"24 horas en la Roma de Nerón"

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Las historias audiovisuales y literarias se venden con más facilidad cuando el malvado es poco menos que un psicópata incendiario y perseguidor de un cristianismo, apenas una secta entonces, moralmente superior. Es decir: Nerón.

Título: "24 horas en la Roma de Nerón"

Autor: Dimitri Tilloi-D'Ambrosi

Editorial: Crítica

Los historiadores fracasan ante el populismo visual por razones obvias. La información histórica necesita mucho tiempo para influir en la ficción. Se llevan décadas intentando ofrecer una visión más realista del emperador peor tratado por la historia.

Su imagen fue condenada tras su muerte, por alcanzar el poder una familia sin pedigrí aristocrático, tras un siglo de herederos de César y Augusto. Luego hundida definitivamente por coincidir en el tiempo con la muerte del apóstol Pedro, por más que no exista prueba alguna de su presencia en Roma. Con la excusa de un liberto funcionario del palacio imperial que ha de entregar un mensaje a Nerón, Tilloi-D'Ambrosi nos da una vuelta por la madre de todas las urbes, desde las tabernas y los lupanares hasta a la cola del pan.

Todos hemos visto las espectaculares imágenes de un carro rodando por la arena del Coliseo lanzando barras de pan a las gradas. Pero la realidad es otra y el enfrentamiento entre lo que creemos y lo ocurrido es constante:

"Los repartos de cereales concedidos a una parte de los ciudadanos ya existían en tiempos de la República, pero no estaban sometidos a una organización tan rigurosa y regular como la que hubo que establecer a inicios del principado debido al crecimiento de la población. Una parte de los ciudadanos puede beneficiarse de distribuciones gratuitas de trigo mediante la presentación de una tésera frumentaria, una tablilla de madera, que incluye la identidad de su titular y acredita la elegibilidad para esta medida. No obstante, quienes pueden beneficiarse de estos repartos no son los ciudadanos más miserables, porque para ello hay que tener un domicilio en Roma. Esta plebe frumentaria dispone pues de algunas comodidades, mientras que los más míseros quedan al margen de esta ayuda. La preciada tésera debe recogerse en el pórtico de Minucio (porticus Minucia), situado en el Campo de Marte, no lejos del Teatro de Pompeyo, antes de ir a los graneros de la capital a por el grano asignado. Hay que esperar a la época tardía para que el pan se distribuya directamente".

Es decir, tras hacer la cola y recibir el grano en bruto, había que acudir donde molerlo y donde hornearlo. En las casas de la inmensa mayoría, cuartos diminutos por lo general, nadie cocinaba; nadie comía en casa salvo los ricos. Toda Roma era una sucesión de negocios donde comer o comprar la comida hecha para tomar o llevar. Fue probablemente uno de aquellos negocios, el causante del famoso incendio que no fue ni mucho menos el mayor que sufrió la ciudad.

"El liberto imperial conoce bien las callejuelas por las que se adentra para fundirse con el gentío. Se acuerda entonces de las escapadas nocturnas de su amo, que, enfundado en una capa con capucha y disfrazado de esclavo para no ser reconocido, vagaba por las calles de la capital con el fin de cometer las más variadas fechorías. Según Suetonio y Tácito, el emperador no dudaba en apalear a las personas que encontraba ni en recibir él mismo los golpes, arrojaba a sus víctimas a las alcantarillas e incluso derribaba las puertas de las tiendas con el objetivo de saquearlas. Estas anécdotas, probablemente exageradas o incluso inventadas, contribuyen a la leyenda negra de Nerón. Hay que colocarlas en el mismo saco que las acusaciones que le imputan la responsabilidad del incendio de Roma".

El libro rebosa de pequeños detalles, siempre teniendo a la vista unas dudas más que razonables sobre la visión popular del personaje y la época. Consideremos que hay un famosísimo cuadro donde Nerón baja el dedo en un Coliseo a rebosar. Ni el Coliseo existía ni el gesto del dedo es una certidumbre históricamente probada, lo más probable es que no lo sea. El libro es una prueba de la permanencia del interés por la Roma clásica.

Entretenido, fácil de leer, curioso, sin aceptar rumores como hechos. Erudito pero muy divulgativo. Para todos los públicos en expresión muy empleada en el cine del siglo pasado... pero todavía recordada y hasta empleada, todavía viva, como aquella Roma imperial.

Carlos López-Tapia

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