"Harold y Maude"

"Harold y Maude"

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¿Imaginas una manifestación de espectadores para que un cine retire una película por llevar tres años de éxito ininterrumpido en cartelera? Ocurrió a principios de los años 70 en una ciudad americana. En las Navidades de 1971 se había estrenado una de las películas más peculiares de la década. Las críticas fueron feroces. Variety publicó que era tan divertida como un orfanato en llamas. Paramount se la quitó de encima sin dar ninguna explicación, la retiraron de cartel en una semana. Con el tiempo se demostró que era un termómetro de diferencia generacional. Mientras que los críticos maduros y los espectadores adultos no entendían nada, una historia de amor entre un joven veinteañero y una mujer de ochenta años les daba ganas de vomitar, algunos estudiantes la vieron hasta un centenar de veces. Se convirtió en una causa célebre entre el público universitario de Estados Unidos y Canadá, batiendo récords de longevidad en ciudades como Detroit, Montreal y, sobre todo, en Minneapolis, que fue donde sus habitantes llegaron a manifestarse ante el cine Westgate para exigir que la dirección la cambiara de una maldita vez. Años después, seguía llenando salas de reestreno, obteniendo recaudaciones excepcionales cuando la Paramount la reestrenaba en salas mayoritarias americanas y europeas.

Título: "Harold y Maude"

Autor: Colin Higgins

Editorial: Capitán Swing

La historia la había escrito un tipo que limpiaba piscinas para pagarse los estudios de cine, y empezó siendo un proyecto universitario de 20 minutos que Colin Higgins preparó para la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles). Acabó convirtiéndose en una historia corta, de menos de cien páginas, publicada y agotada desde hace tres décadas.

La idea de las relaciones "rosa-amarillo" solían tener una interpretación social muy determinada y que todavía se mantiene. Un viejo rico que deslumbra con dinero y/o experiencia a una joven a la que saca decenas de años. En cambio, aquí no hay viejo sino vieja, y con lo que deslumbra es con una vitalidad que arrolla a un joven obsesionado con la muerte, el fatalismo y las decisiones que debe tomar. Maude, en cambio, no tiene dinero ni lo necesita. Ha decidido disfrutar de la plenitud de la vida y en su piel tiene un tatuaje que no desvelo pero que debería haber sido "carpe diem ad infinitum".

Harold y Maude comparten un sentido del humor personal e irónico. Él conduce un coche fúnebre. Ella, cualquier cosa que pueda robar. Se conocen por casualidad en un funeral. Sí, se cuelan en entierros. Su incipiente historia de amor la entienden y valoran los espectadores modernos porque pueden comprender que este joven de 20 años no está saliendo con su abuela. Al contrario, Harold ha encontrado a alguien mucho más joven de espíritu de lo que él podrá serlo nunca.

Harold es huérfano y la única figura masculina de la familia es su tío Victor, un personaje digno de las mejores comedias. Fue la mano derecha del General MacArthur, broma cruel ya que le falta esa mano y ha inventado un artilugio que le permite levantarla y saludar masculinamente. Victor suelta perlas racistas y chovinistas, en un retrato despiadado de la hombría americana.

"Harold y Maude" habría sido una historia impensable en los 80 o en los 90, pero a finales de los años 60 la gente llegaba a Hollywood con ideas innovadoras, a menudo alucinantes y algunas muy brillantes.

El proyecto cayó en manos de un ex montador elevado a director llamado Hal Ashby, un "bicho raro" pero nada tonto y que, por muy fumado que anduviera, se las ingenió para que los ejecutivos aprobaran un presupuesto de 1,2 millones de dólares. Escogió a Ruth Gordon, que había saltado a la fama con "La semilla del diablo", y a Bud Cort, un joven poco conocido, como protagonistas. La película se terminó a finales de febrero o principios de marzo de 1971, más o menos en el momento en que se iniciaba el rodaje de "El padrino".

Para redondear la historia era necesaria la música, y eso no estaba en el relato escrito. El guion estuvo en manos de Elton John, que reaccionó con tanto entusiasmo que incluso habló de hacer una prueba para el papel de Harold. Pero sus representantes le recordaron que su carrera musical acababa de despegar y que no era el momento de hacer un paréntesis actoral. Allí estaba entonces un cantante popular en Inglaterra, pero todavía poco conocido en Estados Unidos, Cat Stevens. Sus canciones, escritas la mayoría desde la cama de un hospital donde había pasado casi los dos últimos años aquejado por la tuberculosis, también contaban una historia de vitalidad que reflejaban el espíritu de Harold y Maude.

La película provocó la edición de este libro que acaba de reeditarse y que ya entonces vendió miles de copias. Ruth Gordon despertó un afecto tan extraordinario hasta su muerte 14 años más tarde que declararía en varias ocasiones: «Yo puedo andar por las calles de cualquier ciudad, incluida Edgartown, en Martha's Vineyard, y la gente me va regalando té, cajas de bombones, fotos de su ciudad y margaritas». Margaritas y té son dos elementos emblemáticos de la historia. La adoración de que fue objeto "Harold y Maude" se comprende porque fue escrita por un guionista debutante, Colin Higgins, y por un director con sólo una película en su haber, Hal Ashby, y sobre todo porque desprende un aliento optimista, un espíritu, una ligereza, y un sentido maravilloso de la rebelión con causa.

Carlos López-Tapia

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Sílvia
Sílvia
2 años atrás

Extraordinaria película. La veo una vez al año rindiéndole un homenaje. Esta sí es una película transgresora.

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