San Sebastián 2024: Intriga vaticana, la voz de Nevenka antes del #MeToo y las perlas de Jacques Audiard, Walter Salles, Payal Kapadia y Coralie Fargeat
Querido Teo:
La 1ª jornada del Festival de San Sebastián no ha podido empezar con mayor fuerza y mejor plantel aupado por la sección de Perlas que ha mostrado a tres de las películas premiadas en Cannes ("Emilia Pérez" de Jacques Audiard, "La luz que imaginamos" de Payal Kapadia y "La sustancia" de Coralie Fargeat). También arranca la sección oficial con uno de sus platos fuertes ("Cónclave" de Edward Berger) y con la puesta de largo de la primera española a concurso ("Soy Nevenka" de Icíar Bollaín).
“Emilia Pérez” (Jacques Audiard) // Perlas
“Emilia Pérez” es uno de los títulos del año y una de las apuestas más fuertes para la temporada de premios. “Emilia Pérez” es un musical que reivindica las raíces latinas (especialmente las mexicanas) pero que parte de Francia y de sus claroscuros aunando el culebrón, el melodrama y el thriller en un ejercicio vigoroso y único lleno de vitalidad y espíritu combativo con recursos estilísticos encomiables siendo capaz de aunar el proceso de transexualidad con el de la redención.
Autoconsciente, libre y sin miedo al ridículo y a encontrar respaldo en sus imperfecciones en una locura fílmica que se transforma en alegato de sororidad frente a la violencia de género que ofrece una primera hora y media plástica y vertiginosa abrazando el thriller de acción y musical vanguardista para después abrazar, con no tanto acierto, el culebrón pero conformando un título ocurrente, imaginativo y genuino que muta en todo momento conformando un musical visual y estiloso lleno de fuerza que supera las dos horas pero que no se hace pesado y que, aún con los riesgos adoptados, sale más que triunfador de un material que parte del libro “Écoute” de Boris Razón y que ha terminado teniendo alma de melodrama operístico haciendo brotar la feminidad y la bondad que reside en un hombre escondido que ha basado su éxito y sus valores en un mundo cruel y violento.
Jacques Audiard nunca ha tenido miedo a explorar géneros, del drama carcelario al western, siempre sorprendiendo y ofreciendo un cine que, mejor o peor, siempre vale la pena. Vuelve a ser el caso de una de esas películas que sorprenden, que dan que hablar y que desmontan tópicos siendo capaz de encontrar su propia voz aunque ya todo parezca trillado. Una tragedia sociopolítica y operística en la que hay comedia, tragedia y sobre todo vida frente a un mundo de machismo, corrupción y violencia entre drogas, traiciones, sangres y fosas comunes.
“Emilia Pérez” es un ejercicio valiente que es capaz de superar cierta superficialidad artificiosa y transitar por una línea entre lo genuino y lo ridículo (ojito al número de la vaginoplastia) para imponerse en un viaje de liberación más que de dolor sobre unos convencionalismos castradores y sobre un México comatoso lleno de desaparecidos. Audiard parte de su curiosidad y aprovecha su talento para reinventar, explorar nuevas perspectivas y crear un musical con fuerza, energía, denuncia y pertinencia sabiendo volar alto, caer de pie y ofrecer un viaje atractivo y fascinante que no se olvida de lo lúdico para un espectador necesitado de nuevos estímulos y propuestas sugerentes que, sin esconder sus referentes, saben encontrar su propia voz asentando la figura de un realizador valiente e imprescindible capaz de entretener, emocionar, remover y concienciar a través de un viaje en forma de huida pero también impagable viaje de redención que supone un alegato brillante y apabullante sobre ser dueño o no de la vida de uno mismo aunque el alcanzarlo implique también pagar un precio demasiado alto.
"Cónclave" (Edward Berger) // Sección Oficial
"Cónclave" es una intriga vaticana a raíz de la muerte del Papa destacando una red de conspiraciones, luchas de poder y revelaciones en ese momento clave siempre para la Iglesia Católica cuando se produce el encuentro de todos los miembros del colegio cardenalicio con el fin de elegir al nuevo ocupante del trono de San Pedro.
Edward Berger se aprovecha de un oficio natural para llevarnos por pasillos, habitaciones y salas en las que vemos a personajes que valen más por lo que callan por lo que dicen bajo la atenta mirada del cardenal Lawrence, un hombre de fe que pidió al Papa antes de fallecer marcharse de Roma para abrazar la tranquilidad pero al que le corresponderá por su condición de decano organizar el evento y que asiste a la podredumbre moral de aquellos encomendados a defender la moral a seguir por su fiel legión de seguidores que buscan suceder a un Papa de ideas progresistas que no habían sido bien recibidas por buena parte del sector más conservador que pretende aprovecharse de la situación para volver al origen de las esencias plasmada, entre otros aspectos, en el hecho de dar la misa en latín y mantener férreas ciertas convicciones arcaicas.
Una película manejada con ritmo que lleva a cabo un trabajo menos juguetón y entretenido de lo que pretende pecando de reiterado y con una mecha demasiado corta para terminar sorprendiendo a pesar del sólido guión de Peter Straughan adaptando la novela de Robert Harris publicada en 2016 pero dejando algunos de los aspectos más jugosos que tenía aquella para entender las motivaciones de unos personajes que aquí quedan dibujados de manera demasiado arquetípica. Una pieza de cámara rodada con solemnidad y de forma pulcra fomentando el deleite arquitectónico y apabullando por su puesta en escena en un conjunto en el que destaca la fotografía de Stéphane Fontaine y ya la característica banda sonora de Volker Bertelmann mostrando la majestuosidad de un rito que vive en contraste con los ecos de modernidad que entran por sus rendijas.
Una cinta absorbente con una gran textura sonora (en el que cada clic avivado por el eco de salas vacías cuenta desde el chasquido de los huesos de un dedo para conseguir el anillo papal o la apertura de una puerta) que luce de manera impecable en lo formal pero sin tener la contundencia, sagacidad e ingenio de un policiaco más tradicional que no termina de impregnar a esa disputa entre los adeptos del progresista Bellini y los partidarios del conservador Tedescho y la irrupción de opciones de consenso como la del afroamericano Adeyemi y un aparentemente intachable Tremblay.
“Cónclave” pretende ser un ejercicio de suspense con empaque que aprovecha al máximo el enigma del enclaustramiento de esos cardenales dentro de ese ritual tan fascinante y pomposo como perturbador y arcaico por todo lo que influye la decisión de unos hombres desde su torre de marfil confrontando intereses y secretos entre cigarrillos, cafés y conversaciones de pasillo. Un desasosiego que impregna la película siendo el personaje interpretado por Ralph Fiennes el eje observacional (adoptando una mirada entre desvalida y abochornada) de una cinta que se cree más ácida e interesante de lo que es, más teniendo en cuenta que acaba siendo inundada de cierto delirio y decisiones forzadas y efectistas; más cuando la presunta gran revelación queda planteada de manera tan poco atrayente y timorata. Más eficaz que provocadora, más destacable en la forma que en el contenido, son los actores los que avivan la llama con un Ralph Fiennes presente en todo momento.
"Aún estoy aquí" (Walter Salles) // Perlas
El director brasileño Walter Salles, ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín por "Estación central de Brasil", estrena ahora “Aún estoy aquí", en la que revive la dictadura militar en su país. Está basada en la historia de Rubens Paiva, ex diputado federal destituido por la dictadura militar, quien el 20 de enero de 1971 fue detenido, torturado y asesinado. Su cuerpo nunca fue recuperado, y su hijo, Marcelo Rubens Paiva, ha relatado los hechos en un libro.
La película cuenta con un cameo de Fernanda Montenegro, premiada en Berlín y nominada al Oscar por "Estación central de Brasil", pero es su propia hija, Fernanda Torres, la absoluta protagonista de una cinta en la que a través de su mirada y el no bajar la cabeza defiende la dignidad de un pueblo y de una familia frente a la barbarie de los que mandan de manera absolutista y coartadora.
Un ejercicio delicado y conmovedor de memoria histórica y de lucha frente a la injusticia de un pueblo que desde la cotidianidad no quiere quedarse callado y sumiso frente a la dictadura que impuso su ley entre 1964 y 1985. La tragedia sobrevuela en todo momento pero es la entereza de la protagonista la que hace creer en la esperanza de un futuro mejor para los suyos y para los que vendrán después. La intimidad de una familia rota por la dictadura militar cuyo dolor no es alienante sino que supone un estímulo para seguir mirando hacia adelante a través del trabajo de una estupenda Fernanda Torres.
Un ejercicio de rabia, dolor, duelo, angustia y dignidad narrado con pausa y sensibilidad solventando ciertas irregularidades pero siendo el contundente retrato social que trasciende su época para lanzar un mensaje al mundo de que con amor, compasión y generosidad una familia pudo salir adelante a pesar de sufrir en carne propia los tiempos oscuros y gracias al empeño de esa Eunice Paiva que llena de humanidad Fernanda Torres que supone la razón de ser de la película y el nexo emocional con el espectador que eleva a una película que, en otras manos, podría haber sido obvia, plana y reiterativa. “Aún estoy aquí” es el regreso al cine de Walter Salles doce años después sabiendo encauzar de una manera natural la emoción en un alegato de verdad, memoria y resistencia.
"La luz que imaginamos" (Payal Kapadia) // Perlas
La luz que imaginamos”, segundo largometraje de Payal Kapadia, es una película que retrata con delicadeza y valentía la vida y relaciones de mujeres en Mumbai, explorando sus inquietudes e inseguridades. La historia se centra en Prabha y Anu, cuyas vidas se ven marcadas por el amor no correspondido y las limitaciones sociales, especialmente en un entorno cosmopolita que opaca sus deseos de libertad y paz y que sobre la vistosidad del ambiente y los aires de modernidad de boquilla sigue anclada en la tradición y en el clasismo que condiciona sus relaciones con los hombres. La narrativa, aunque sencilla, cautiva por su sinceridad y la tensión entre la inmensidad de una ciudad multicultural y la intimidad de las protagonistas que intentan que no se apague la llama de su voz propia.
Dos compañeras de piso y de trabajo que, a pesar de ser de generaciones diferentes y partir de orígenes distintos, se apoyan y se comprenden frente un mundo marcado por un patriarcado que condena toda relación que no está amparada por el matrimonio aunque ello lleve a situaciones surrealistas o en las que el amor brilla por su ausencia. El viaje al pueblo costero se convierte en un refugio para ellas, donde pueden encontrar la tranquilidad que la ciudad, tan vistosa y fascinante como caótica e impersonal, les niega y aspirar a ser ellas mismas. Prabha se ha dejado llevar por el pragmatismo y lucha con la ausencia de un marido al que apenas conoce y del que sólo recibe regalos trabajando como está en Alemania, mientras que Anu se enfrenta a la presión de un matrimonio arreglado por su familia y su amor secreto por Shiaz, un joven atento y tierno que le hace sentir la pureza de un amor idealista pero que pertenece a una casta diferente.
La fotografía de Ranabir Das es excepcional con un tono azul evocador, transmitiendo las emociones de las protagonistas sin necesidad de palabras, capturando a través de confesiones o silencios sentimientos como la soledad, nostalgia, frustración y amor en unas calles que palpitan y que la directora conoce bien poniendo el foco en cómo viven, trabajan, esperan el autobús, van a comprar o transitan por escenarios como hospitales, universidades o cines sin que nadie repare en ellas camufladas entre la multitud, lidiando con sus dudas e inquietudes, buscando una oportunidad mientras sortean los prejuicios y la falta de recursos. La película se apoya en la cotidianidad y en los detalles pero también reflexiona sobre la influencia de la vida urbana, subrayando la importancia de tomarse un respiro para cuidar de uno mismo frente al ruido y a la rutina a la que el mundo se aboca y que lleva a la alienación de hacer lo que esperan de nosotros más que lo que queremos realmente.
“La luz que imaginamos” es una obra emocionalmente potente, que aunque no tiene una gran carga dramática, logra atrapar al espectador con su espíritu poético, atmósfera sensitiva y su cuidadoso enfoque lleno de naturalidad, belleza y sensualidad, gracias a la dedicación de Kapadia y su equipo rodando con elegancia y serenidad llevando a cabo un sincero y sentido canto de sororidad que, a pesar de ser una película muy autóctona, logra convertirse en un retrato universal de las mujeres en el entorno contemporáneo frente al bullicio y el machismo dejando claro que el amor y la amistad como red colectiva de protección es lo que nos dignifica y da fuerza para alzar la voz y poder mover el mundo.
"Soy Nevenka" (Icíar Bollaín) // Sección Oficial
“Soy Nevenka” es la nueva cinta de Icíar Bollaín con la que la directora sigue explorando historias necesarias de mujeres reales a reivindicar después de “Maixabel” (2021). Ahora es el turno del caso que en España inició el #MeToo antes de que se conociera el término poniendo el foco en Nevenka Fernández, una joven prometedora con toda una carrera por delante que no sólo sufrió un abuso constante por su superior (el alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez perteneciente al PP) llevándola a la desesperación y al daño emocional y psicológico sino también la incomprensión de los medios que no le hicieron justicia y que se cebaron con ella insinuando un carácter casquivano y trepa con el fin de proteger al poderoso.
Un retrato sociológico que parte de una pequeña ciudad en la que todos se conocen (se tuvo que rodar en Zamora ante la negativa de Ponferrada donde la historia todavía levanta ampollas) para extenderse a una época en la que el que manda parece tenerlo todo a su alcance y estar por encima del bien y del mal (moviendo los hilos y tirando de carácter campechano) que explora la angustia, la confusión y el sentimiento de culpa de una joven que sólo quiere mantener su dignidad y que no está dispuesta a que la hagan pasar por una mentirosa, una oportunista o una vaga en su trabajo pasando de cegarse por la oportunidad que le da un hombre manipulador (nombrándola concejala de Hacienda a pesar de su juventud sólo para tenerla lo más cerca posible) a no poder escapar de sus garras con llamadas obsesivas y peticiones que cruzan la relación profesional.
Icíar Bollaín siempre es lúcida y valiente en su cine pero a la cinta le falta contundencia para ir más allá del caso que narra en el que lo más destacado es una mujer que frente al miedo y el acoso llevó a cabo un ejercicio de resistencia, dignidad y supervivencia haciendo prevalecer la determinación de su historia frente a la vulnerabilidad y fragilidad de su condición de víctima.
El gran valor de la cinta es como Bollaín es capaz de mostrar como la sociedad ha evolucionado a la hora de tener una posición sobre según qué temas (reforzado por imágenes de telediarios y programas de la época que ahora indignan pero que antes se asumían) pero también dejando patente que todavía queda mucho en lo que avanzar. Una película que no necesita ser de las mejores de la directora para que su visionado sea imprescindible como retrato social y también como angustioso ejercicio de tensión que se aleja de ficciones para mostrar de dónde venimos y el papel que cada uno frente a esto pretende tener a la hora de construir una sociedad mejor.
"La sustancia" (Coralie Fargeat) // Perlas
"La sustancia" es uno de los títulos que marcan una temporada aspirando a ser película de culto en este salto sin red en forma de feroz y ácida crítica sobre una sociedad marcada por la dictadura de la imagen y hasta dónde sus víctimas (en el fondo todos) son capaces de llegar para alimentar su ego y una fachada de apariencia de juventud, frescura y belleza. Es lo que le ocurre a una famosa estrella de la televisión, Elisabeth Sparkle, que da clases de aerobic en directo pero a la que despiden porque los ejecutivos de la cadena consideran que ya ha dejado de ser atractiva y mantenerla sería por caridad pero no por patrones de audiencias y “ratings”.
Ello le llevará a tomar la decisión de encargar una sustancia de efectos imprevisibles y oscurantista origen que promete sacar un alter ego perfecto basado en los cánones de la juventud y la belleza teniendo para ello no sólo que respetar un protocolo que enumera la enigmática empresa que le envía el paquete sino, sobre todo, tener que respetar los tempos de siete días entre una versión y otra de sí mismo porque, aunque ello pueda caer en el olvido, en realidad ambas versiones forman un todo. Algo que será difícil de respetar cuando te vuelves a sentir aceptado y ensalzado y que es el gancho de una cinta que muestra una adicción más que a sentirse bien con uno mismo a sentirse querido y deseado. Una cinta que reta, sorprende y remueve estimulando al espectador siendo una rareza con personalidad a reivindicar en un mundo de propuestas aborregadas y algorítmicas.
La sombra de algunos de los títulos más emblemáticos de Stanley Kubrick, David Lynch, David Cronenberg, Brian De Palma, Paul Verhoeven, Nicolas Winding Refn o Julia Ducournau (así como de un clásico como “Eva al desnudo” dando la mano a la simbología de "El retrato de Dorian Gray") está presente en una cinta que es capaz, a pesar de todo, de imprimir su propio sello en la que el mito de Fausto conecta con un mensaje feminista y posmoderno y que, sin renunciar al humor, ofrece un recital gore de violencia, sangre y vísceras de macabra creatividad en una propuesta que revuelve el estómago (ante su desquiciado delirio final) tras apostar en su inicio por un punto de “noir” y de humor negro.
Todo ello hacia las referencias estéticas de “El resplandor” (Kubrick inunda visualmente la cinta) o las morales de “El crepúsculo de los dioses”, la deriva hacia ninguna parte de la protagonista buscando venganza y reafirmación aunque eso sea llevándola a la perdición, y cerrando el círculo de manera magistral con esa estrella de la fama en el paseo de Hollywood que en su inicio es pisoteada, manchada y vejada (pero de la que la protagonista no podrá dejar de querer quedar amparada por ella) en clara analogía al capricho de los directivos libidinosos, los estímulos rápidos que pide la sociedad de hoy en día y los volátiles focos que son capaces de realzar tu mejor lado pero también condenarte al olvido pasando del deseo al desprecio a ojos de lo impuesto por el hombre, aquí representado por un caricaturesco Dennis Quaid que no debe de ser casualidad que se llame Harvey.
Es lo que propone una Coralie Fargeat que si en “Revenge” (2017), su ópera prima, mostraba la sangrienta y violenta venganza de una mujer emergida de una aparente muerte frente a un violador que consideraba tener derecho a ello por la imagen hipersexualizada de la víctima, ahora va más allá en un ejercicio arriesgado en el que cada plano está pensado y que se desarrolla entre sangre, vísceras y huesos apuntando a una sociedad desagradecida y deshumanizada anclada en el hedonismo y el esteticismo más mezquino y perturbador que te encumbra primero, después te obliga a mantener una imagen al precio que sea para después, bien por el paso ineludible de la edad o bien por el exceso de bótox y operaciones, navegando entre depresiones y trastornos alimentarios, ridiculizarte y tirarte al sumidero.
Un puñetazo al vampirismo de Hollywood en forma de demencial venganza en la que, aunque apenas queden fuerzas, se está dispuesto a arruinar una Nochevieja televisiva sólo con el fin de hacer consciente frente a las cámaras de los televidentes de que el monstruo que vemos en el espejo somos nosotros mismos (aunque no queramos mirarlo) por haber sido capaces de construir, sin miramientos ni escrúpulos, una sociedad tan mezquina, enjuiciadora y deshumanizada que, si bien por un lado habla de la prevención del suicidio y la lucha contra el acoso, por otro lado tira de memes y réplicas de gente ociosa en redes sociales para sentirse por encima de los demás llevando a la condena a las víctimas de una obsesión por el cuerpo avivada no por ellas mismas sino por el prisma del canon de éxito representada en la banalidad de valorar por medidas perfectas, sonrisas perennes y juventud despreocupada.
Nacho Gonzalo































