"Chinatown", la revitalización del cine negro

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Querido primo Teo:

La muerte del guionista y director Robert Towne coincidió con el 50º aniversario del estreno de “Chinatown” (1974) de Roman Polanski, el film que le hizo alcanzar la cima como escritor. Fue un homenaje que el nuevo Hollywood le brindó al cine negro, uno de los géneros que brillaron durante la era dorada, revitalizándolo al darle un enfoque más moderno y complejo. “Chinatown” consagró a Jack Nicholson como una gran estrella y confirmó a Faye Dunaway como una de las actrices más importantes de la década de los setenta. Fue una de esas películas que se rodaron entre trincheras, con el set siendo lo más parecido a un campo de batalla, pero el resultado final no solamente está por encima de los conflictos sino que no entenderíamos el cine policíaco y político posterior sin su existencia. 

Robert Towne había hecho callo como guionista en la factoría de Roger Corman y en la televisión y se estaba convirtiendo en un asesor de guiones habitual en la industria, es decir, en alguien a quien recurrir en caso de problemas, aunque eso no siempre fuera agradecido con la acreditación. De esa manera intervino en “Bonnie y Clyde” (1967) e incluso en “El padrino” (1972).

Robert Evans, quien estaba al frente de la Paramount, confió en él para escribir la adaptación de “El gran Gatsby”, pero a Towne le parecía más estimulante confeccionar su propia historia, un homenaje al cine negro e inspirado en la trama de corrupción relacionada con la gestión del agua en Los Ángeles durante la década de 1930. A Evans le gustó la idea y le pagó 25.000 dólares por ese futuro guión. 

Robert Towne concibió “Chinatown” como el inicio de una trilogía, teniendo como protagonista a Jake Gittes, un detective privado que acaba conociendo muy de cerca la corrupción de la ciudad de Los Ángeles. El guionista investigó extensamente sobre la historia del lugar y su sistema de aguas para crear un trasfondo realista y creíble. El guión de “Chinatown” sigue la estructura de un misterio clásico; hay un detective, una "femme fatale", un asesinato, y la verdad se va revelando gradualmente. Cada pista llevará al protagonista a lo más profundo de una red de engaños y corrupción, destapando las miserias de un sistema podrido. 

El guionista quiso dirigir “Chinatown” pero acabó renunciando a ello porque eso significaría que tendría que cederle el control creativo al productor Robert Evans que, en su lugar, eligió a Roman Polanski, el cineasta más perverso que tenía Hollywood, consagrado gracias al éxito de “La semilla del diablo” (1968) y golpeado más de una vez por la tragedia y el escándalo. Ese proyecto supondría su regreso a Hollywood tras el asesinato de su esposa Sharon Tate, de su hijo y de algunos de sus amigos a manos de la familia de Charles Manson en agosto de 1969. 

Robert Towne no concibió a otro actor que no fuera Jack Nicholson para encarnar al detective privado que cree que está investigando un caso de asesinato y acaba descubriendo algo mucho más complejo. Nicholson, curtido en la factoría Corman, al igual que el guionista, ya era considerado uno de los valores emergentes del nuevo Hollywood, alumno aventajado de la escuela “Mamá, ¡quiero ser como Brando!” y estaba continuamente bajo el radar de los académicos. Al igual que Jake Gittes era un tipo cínico pero con un código moral y su presencia podía entenderse como una versión modernizada de los antihéroes del cine negro.

Faye Dunaway encontró en “Chinatown” su ascenso a la cima de Hollywood, confirmándose como una de las grandes estrellas femeninas de la industria. El éxito de “Bonnie y Clyde” le proporcionó su primera nominación al Oscar y le convirtió en la actriz de moda de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown. No solamente era una mujer dotada con el don de la fotogenia sino que poseía talento y una personalidad arrebatadora. Por algo fue considerada como Joan Crawford como la única del nuevo Hollywood con verdaderas cualidades de estrella, lo de “Queridísima mamá” (1981) es legendario pero es otra historia. Dunaway tenía el estilo de la clásica "femme fatale" pero ese halo de vulnerabilidad trágica le aportaba complejidad al personaje de Evelyn Mulwray. 

El gran golpe maestro fue la selección de John Huston, alguien ducho en el cine negro y a quien, por ejemplo, le debemos la canónica “El halcón maltés” (1941), para encarnar a Noah Cross, el magnate más poderoso de Los Ángeles que es la máxima representación de la corrupción y la decadencia moral. A través de su personaje se critica a la ambición desmedida y la falta de escrúpulos en la búsqueda de riqueza y control. La interpretación de Huston añadió una capa de sordidez y complejidad a la película, curiosamente no fue nominado al Oscar por ello aunque sí que estuvo en los Globos de Oro y en los Bafta. 

En un inicio, a Robert Towne le encantó la idea de tener a alguien como Polanski asociado al proyecto, porque aportaría una visión mucho más cínica y más oscura, pero la relación entre el director y el guionista fue tensa desde el inicio. Polanski hizo cambios en el guión, eliminó algunas cosas, reordenó su estructura y (lo que más hizo rabiar a Towne) le dio un final trágico a la historia, lo cual se convirtió en uno de los aspectos más notorios de la película. 

Roman Polanski era conocido por su trabajo meticuloso y quiso rodar en escenarios reales de Los Ángeles y alrededores para capturar la autenticidad de la época. Fue fundamental el trabajo del director de fotografía John A. Alonzo que logró crear una atmósfera que captura el ambiente y el estilo de los años 30 en Los Ángeles. Utilizó técnicas de iluminación natural y encuadres cuidadosamente compuestos para dar al film su apariencia distintiva.

También fue determinante el diseño de producción de Richard Sylbert. Los detalles de los sets, vestuarios y locaciones fueron diseñados para reflejar fielmente la época. Sylbert y su equipo se aseguraron de que cada detalle, desde los coches hasta la ropa diseñada por Anthea Sylbert, fuera históricamente preciso.

Roman Polanski, que se reserva el papel de matón que le raja la nariz al protagonista, venía avalado por el éxito de “Repulsión” y “La semilla del diablo” pero también era temido por su estilo de dirección exigente y en muchas ocasiones dictatorial. En el rodaje de “Chinatown” se encontró a una enemiga de gran altura en la figura de Faye Dunaway, quien no necesitó de ningún publicista para crearse una fama de contestataria como cualquier luminaria venerada por la generación "millennial". La Dunaway estaba muy dispuesta a hacerle frente al director ya que ella también tenía ideas muy claras sobre su personaje y su interpretación.

Los conflictos entre los dos eran continuos, no solamente eran verbales, y en una de sus broncas la actriz terminó tirándole un vaso de orina al director porque no le daba un descanso para ir al baño. Pese a todo, el resultado final es brillante, quedando como una de las mejores interpretaciones en la carrera de Faye Dunaway, algo que incluso la actriz y el director han reconocido.

El mal ambiente durante el rodaje llevó a la gestación de “Chinatown” prácticamente al límite, acelerando su posproducción, de hecho el compositor Jerry Goldsmith fue contratado en el último momento y fue capaz de escribir una partitura en tan solo diez días, logrando una de sus obras más emblemáticas. 

Pese a que “Chinatown” no tuvo un proceso de creación nada placentero, la película fue un enorme éxito crítico y comercial. Recibió múltiples premios y nominaciones, incluyendo sus 11 candidaturas al Oscar aunque solamente logró materializar la de mejor guión original para Robert Towne. Era complicado ya que competía con “El padrino II” de Francis Ford Coppola. 

Jack Nicholson le dio continuidad a “Chinatown” al dirigir “Los dos Jakes” (1990), centrándose esta vez en las corruptelas relacionadas con el uso del petróleo durante la década de los cuarenta. La película fue un descalabro a nivel económico y artístico y eso frustró el cierre de la trilogía que iba a estar situado en Los Ángeles de 1968. 

“Chinatown” fue la revitalización del cine negro, en donde los revolucionarios del nuevo Hollywood miraban de frente a sus predecesores, y no desde la prepotencia sino de una forma respetuosa, introduciendo cambios de una manera audaz para engrandecer todavía más al género. 

Mary Carmen Rodríguez

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