Venecia 2025: Las lágrimas de Dwayne Johnson y la esencia de una estrella legendaria como Kim Novak
Querido primo Teo:
La 82ª edición del Festival de Venecia alcanza su ecuador convertida en una auténtica pasarela de luminarias que no se conforman con brillar en la alfombra roja, sino que buscan la trascendencia artística, demostrar que son algo más que un reclamo para cazadores de autógrafos y titulares mediáticos. Entre los nombres que marcan este pulso está Dwayne Johnson, que ha sorprendido con una inesperada vulnerabilidad: su secuencia llorando a moco tendido tras la proyección de "The smashing machine" ha recorrido internet y se ha vuelto uno de los momentos más comentados de la Mostra. Con este papel, Johnson se despoja de la coraza del héroe musculado y del estigma de “vieja gloria” del deporte de contacto reconvertida en estrella de Hollywood, para reclamar un espacio legítimo como intérprete capaz de emocionar y conmover al público y la crítica.
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— Nacho Gonzalo - El Cine de LoQueYoTeDiga (@LoQueYoTeDiga) September 1, 2025
Olivier Assayas, fiel a su cita con el Festival de Venecia, ha presentado "El mago del Kremlin", una de las propuestas más esperadas por el magnetismo de ver a Jude Law transformado en Vladimir Putin. El guión, firmado por Emmanuel Carrère, autor de “El adversario”, adapta la novela de Giuliano da Empoli y se centra en la figura de Vadim Baranov, asesor político inspirado en Vladislav Surkov, cerebro de la llamada “democracia gestionada” que desde las sombras convirtió el poder del Kremlin en un engranaje de artimañas propagandísticas y manipulación mediática.
Paul Dano asume este papel central, mientras que Putin aparece como personaje secundario cuando la película ya lleva una hora de metraje, encarnado por Law con sorprendente eficacia sin recurrir a prótesis, únicamente con una peluca y un intenso trabajo de observación que le sirve para dominar la pantalla con precisión y tensión amenazante. La película reconstruye la Rusia de los años noventa a través de los episodios más relevantes de la época tras la caída de Yeltsin, un país dividido entre el ansia de libertad de su población, el enriquecimiento súbito de los oligarcas y la conversión de la política en un espectáculo televisivo. Frente al desfile de hombres ambiciosos, Alicia Vikander aporta el contrapunto femenino y moral como la primera novia de Baranov, espejo de sus contradicciones y de la responsabilidad que rehúye.
Assayas concibe “El mago del Kremlin” como una meditación sobre el nacimiento de la política del siglo XXI y sobre cómo se forjó el mito de Putin, un líder que encarna tanto el magnetismo como la perversión del poder, sirviendo para representar el auge de los líderes totalitarios tan en boga en la actualidad. Para Law, el rodaje fue una forma de acercarse a la noción misma de poder; Dano defendió la necesidad de evitar simplificaciones en un personaje tan ambiguo; y Da Empoli subrayó la vigencia de la obra al mostrar las raíces de un sistema que anticipaba la violencia actual de Rusia.
Pese a la solidez de su trío protagonista, con un Jude Law que reproduce a Putin de forma tan precisa que resulta perturbador, la película no ha logrado conquistar a la crítica: se le reprocha su densidad expositiva y su tono excesivamente discursivo, que convierte lo que podría haber sido un poderoso thriller político en una narración más fatigosa que apasionante. Olivier Assayas pincha en hueso ante su poco nervio y capacidad de trascender a pesar del potencial de lo que cuenta.
Jim Jarmusch ha cambiado esta vez la Costa Azul por los canales de Venecia para presentar “Father mother sister brother”. Los rumores apuntan a que Cannes decidió descartarla, un gesto llamativo si se recuerda que el cineasta de inconfundible melena plateada y gafas oscuras ha competido allí en nueve ocasiones. Sin embargo, lejos de sonar a castigo, el estreno veneciano ha confirmado que Jarmusch mantiene intacta su capacidad para extraer poesía y humor de lo aparentemente insignificante en una pieza de aura teatral hermosa, tierna y arrebatadora que dialoga con Aki Kaurismäki o Yasujirō Ozu.
La cinta, concebida como un tríptico no necesariamente interconectado entre sí, indaga en los reencuentros entre hijos adultos y sus padres, navegando entre lo cómico, lo incómodo y lo doloroso. En “Father”, Tom Waits da vida a un patriarca excéntrico al que visitan sus hijos (Adam Driver y Mayim Bialik), atrapados en silencios interminables y rutinas absurdas. En “Mother”, Charlotte Rampling encarna a una escritora de éxito y frialdad intimidante, que se reúne con sus hijas (Cate Blanchett y Vicky Krieps) alrededor de una mesa de té, donde el humor ácido se mezcla con una melancolía soterrada. El último capítulo, “Sister brother”, sigue a Indya Moore y Luka Sabbat en el regreso al apartamento de sus padres fallecidos en París, un espacio cargado de recuerdos que revela tanto la complicidad como las fricciones inevitables de la intimidad fraternal.
La película se articula en torno al silencio, la espera y la incomodidad de la cercanía familiar, pero también encuentra ternura en los gestos más nimios: un café compartido, una broma repetida, un recuerdo que reaparece de improviso. Con una puesta en escena sobria, primeros planos que capturan miradas y una fotografía elegante, Jarmusch firma una obra de escala modesta pero de profunda sensibilidad, fiel a su estilo, enarbolando la poesía de lo cotidiano con una puesta en escena tan austera como detallista. En Venecia, “Father mother sister brother”, gracias a su fluidez melancólica y su reveladora y delicada simplicidad, ha sido recibida con entusiasmo: la crítica celebra que el director vuelva a transformar lo banal en cine lleno de gracia, capaz de provocar tanto sonrisas cómplices como carcajadas francas, un logro nada menor en tiempos de dramatismos impostados.
Brady Corbet, que el año pasado conquistó el premio a la mejor dirección en la Mostra con “The brutalist”, vuelve a estar presente en el certamen como coguionista de “The testament of Ann Lee”, el tercer trabajo como directora de Mona Fastvold, pareja y principal colaboradora de Corbet. La película, protagonizada por Amanda Seyfried, se adentra en terreno poco habitual: un musical basado en los himnos del movimiento Shaker y en la figura enigmática de su líder espiritual, Ann Lee. Las canciones, adaptadas de cantos religiosos del siglo XVIII, llevan la firma del oscarizado Daniel Blumberg, mientras que la coreografía espasmódica es obra de Celia Rowlson Hall, que traduce el fervor y éxtasis místico en gestos corporales de gran fisicidad con marcadas connotaciones primarias entre lo cautivador y lo absurdo.
Seyfried encarna a Ann, joven que rompe con la Iglesia anglicana y encuentra refugio en los Shaker, una comunidad donde la fe convive con el voto de celibato. Su vida, marcada por un rosario de tragedias (la muerte de sus hijos, el encierro en un manicomio y la persecución judicial), se convierte en un pulso entre espiritualidad y deseo carnal, conflicto personificado en su marido Abraham (Christopher Abbott), habitual en el cine de Fastvold y aquí transformado en un hombre tan devoto de la carne como resentido hacia la fe.
El guión, escrito a cuatro manos por Fastvold y Corbet, adopta la estructura de un relato hagiográfico (iluminación, pruebas, martirio), pero evita la tentación de elevar a Ann a heroína feminista "avant la lettre". La directora se aproxima con respeto y distancia crítica, invitando a la reflexión más que a la devoción. La fotografía de William Rexer contribuye a esa ambigüedad, con encuadres inestables y una luz tenue que otorga a los rostros un brillo casi de porcelana, entre lo terrenal y lo sagrado.
Aunque la película ha dividido a la crítica, todos coinciden en señalar el magnetismo de Seyfried: su soprano resuena con un tono angelical que eclipsa a sus compañeros en los pasajes musicales y sabiendo lucir un acento del siglo XVIII de Manchester, meticulosamente elaborado, transmitiendo la convicción de una líder religiosa visionaria y su papel de madre tierra. Aún así se alaba más la parte desarrollada en el contexto social e industrial de la época que el posterior frenesí místico que permite que el salto sin red de la actriz sea total.
“The testament of Ann Lee” no es un panegírico religioso, sino una obra meticulosamente documentada y visualmente refinada que aborda la fe, el deseo y la resistencia con una sensibilidad poco común. Entre el rigor histórico y la libertad narrativa, Fastvold ha logrado un trabajo que transforma la espiritualidad en experiencia cinematográfica contando de nuevo con la técnica de VistaVision potenciando su característica visual. Ello no impide que el hecho de querer ser tan poco convencional genera un conjunto tan desconcertante como agotador alejándose de estereotipos pero cayendo en el tedio reiterativo.
Esperada con gran expectación, “The smashing machine” marca el debut en solitario de Benny Safdie tras su trayectoria junto a su hermano Josh. Una historia de auge y caída con estética sucia y cruda. La película recrea la vida de Mark Kerr, figura legendaria y pionera de las Artes Marciales Mixtas en los años 90, y brinda a Dwayne “The Rock” Johnson la oportunidad de ofrecer una de las interpretaciones más sólidas y complejas de su carrera. El actor se transforma física y emocionalmente para encarnar a un personaje que en el cuadrilátero se mostraba imbatible, pero que fuera de él revelaba una profunda fragilidad.
Lejos de los códigos habituales del drama deportivo, Safdie apuesta por un relato íntimo y romántico, donde cobra especial relevancia la presencia de Dawn Staples, interpretada con convicción por Emily Blunt, y se subrayan las contradicciones de Kerr: un campeón temido, pero al mismo tiempo un hombre bondadoso, vulnerable y marcado por las adicciones y una relación tormentosa con su novia (una Emily Blunt que no encuentra el tono y sufre los estragos de un mal guión). Rodada en 16mm, y acompañada por una banda sonora que recurre a Bruce Springsteen y Frank Sinatra, la cinta huye del melodrama fácil huyendo de los pasajes más oscuros a través de la elipsis y del biopic redentor construyendo una reflexión sobre la masculinidad, la presión del triunfo y la nobleza escondida en el deporte.
Más que una historia de victorias y derrotas, “The smashing machine”, que ha cosechado una notable acogida entre la crítica anglosajona, es un drama intimista que se revela como un retrato profundamente humano de la persona detrás del mito y su lucha contra las adicciones. En paralelo, y sin dejar de ser un telefilm lineal y con poco brío, supone un giro significativo en la carrera de Johnson, que de la mano de A24 busca consolidarse como intérprete dramático y abrir una nueva etapa en su filmografía con claras aspiraciones a la temporada de premios.
La Mostra de Venecia se ha rendido a los pies de Kim Novak, otorgándole el homenaje que Hollywood nunca le concedió y que ahora llega como un acto de justicia poética hacia una de las presencias más hipnóticas que ha dado la gran pantalla. A sus 92 años, que lleva con una serenidad admirable, la actriz recibió el León de Oro honorífico y presentó el documental “Kim Novak’s Vertigo”, dirigido por Alexandre O. Philippe. La obra recorre su trayectoria en la industria, su decisiva colaboración con Alfred Hitchcock, la amarga decisión de abandonar una carrera marcada por el encasillamiento y el culto a su belleza, así como las huellas que dejó en su salud mental la presión de la exposición pública.
Novak, sin embargo, no se deja atrapar por el sensacionalismo ni por el victimismo: se presenta como una superviviente que encontró refugio y libertad en la pintura y la poesía, artes en las que volcó su mundo interior y que le han permitido reconciliarse consigo misma y con su legado. Su homenaje en Venecia trasciende la nostalgia y se convierte en una reivindicación de su valor como creadora, más allá del mito de "femme fatale" que el cine quiso imponerle.
Mary Carmen Rodríguez

































































Muy interesante!!. Muchas gracias por ser el referente de tantos durante tantos años