"Blade Runner 2049"
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El argumento: Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo Blade Runner, K descubre un secreto largamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard, un Blade Runner al que se le perdió la pista hace 30 años.
Conviene ver: "Blade Runner 2049" es un ejercicio de estilo de Denis Villeneuve que no desmerece al clásico icónico de Ridley Scott que, tras el fracaso de su estreno, con el paso de los años ha pasado a ser película de culto. El director canadiense lleva a cabo una analogía de las desesperanzas de nuestro tiempo en un futuro distópico y derruido al que asiste lánguidamente un Ryan Gosling, un replicante que se cree humano y fascinado por un holograma femenino, en busca de un desaparecido Deckard con el que Harrison Ford prosigue su despedida de personajes icónicos tras ya hacerlo con Indiana Jones y Han Solo. No se puede negar la elegancia que imprime Villeneuve con una puesta en escena exquisita, deudora de su tiempo e incluso del cine épico de David Lean, destacando una oscarizable fotografía de Roger Deakins. Una pena que el batiburrillo musical en el que han metido mano Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch (sustituyendo al inicialmente previsto Jóhann Jóhansson) haga echar de menos el trabajo de Vangelis. El mensaje es mucho más pesimista que la original, con unos personajes que se descubren a sí mismo como peones en un mundo en el que no se sienten ni felices ni comprometidos provocando muchas dudas sobre lo que son, lo que fueron y lo que esperan ser. Una estética traslucida, plomiza y melancólica inunda un retrato apesadumbrado en el que la reflexión amenaza con destrozar cualquier vocación comercial de la película. Villeneuve ha entendido el mensaje y no ha creado un blockbuster, algo que hubiera traicionado a la esencia de la película, sino que apuesta por la reflexión sociológica de un tiempo de inseguridades en el que las piezas están desencajadas porque no acoplan las formas con las que se crearon al mundo que nos ha tocado vivir. Ese es su gran baza y mensaje, así como el vehículo emocional que se establece entre Gosling y los personajes de Ford y Ana de Armas, más allá de que Villeneuve haya sobrevivido al reto, destacando en su parte técnica y reflexiva pero quedando un conjunto demasiado plomizo y sombrío (imaginativo en esencia pero no tan rematado en ejecución) que, con unos flashbacks que no le ayudan, termina haciéndonos concluir que no deja tampoco ningún momento para el recuerdo (se echa de menos un antagonista a la altura) que sí que fue una de las bazas con las que la original ha pasado a la posteridad.
Conviene saber: En un ritmo incesante de películas (cinco películas en cinco años), Denis Villeneuve no dobla la rodilla y se sigue graduando a todos los niveles en el cine espectáculo y existencialista que lleva trabajando desde que sorprendiera a todos la pasada temporada con “La llegada”.
La crítica le da un SIETE