscaban siguiendo los métodos convencionales: huellas dactilares, sangre, semen y cualquier elemento que ayudara a identificarlos. Ressler sabía que la investigación debía abrirse al estudio del perfil psicológico de los asesinos, un recurso que serviría para conocer un poco más sobre su lógica.
Pero se encontró con una resistencia casi total a su propuesta de introducir la psicología en el terreno de la investigación. Los mandos que tenían que aceptarlo y ordenar todo lo necesario, consideraban que los agentes del FBI no eran psicólogos ni sociólogos y su misión consistía únicamente en perseguir a los delincuentes.
Ressler los convenció utilizando psicología y los 20.000 asesinatos anuales, cuya tercera parte era cometida por asesinos sin los motivos que los agentes estaban acostumbrados a buscar para cerrar los casos.
Una de las conclusiones tras los primeros estudios, resultó inquietante: ese tipo de asesinos pueden ser a menudo gente amable, confiable, respetuosa y querible.

AsesinosenserieRobertRessler.jpgRessler había leído la transcripción de las palabras de Ted Bundy cuando finalmente se confesó culpable de sus crímenes ante una Corte, algo que sólo él entendía y que provocó escalofríos a todos los presentes: ",!somos sus hijos, somos sus maridos, somos los que están en todas partes... Y claro, mañana muchos de ustedes van a amanecer muertos".
Esas confesiones eran parte de las notas para el libro de Ressler , "el que lucha con monstruos", el best-seller de la criminología psicológica. El libro contiene por vez primera el término "Serial killer".
"Cada semana te veías obligado a ver otro episodio porque al final del anterior había un momento de gran suspense. No era un final satisfactorio porque aumentaba la tensión."
El psicólogo comprendió que La misma insatisfacción se producía en los casos que estudiaba. Un gran placer durante el acto y un final que conducía a la necesidad de otro capítulo. Por lo tanto los bautizó serial killers.
El FBI no tardó en poner en marcha esos perfiles psicológicos del asesino que se han hecho populares, gracias a las películas. Además, el personaje de Jack Crawford, el jefe de la chica de mi tío Aníbal, Clarice Sterling, está basado en un agente especial del FBI llamado John Douglas, uno de los primeros colaboradores y discípulo de Ressler, que fue director de una unidad de élite de crímenes especiales durante veinte años. inventó una rama del estudio psicológico llamada victimología. "Uno debe preguntarse por qué esta persona terminó de este modo. A diferencia de lo que ocurre en el crimen clásico, donde por lo general el motivo está fuera del cuerpo de la víctima, en los asesinatos seriales el motivo es el cuerpo. Más de una vez he dicho que lo que hago a la hora de analizar un crimen es muy parecido a lo que hace un buen actor a la hora de prepararse para un determinado papel. Los dos nos encontramos ante una escena (en el caso del actor un guión, en mi caso un crimen) y entonces nos concentramos en la superficie de las cosas y de las palabras, e intentamos ver qué es lo que quieren contarnos en el fondo."
Douglas se tuvo que retirar del FBI cuando empezó a sufrir disfunciones de conducta y acuñó una frase que se hizo célebre entre los especialistas, "si quieren entender al artista deben analizar su trabajo", refiriéndose al estudio de la escena del crimen.

Según cuentan, su maestro Robert Ressler también profundizó tanto en el tema que con solo una inspección ocular de la escena del crimen podía saber la edad, el sexo, la raza, la profesión y los estudios del asesino, llegando a poder aventurar la zona en la que vivía el sospechoso.
El perfil psicológico y el análisis en profundidad de la escena del crimen fueron, y siguen siendo, las dos armas específicas contra estos asesinos, empleadas para los argumentos de películas y series de televisión, alguna de las cuales, como The Clouser, están basadas íntegramente en la psicología criminal.

Maestro y alumno, Ressler y Douglas, además de escritores y conferenciantes, han sido asesores de novelistas como Thomas Harris, de películas como "El silencio de los corderos" o "Copycat" y de series como "Expediente X". Es justo que la televisión esté bien relacionada con los seial killers, al fin y al cabo un estudio llevado a cabo por la Academia Estadounidense de Pediatría descubrió que a los 18 años un joven actual ha visto de media 200.000 actos de violencia en la televisión. Voy a poner un rato la tele!.

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